La cupularización de la política

                                                     (la ventaja neoliberal o el jaque horquilla al campo popular)   La actual crisis de representatividad en la política chilena, genera una amplia posibilidad histórica para los intereses del campo popular

La cupularización de la política

Autor: Director

 

                                                   (la ventaja neoliberal o el jaque horquilla al campo popular)

 

La actual crisis de representatividad en la política chilena, genera una amplia posibilidad histórica para los intereses del campo popular. Pero ella va, desde la posibilidad del éxito de una política de nuevo orden, hasta un nuevo contundente fracaso, anclado en complejas condiciones subjetivas. El análisis exhaustivo de ellas resultaría extenso, pero es interesante señalar una que debe ser superada con urgencia: la cupularización transversal de la práctica política. Ello, en las fuerzas tradicionalmente comprendidas como representaciones populares, tiene a lo menos, tres escenarios de apoyo, que vale la pena señalar, sin dejar de lado la claridad de que este fenómeno, directamente asociado a la participación social en la dinámica del poder, tiene efectos nocivos para los intereses de las grandes mayorías nacionales y constituye una condición ampliamente favorable al control ejercido por las elites del capital.

 

En cuanto a los tres escenarios en que se sustenta esta indeseable condición en el campo popular, está -primero y sin orden jerárquico- aquél que afecta a la facción de la izquierda chilena, con una cesión de carácter ideológico. Es aquella que, aun cuando participó de una posición de núcleo marxista, abandona este marco teórico y se suma a un proyecto político-económico con su eje en la propiedad privada y en subordinación al neoliberalismo. Esta posición, sin duda, va más allá de una mera circunstancia táctica, por efecto de la derrota propinada por la dictadura: es la izquierda terminalmente derrotada. Este sector abandona su posicionamiento de base, en la apuesta por una acción tecnocrática, especializada en el manejo estratégico-superestructural, de maniobras del alto poder, en el marco de un modelo político administrativo de alternancia. Se trata de un auténtico abandono de la antigua morada: hablamos de un sector que sólo la memoria colectiva sigue asociando a la izquierda, pero en rigor ya no pertenece a ella.

 

Está también la izquierda marxista, que –a juicio personal- abandona equivocadamente ciertos campos de acción fundamentales, en especial sus fuertes vínculos históricos de base, con un consecuente debilitamiento estratégico de su presencia sectorial e impulsando una política de administración de paños fríos, frente a los ímpetus reivindicativos de base, abortando reiteradamente los movimientos sociales, en el cálculo de que éstos pueden pasar por encima de sus capacidades de control. Es el sentimiento traumático subyacente de sumar una nueva pérdida de posición. Esta facción se doblega ente la convicción de que hoy la política-exitosa-posible, se hace desde el tejado y, sin estar convencida de su línea de acción, su determinación práctica se liga a una autoevaluada condición-circunstancial-de-maniobra-en-desventaja, como escenario de la pérdida de la correlación de fuerzas favorables, frente a la adversidad del escenario tras el Acuerdo Nacional por la Democracia, al que se suma el resultado del avance hegemónico neoliberal y por partida doble, el reflejo del debilitamiento de los socialismo reales. Es esta izquierda chilena que actuó desde una particular política de la dependencia, incapaz de sustentar un proceso sin el subsidio del poderoso internacionalismo proletario del siglo XX. Con todo lo que implica una derrota de la magnitud del golpe fascista y la instalación blindada de eje neoliberal, que ha logrado (tómense en cuenta) importantes raíces culturales, es una izquierda que en su ideario fundamental mantiene propósitos de clase, claramente definidos.

 

Tercero: la cuna y las crías: un sector disidente de los mismos viejos estilos y escenarios, algunos nuevos movimientos, unidos a otros viejos tercios, con una relativa conciencia de que los dos caminos anteriores están perdidos. Éstos precipitan la aparición de un nuevo referente de convergencia, que se vio nacer mucho antes de su nacimiento, precisamente a causa del abandono descrito: el Frente Amplio. ¡Buena idea! pero aun cuando no sufren una desvinculación de las fuerzas sociales de base (porque en realidad, orgánicamente nunca la han tenido) su proceso vinculatorio es completamente incipiente, errático y débil: los estudiantes, las redes sociales virtuales, y un amplio pero desorganizado bloque social, afectivamente cercano, expresión de los nuevos escenarios del siglo XXI, en que la necesidad de reunirse cara a cara es reemplazada por la catarsis a distancia y el solipsismo, no representan una fuerza que pueda contrarrestar la efectividad de los mecanismos de control del poder.

 

Sin seguir desarrollando la base ya enunciada, está claro que la cupularización como efecto o defecto, es un hecho que debe ser seriamente considerado en el actual estado constituyente de las diversas fuerzas anti-neoliberales: la cupularización de la política –téngase muy claro- representa en la estrategia de control neoliberal, la panacea de los escenarios de distribución del poder, con el máximo aislamiento, la marginalidad y fragmentación del campo popular, que sin duda es el depositario más cierto de la posible y necesaria solidez de cualquier acción y pretensión de cambio profundo.

