La Concertación debe explicaciones (XX)

El liderazgo de la Concertación debiera explicarle también al pueblo chileno por qué en sus 20 años de gobierno desarrolló políticas destinadas a destruir todos los medios de comunicación escritos afines a la centro-izquierda chilena y cuya gran mayoría se habían desarrollado laboriosamente durante la fase final de la dictadura

La Concertación debe explicaciones (XX)

Autor: Wari

El liderazgo de la Concertación debiera explicarle también al pueblo chileno por qué en sus 20 años de gobierno desarrolló políticas destinadas a destruir todos los medios de comunicación escritos afines a la centro-izquierda chilena y cuya gran mayoría se habían desarrollado laboriosamente durante la fase final de la dictadura.

Recordemos que luego del golpe militar se clausuraron o confiscaron todos los medios de comunicación partidarios del gobierno de la Unidad Popular y se fueron cerrando también progresivamente –en base a múltiples presiones- casi todos los otros medios que pretendieron desarrollar una línea independiente del régimen dictatorial. Y que, desde fines de la década del 70, comenzaron a surgir diversos medios escritos que –sobre todo en la década del 80- se constituyeron en poderosos auxiliares de la lucha en contra de la perpetuación de Pinochet. Particular relevancia, en ese sentido, tuvieron las revistas Hoy, Análisis, Apsi, Cauce y Página Abierta; y los diarios La Epoca y Fortín Mapocho. En su constitución y mantenimiento financiero desempeñó un papel fundamental la solidaridad internacional efectuada por diversos gobiernos y fundaciones extranjeras.

Por otro lado, a fines de los 80, los principales diarios gobiernistas –El Mercurio y La Tercera– estuvieron a punto de quebrar, siendo apuntalados, a través de ayudas económicas del propio régimen, las que fueron cohonestadas posteriormente por el Poder Judicial de la época.

Sorprendentemente, a lo largo de la década de los 90 comenzaron a desaparecer todos los medios escritos afines a la Concertación ya mencionados. La explicación “oficial” fue que dichos medios no supieron adaptarse a las nuevas condiciones del país y que fueron poco a poco desapareciendo en virtud de las “leyes del mercado”. Otros aducen que, además, los gobiernos de la Concertación, dada sus políticas de que “la mejor política de comunicación es la que no existe”, simplemente se desinteresó de la subsistencia de dichos medios.

Sin embargo, numerosos testimonios apuntan a una realidad mucho más oscura. Esta es, de que los sucesivos gobiernos concertacionistas desarrollaron solapada y eficazmente un conjunto de políticas destinadas a lograr la destrucción de dichos medios. Los principales métodos para tal efecto fueron el bloqueo de multimillonarios apoyos financieros ofrecidos por el gobierno holandés para varios de ellos; la permanente discriminación de la publicidad estatal en contra de dichos medios y la compra de algunos de ellos por parte de relevantes personeros de la Concertación para luego cerrarlos prontamente.

A todo ello hay que sumarle las actitudes gubernamentales –también solapadas- para lograr que importantes medios escritos europeos se desistieran de editar diarios locales en nuestro país; y especialmente la tenaz negativa para devolver los confiscados bienes del diario Clarín a su propietario, el ingeniero Víctor Pey, quien había proclamado su intención y compromiso de relanzar dicho periódico como una alternativa progresista que terminara con el duopolio “El Mercurio-Copesa”. Y, por último, la voluntaria “neutralización” del único canal de televisión que no estaba controlado por entidades conservadoras (TVN), a través de una legislación que le confirió a la derecha opositora un virtual derecho a veto en su dirección.

Como todo en la vida puede ser racionalmente explicado, lo mismo pasa con estas aparentes contradicciones gigantescas del liderazgo concertacionista. Así como dicho liderazgo regaló de modo inédito en 1989 (a través del acuerdo de reformas constitucionales plebiscitado ese año) la mayoría parlamentaria que tenía segura, de acuerdo a los términos originales de la Constitución del 80 (ver Capítulo III); y confirmó y amplió en 1992 la desnacionalización de la mayor parte de la gran minería del cobre (ver Capítulo VII); así también habría procedido inconfesablemente a hacer todo de su parte por destruir el conjunto de los medios escritos teóricamente afines.

Dado que los directores y periodistas de aquellos medios no compartían el neoliberal giro copernicano experimentado por aquel liderazgo (y que se ha detallado en los veinte capítulos anteriores), era claro para éste que esos medios se convertirían, a la corta o a la larga, en los peores opositores del neoliberalismo concertacionista, ya que habrían desnudado desde las propias filas su total inconsecuencia. Por tanto, su maquiavélico comportamiento habría sido completamente lógico. Lo que sí ha llegado a ser casi increíble es su inigualable capacidad para haber mantenido a las bases de la Concertación y a la generalidad de la sociedad chilena en el total desconocimiento de aquellos hechos. ¿Existe otra explicación de aquello?

15 de marzo de 2011

Por Felipe Portales


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