La enseñanza de la Lógica en la BUAP

En esta ocasión me referiré a la enseñanza de una disciplina filosófica en las preparatorias y en general inscrita en los planes de estudios del nivel medio superior. Me refiero a la Lógica que en la BUAP se imparte con el nombre de Lógica y Argumentación.

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La importancia de esta materia salta a la vista en cuanto nos percatamos de que todas nuestras actividades, nuestras relaciones familiares, de trabajo, de amistad, están permeadas por la argumentación. Y si no pregúntense con qué frecuencia, empezamos nuestras conversaciones con un “¿por qué?”, y esperamos una respuesta que empiece con “porque…”.

En otras palabras, con este tipo de preguntas buscamos las razones que alguien tuvo para decir algo o actuar de cierta manera. Esta es justamente la estructura del argumento, las razones que se ofrecen como respuesta son las premisas y la aseveración contenida en la pregunta es la conclusión. “¿Por qué eres feliz?” “Porque me he realizado”. El argumento, ya ordenado, sería “Como me he realizado, entonces soy feliz”. La palabra ‘como’ introduce la premisa o razón y la palabra ‘entonces’ indica la conclusión.

Claro que cuando preguntamos algo nos importa no sólo que la respuesta sea verdadera, sino que también sea una respuesta genuina, esto es, que tenga que ver con lo que pregunté, que haya una relación lógica entre premisa y conclusión. Sería absurdo que si yo le preguntara a alguien por qué es feliz, me respondiera que porque 2+4=6.

A esta relación lógica entre premisas y conclusión le llamamos validez o corrección. La relación entre la verdad y la validez es compleja, pero si un argumento tiene premisas verdaderas y la conclusión se deriva efectivamente de ellas, o sea si hay una relación de implicación entre las premisas y la conclusión, entonces ésta es verdadera también.

El objeto de la Lógica es justamente determinar la validez o corrección de los argumentos. Si este es su objeto ¿por qué es importante? Porque obviamente hay razonamientos que parecen correctos pero no lo son, son falaces.

Por ejemplo si alguien afirmara “No sé cómo iba vestida, pero seguro ella provocó al tipo que la violó”, estaría cometiendo claramente una falacia, la denominada ad ignorantiam o “por la ignorancia” puesto que sobre la base de un no saber, no sabía cómo iba vestida, concluye que ella tuvo la culpa de que la violaran.

En este caso podríamos con toda razón preguntar “¿y qué tiene que ver que fuera vestida de una manera u otra?”, con lo cual estaríamos aludiendo a una premisa o razón no enunciada sino implícita, la de que “las mujeres no deben vestirse de manera provocativa”. Así, quien concluyó que la mujer provocó su violación, no sólo cometió la falacia ad ignorantiam porque confesó que no sabía cómo iba vestida, sino que además tiene que demostrar que la premisa escondida es verdadera, que es cierto que las mujeres no tienen derecho a vestirse como quieran, lo cual es obviamente falso. No sólo argumentó falazmente por la irrelevancia lógica, sino falsamente.

Otra falacia muy socorrida es la “dirigida contra la persona”, la ad hominem, como cuando alguien afirma que los hombres no tienen nada que decir respecto al derecho al aborto simplemente porque no son mujeres.

En realidad las personas emplean la argumentación para persuadir, para convencer de que su posición es la correcta o adecuada, pero adecuada a qué, pues a sus objetivos. Todas nuestras acciones están encaminadas a algún fin, y si nos preguntan por qué hicimos tal o cual cosa, la explicación se basa generalmente en opiniones compartidas. Sólo cuando no se comparten tenemos que convencer al “otro” de nuestras razones.

De hecho, la argumentación es un arma poderosa para lograr consensos en los ámbitos más variados y entre quienes forman parte de una comunidad que vive una misma forma de vida. Imaginen si no será importante entrenar a las y los jóvenes en el uso de la argumentación para hacer de ellas y ellos personas conscientes y respetuosas de la manera de actuar y pensar de todos los integrantes de una comunidad.

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