Nada me recuerda más al ejército que las escuelas cubanas. Son instituciones para la perpetuación de la ideología dominante. Tienen matutinos, vespertinos, reuniones de alumnos, reuniones de padres y formación por destacamentos. Parecen como una especie de preparación previa para nuestra conversión en el “hombre nuevo” que quería el Ché.
En El Socialismo y el hombre en Cuba, documento publicado en marzo de 1965, aparecen algunos de los lineamientos proyectados para el futuro hombre revolucionario. Estos consistían, sobretodo, en un control estricto de la educación y el comportamiento humanos. Ha sido, por tanto, la escuela, la factoría ideal para la fabricación de ese hombre diseñado en los laboratorios del gobierno.
La enseñanza en Cuba es universal y obligatoria, pero no existen colegios privados, así que la familia no tiene opción, sus hijos deben pasar 8 horas recibiendo influencias que pueden o no ser afines a las ideas de los padres.
Es la escuela el lugar en el que aprendemos los primeros conceptos “revolucionarios.” “Patria o muerte, venceremos” y “Seremos como el Ché” son algunos de los slogans que debemos repetir hasta el cansancio, sin saber a ciencia cierta qué diablos quiere decir. Otra idea que pronto descubrimos es la de “democracia.”
Al principio la interpretaba como “algo bueno, que solo existe aquí.” O sea, que el gobierno benefactor nos “da” todo lo que tenemos y nos ha hecho ser todo lo que somos y por eso somos felices, ya que las riquezas les fueron arrebatadas a “los malos” para que las tuviéramos nosotros a partes iguales.
Cuando creces un poco te das cuenta de que ese igualitarismo tan promulgado no existe. Alguna gente en Cuba tiene derecho a cosas que la mayoría ni sueña tener. Esa misma mayoría que a veces se entera de las decisiones del gobierno por informaciones filtradas, o porque sale publicado en emisoras extranjeras, tampoco sueña con participar en dichas decisiones, y eso, que yo sepa, no es democracia.
La democracia es un concepto que a lo largo de la historia ha sido manejado de manera taimada. Desde la antigüedad, cuando surgió, fue entendido como “poder del pueblo,” pero la palabra pueblo no tenía el significado que hoy le atribuimos.
El pueblo era algo así como los cabezas de familia con dinero y/o cargos en el gobierno. Luego ha sido utilizado, entre otras, en las revoluciones francesa y cubana, y en un sinnúmero de organizaciones que se disfrazan detrás de la aparente benevolencia de la “democracia.”
Aquí se asume la democracia como: unidad del pueblo en torno a esa gran figura que tiene un proyecto para todos, quedando los que difieren de él como “gusanos” indignos de ser tenidos en cuenta.
Para mí la democracia es el poder participativo, a través del cual los subordinados influyen en las decisiones que les afectan. ¿O es que estoy equivocado?
Por Osmel Almaguer
Agosto 28, 2010
Fuente: www.havanatimes.org