El intelectual y economista norteamericano James Kenneth Galbraith se refirió en entrevista (*) acerca de su reciente libro, El Estado Depredador, a las razones que explican la brutal derrota de Obama y el Partido Demócrata en las recientes elecciones legislativas del Congreso de EE.UU. Lo hizo en los siguientes términos: “Barak Obama se comprometió a restablecer un Poder Público que pudiera encarnar el interés de los norteamericanos, específicamente de los más desfavorecidos, separando aguas con los lobbys de las grandes corporaciones económicas. Conviene decirlo, fracasó.”
Si bien Galbraith analiza en su libro el caso de EE.UU., las mismas dinámicas se desplazan y operan a nivel global.
El economista, cuyo padre encarnó en los años cincuenta las políticas distributivas de varios gobiernos (Kennedy, Johnson), afirma: “Desde fines de los ochenta y sobre todo durante la administración Bush, las fuerzas ultraderechistas han tomado el control del Estado. Enceguecidos por las ganancias a corto plazo, los líderes de este movimiento depredador constituido por lobbys-empresas (bancos, compañías de seguros, industrias farmacéuticas, consorcios petroleros, fondos de pensiones … ), dotados de medios económicos exorbitantes, han copado el Estado washingtoniano con el objetivo de administrarlo. Ignorando con desdén el interés público, lograron pervertir las lógicas de este Estado, hoy muy disminuido.”
Galbraith, explica en su libro que el Estado Benefactor (Welfare State) construido durante el New Deal por Roosevelt, con regulaciones eficaces para controlar a los poderes financieros, fue el que mantuvo en funcionamiento a la economía norteamericana durante los ochenta y noventa, pero hoy está siendo completamente desmantelado por los ultraneoliberales. La desregulación “es el credo ideológico dogmático de la clase depredadora”, asegura.
En su libro, James Galbraith sostiene que de los años de Reagan a los de Bush (incluyendo los de Clinton) la derecha republicana en el poder transformó los EE.UU. en una República-Empresa donde la economía no está regulada por los mercados, sino que por una coalición de poderosos lobbys “respaldados por un Estado depredador que lejos de limitar la intervención del Estado en la economía tiende, al contrario, a profundizarla, para desviar la acción y los fondos públicos con el fin de beneficiar los intereses privados de las grandes empresas”.
Para el intelectual norteamericano, la crisis financiera devastadora del otoño 2008, es la expresión profunda de la emergencia del Estado depredador.
Galbraith sostiene que pese a que Obama fue elegido para ponerle un freno al Estado depredador, cambió una vez en el poder al considerar que su proyecto era una “quimera”. En definitiva, optó por adaptar su programa, de salud (2) y de inmigración (dos puntos emblemáticos de su campaña) en compromisos con la ultraderecha republicana. De esta manera, Obama confundió a su electorado demócrata (y latino) que no se sintió motivado para ir a votar.
Galbraith llega a la conclusión de que los asalariados norteamericanos y las clases medias no tienen nada que esperar de la administración de Barak Obama. Aunque éste sea el blanco de los ataques de la ultraderecha cristiana y racista del Tea Party liderado por Sarah Palin, financiado por el lobby de las petroleras, ya que los consejeros de Obama (que lo fueron también de Clinton) vienen todos de las esferas de poder del mismísimo Wall Street. Y éste es el cerebro y motor de esas mismas empresas que han copado el Estado, transformándolo en Estado-empresario-depredador.
El economista iconoclasta, profesor de economía de la Universidad de Texas, explica: “por el instante, la reforma del sistema financiero se ha limitado al rescate de los grandes bancos en quiebra. Esta estrategia que ha demostrado ser poco eficiente a largo plazo, satisface plenamente a los partidarios del Estado depredador, para quienes las pérdidas de los bancos tienen que ser “socializadas” por el Estado.
Por último, Galbraith Jr. deplora que la llamada izquierda-progresista-liberal-socialdemócrata se haya dejado contaminar por el culto del libre mercado que, según él, es un “mito falaz” instrumentalizado por sus promotores. “¡No nos llamemos a engaño! Ya es hora de entender que el capitalismo de “libre mercado” no es la panacea que nos permitirá salir de la crisis actual, derrotar la pobreza, combatir las desigualdades socio-económicas y los desastres ecológicos … Sin una planificación rigurosa y un control público eficaz de la repartición de los ingresos y del financiamiento de la economía, el mundo, EEUU el primero, corre de nuevo a la catástrofe.”
Bien sabemos que en Europa los gobiernos de derecha, tanto conservadores como socialdemócratas en Francia, Inglaterra, Italia, España, Portugal, Grecia y otros del Este, aplican medidas neoliberales para desmantelar el Estado Benefactor y ponerlo al servicio de los dueños del capital. En cada país donde trabajadores, estudiantes y sectores populares desarrollan movimientos de protesta y resistencia a las políticas de Estados empresarios depredadores, los medios dominantes hacen todo lo posible para sembrar la confusión. La estrategia es siempre la misma: anunciar cada vez que el movimiento no es masivo y que se desinfla, pese al carácter multitudinario de las manifestaciones.
En Chile, los análisis de James K. Galbraith podrían ser bastante productivos en el plano de la investigación teórica-empírica. Desde la Dictadura pinochetista, el Estado chileno es un Estado al servicio de los empresarios y muy posiblemente, también, depredador. Hoy, en manos de los tecnócratas y managers del piñerismo (sin los intermediarios concertacionistas), la clase empresarial ha copado directamente el Estado para dirigir la economía y ponerla a su servicio, integrando a ambos (lo político y la economía) a los circuitos globales económicos y de poder. ¿No le basta acaso al Presidente Piñera levantar el teléfono para comunicarse directamente con los empresarios para decidir entre gallos y medianoche si se construye o no una represa y, con los mandamáses del Banco Central, para determinar el precio del dólar?
(*) Le Devoir, Montréal, 1 de noviembre 2010
Por Leopoldo Lavín Mujica
M.A. en Communication publique de l’Université Laval, Québec, Canadá.