 

Nada crece si no es desde el pie. Algo está creciendo y tiene que crecer, pero la única moneda dura para el cambio fundamental del orden social y político, es el respaldo ciudadano transversal, efectivamente amplio y activo, más allá de las coyunturas electorales. Ello implica la obvia, pero -al parecer, para algunos- bastante escondida necesidad, de que la actual emergencia de un nuevo camino, no se pierda en otra estrechez, condenada simplemente a ampliar esa cúpula, que en cuanto cúpula, por mucho que lo desee, no será sino la medida de lo imposible, en el control determinante y dominante de las fuerzas conductoras reales de la sociedad, que por ahora (y dada la evidente negligencia) son aquellas que danzan la realidad del mercado y sus dominios y caminan directamente en contra de los intereses de las grandes mayorías.

 

De capitán a paje y en todo el ancho político, los intereses pequeños, la vanidad colectiva y personal, las ganancias partidarias intrascendentes, el oportunismo la “oportunidad de negocio”, la política frente al espejo y otros avatares, parecen dominar la voluntad que frena la unidad en función de los cambios necesarios. Aquí no se trata de que todos comamos el mismo pedacito de pastel, se trata de que debemos recuperar un pedazo más grande de esa torta que somos nosotros mismos. El Frente Amplio, esto, lo debe poner por delante de los cálculos electoralistas precoces e inmediatistas. S ello no lo vislumbran necesario, es –principalmente- porque el sustrato psicológico de los actores en juego, delata que aunque se abrió el corralito político, las estructuras de pensamiento (tal vez los deseos de fondo) siguen siendo los mismos que podemos identificar en esa práctica política tradicional que reniegan. Aquí hay una terapia que asumir: por ahora, el Frente Amplio no es una superación de nada, sino una expresión transmutada de las mismas patologías crecidas desde los errores y en las heridas de un fracaso. Esto no tiene que ver con razonamientos técnicos del control de la economía, ni con los márgenes democráticos del sistema político; no tiene que ver con discursos teóricos sobre la redistribución de PIB, ni con empleo; no tiene que ver con la definición de “dictadura”, ni nada de eso. Esto tiene que ver con dos cuestiones principales: con estructuras de valor y con desinteligencia estratégico-estadista. La fuerza fundamental de base se debe ampliar y se debe compartir con quienes no pueden sino ser aliados en las estrategias anti-neoliberales. Y se disputa con quienes representan la oposición a los intereses populares encarnados en el ancho mundo social, cuya condición anti-neoliberal, le resulta propia a su definición más esencial. Pero esto no ocurre por buenas o malas declaraciones; no ocurre por los medios, ni las redes. Esto ocurre cuando se crece desde el pie. Crecer desde el pie en política, no es que muchos opinen parecido, sino que muchos sean capaces de actuar en dirección a dar sustento social activo a un movimiento efervescente, con fuerza para empujar la marcha de la historia.

 

El accionar del Frente Amplio resulta de un tenor impertinente, no por razones ideológicas sólidas de ningún tipo. Resulta impertinente por su falta de sincronía y por su adolescente dominio del arco de alianzas. Resulta también improcedente por su infantil idealismo moralista sin fundamento, y por lo mismo, absurdamente fundamentalista y porque en el fondo de los fondos, la apuesta no es otra que ganar espacio en el terreno minado de la mercadotecnia del poder (por favor: que de algo sirva el desplome de MEO). Para ponernos algo prosaico, diríamos que puede terminar todo en una “culada de perro flaco”, porque cuando se habla de cambios profundos, hay que ser serios, responsables, inteligentes. Ya que estamos en esta triste tónica de los nuevos tiempos, codifico en conocido: no basta con identificar las necesidades, sino que hay que armar el negocio que las satisface realmente. Unos tienen que crecer desde el pie. Otros, deben recuperar el pie perdido. Lo más ridículo, irresponsable y fuertemente condenable es pretender todos calzar el mismo zapato.

 

Por su parte, esta amplia convergencia necesaria, debe también ser acción y responsabilidad de las viejas orgánicas, que hoy no están viendo más que la construcción de una supuesta vanguardia de la nada; una vanguardia flotante, desraizada y determinada a batirse en una lucha superestructural, en donde la acción no trascenderá la capacidad táctica de ceder, por parte de quienes controlan hoy el curso esencial de la marcha histórica.

 

Finalmente: la horquilla del jaque es clara: hay que comprender esta dinámica-autodestructiva-por-defecto de la cupularización, como complemento de otro factor estratégico del empeño neoliberal: la aculturación política de clase: la conciencia de clase, no sólo implica comprender que perteneces a un estrato socio-económico, sino actuar en coherencia constructiva de los intereses que definen la clase a la que perteneces. Abandonar hoy la lucha por los espacios de poder político del capital -definida la coyuntura como está definida- es caminar torpemente con un solo pie. Los sectores políticamente formados pertenecientes al campo popular, lo tienen claro: no abandonarán la lucha por dichos espacios de poder, ante ningún intento de las fuerzas dominantes. Pero el grueso del pueblo: ese pueblo alienado, manipulado, unidimencionalizado y conducido por los códigos transmitidos a través de ese control monopólico de la comunicación e información de masas, está atrapado en convicciones absurdas e ignorantes; atrapado en la necesidad imperiosa de construirse como sujetos a través del consumo; atrapado en la tribuna del espectáculo de la descomposición moral, que se resume en la despolitización y la desesperanza que augura el inminente y persistente fracaso de sus propios intereses, que se nutre y crece en la fragmentación y el aislamiento entre líderes de la nada, movimientos organizados y la gran y determinante base social.

 

Chiloé, agosto de 2017.


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