La deuda de la democracia

Gabriel Boric tiene la oportunidad y obligación de apostar por la transformación de izquierda a partir de Marzo

La deuda de la democracia

Autor: El Ciudadano México

Por Onel Ortíz Fragoso / @onelortiz

Gabriel Boric ganó las elecciones en Chile. Sirva su triunfo en esa nación hermana para poner sobre esta plataforma digital algunas reflexiones del significado de su victoria y de las tareas que depara el futuro inmediato.

Después de un proceso complicado, existen motivos para el júbilo de las fuerzas de izquierda en Chile y Latinoamérica. No pretendo ser un aguafiestas, por supuesto que celebro y valoro este triunfo, las esperanzas y anhelos que los acompañan, pero debe tenerse claro la enorme responsabilidad para el nuevo gobierno chileno que iniciará en marzo.

La democracia es el bien más preciado de las naciones Latinoamericanas. A partir de los años ochenta del siglo pasado, desde el Río Bravo hasta la Patagonia inició el proceso de transición a la democracia. A la par de la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría, los países latinoamericanos, con diferentes medios, procesos y acciones pacíficas, fueron ganando terreno a los regímenes autoritarios.

La democracia por algún tiempo despreciada por la derecha y la izquierda, emergió como la única forma de gobierno que hacía posible la disputa del poder por la vía pacífica. Ante la imposibilidad de permanecer en el poder por medio de la violencia, la derecha fue la primera en elegir el sendero de la democracia. El ocaso de las ideologías, las revoluciones de terciopelo en Europa del Este y la desaparición de la Unión Soviética, posibilitaron que el ideal revolucionario fuera desplazado por la lucha político electoral.

A finales de los años ochenta del Siglo XX, Chile y Argentina vivían los coletazos de dictaduras feroces, México vivía los últimos años de la dictadura perfecta. Colombia experimentaba los peores momentos del narcotráfico, las guerrillas y los grupos paramilitares, pese a todo la democracia logró abrirse camino. En Chile, un plebiscito fue la llave de la puerta de la democracia. En Argentina, la guerra de las Malvinas, precipitó el fin de la dictadura y en México, en 1988, emergió el voto ciudadano, pero el PRI le robó el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas, el cual optó por la lucha electoral y pacífica.

Cuarenta años después, en Argentina ganó Alberto Fernández; en México la democracia permitió la disputa pacífica por el poder, en 2018, Andrés Manuel López Obrador ganó, junto con las fuerzas progresistas y nacionalistas. En Chile, en segunda vuelta ganó Boric. La derecha ha aceptado el triunfo de la izquierda, pero no se resigna a la derrota, está bien que busque la revancha por la vía democrática, a fin de cuentas, de eso se trata, de derrotar, no de destruir.

Aquilatando en lo que valen estos enormes logros, la democracia tiene una gran deuda con la justicia social, hablo de la pobreza y la desigualdad que aún padecen nuestros países. La transición a la democracia no se ha traducido en bienestar social. En muchas naciones que iniciaron su proceso de transición, la corrupción ha impedido su consolidación y ha desacreditado el ejercicio del poder público.

A la derecha sólo le interesa la democracia sin adjetivos. La circunscriben a los aspectos liberales y formales de los procesos. Corresponde a la izquierda, no sólo respetar los procesos democráticos, sino dotarla de dimensiones sociales y de humanismo. De calidad, y no sólo de cantidad, de transformación y no sólo de alternancia. Gabriel Boric tiene la oportunidad y obligación de apostar por esa transformación. La política es de bronce.

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