Ante la renuncia de Javier Lozano, “El Jimmy”, como director técnico de la selección mexicana de fútbol, hagamos un ejercicio especulativo. Política ficción, pues. Olvidemos por un momento que este deporte es uno de los negocios más lucrativos del planeta, en donde los aficionados no importamos, donde la medida son las ganancias y los intereses de los dueños de los equipos y de la FIFA.
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Supongamos que vamos a democratizar el fútbol, como se pretende democratizar el poder judicial. Partimos del supuesto que el pueblo es sabio y que nunca se equivoca; quita; si esto es así, los jugadores y el director técnico de la selección nacional deberían ser electos por voto popular cada cuatro años, justo después de cada mundial, para reelegirlos de acuerdo a sus resultados o sustituirlos para el siguiente ciclo mundialista.
Se elegiría un director técnico y once jugadores titulares, así como tres suplentes para cada posición. Para director técnico podrá registrarse cualquier persona, hombre o mujer, que así lo desee, no importa que tenga experiencia en el fútbol, que tan difícil puede ser dirigir un equipo, si lo hace con honestidad y escucha al pueblo.
Además del director técnico, los ciudadanos podrán votar por once jugadores titulares y tres suplentes por cada posición; es decir, por un portero, cuatro defensas, tres medios, tres delanteros, en una formación clásica. Pueden participar extranjeros, previa nacionalización o promesa de la misma.
En el apartado de disposiciones generales se establecería la equidad de género, de modo tal que una vez se elegiría a un director técnico varón y en otra, a una mujer. Ningún jugador o director técnico podría ganar más que el Presidente, porque estarían ahí por decisión del pueblo y amor a la camiseta, no por el cochino dinero.
Como el pueblo pone y el pueblo quita, habría revocación de mandato, por medio de consulta popular o juicio político o mejor dicho juicio futbolero.
La elección de la selección mexicana de fútbol se regiría por los mismos principios constitucionales de certeza, legalidad, independencia, imparcialidad, objetividad y máxima publicidad, que el resto de las elecciones; y se regularía de acuerdo con las leyes y reglamentos en la materia, en el capítulo correspondiente a democracia futbolera. El INE organizaría las elecciones y daría los resultados; el Tribunal Electoral resolvería lo conducente a los derechos políticos de los jugadores y director técnico.
En este escenario idílico de democracia futbolera, votaría por El Chino Huerta y por varios jugadores de mis queridos Pumas. Pero la contienda se polarizaría entre seguidores del América y de Chivas. ¿Qué hacer, como vencer, el dinero de Los Tigres y de los Rayados de Monterrey? Tal vez podría hacer una alianza con los equipos medianos y chicos, pero aun así no se garantizaría la equidad en la contienda . Para evitar todas estas maniobras tendientes a impedir la voluntad popular en el fútbol, ni partidos políticos, ni equipos de fútbol podrán hacer campaña a favor de los jugadores que participen en las elecciones.
Desconozco si la elección popular de la selección mexicana de fútbol haría que tuviéramos mejores resultados en la Copa América y los mundiales, pero sí sería una selección electa por el pueblo.
Las simulaciones llevadas al absurdo permiten reflexionar respecto a otros aspectos de la vida nacional; saber cómo nos vemos o nos ven cuando ampliamos un poco el enfoque. El nuevo gobierno, que inicia en octubre, debe poner en práctica una política pública que fomente la práctica del fútbol y establecer lineamientos en defensa del derecho de los aficionados.
En el contexto del debate actual, cabe preguntarse: ¿Hacia dónde queremos llevar la reforma al poder judicial? ¿Cuáles son las prioridades y el objetivo? Respondamos con sinceridad estas preguntas. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.
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