Si hay algo que queda claro de los últimos paros y manifestaciones estudiantiles es que el tema de la educación se inscribe entre las grandes cuestiones políticas no resueltas en el país. Las demandas planteadas por los estudiantes, profesores y académicos es clara: La educación es un derecho y no una mercancía más expuesta a los avatares del mercado. Desde el punto de vista neoliberal se trata, desde luego, de una herejía que contradice todos los manuales de economía liberal en los que se han formado las elites.
Contra la presunta razón neoliberal, habría que recordar que en la historia de las luchas sociales en Chile, la educación gratuita y de calidad para todos ha sido una bandera enarbolada por los más diversos sectores políticos, desde don Pedro Aguirre hasta Salvador Allende. Esto quiere decir que la educación representa un anhelo de superación para las nuevas generaciones, un derecho elemental de niños y jóvenes que nacen en esta tierra. En este preciso sentido, no se trata de barajar guarismos y porcentajes, se trata de una decisión política. Es bueno recordar que naciones mucho más precarias económicamente han tomado la decisión de garantizar a sus ciudadanos una educación gratuita y de calidad.
Insistir de manera tan obstinada como obtusa en mantener “el negocio de la educación” entre nosotros, desprestigiando toda manifestación estudiantil como si se tratase de vándalos, es proteger a los mercaderes que por definición lucran con una cuestión tan sensible e importante para el desarrollo del país. Cuando un gobierno sostiene este tipo de políticas insulta a miles de familias que deben endeudarse para costear la educación de sus hijos, sin saber si llegarán a obtener su título.
Las protestas estudiantiles no son un acontecimiento puramente episódico, entenderlo así es no entender el problema de fondo. La educación chilena atraviesa una profunda crisis derivada de haber convertido este derecho en una mercancía más, en detrimento de los sectores más pobres. Digámoslo con todas sus letras: El neoliberalismo muestra la estatura de su fracaso, justamente, en todas aquellas cuestiones importantes para la sociedad, en primer lugar la educación.
A quienes sostienen que concebir una educación gratuita en el actual estado de cosas es una quimera irrealizable, habría que recordarles que la privatización de la educación fue una decisión política del dictador en sus últimas horas. El Chile de hoy está poniendo en evidencia que la democracia pos autoritaria de equilibrios cupulares al interior de la clase política comienza a mostrar sus grietas e inconsistencias. Cuando cientos de miles de chilenos protestan en las calles contra los que se enriquecen con la educación y son tratados como delincuentes por los medios, el Gobierno y la policía, es que algo anda mal con nuestra democracia.
Por Álvaro Cuadra
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. Elap. Universidad Arcis