Por Raúl Soto
1. La primera vez que escuché el nombre de Anaïs Nin fue después de leer Trópico de cáncer, la obra fundamental de Henry Miller, ahora casi relegada al olvido transitorio en el imperio puritano, aunque vigente en el Norte Global. Pude conseguir la edición argentina Rueda en la Lima pacata de mediados de los 70. Fue en la librería de viejo de Muñoz, ubicada en la calle San Carlos ‒octava cuadra del Jr. Azángaro‒ parada obligatoria antes de subir una cuadra a la legendaria librería Juan Mejía Baca de la calle Huérfanos. No pude encontrar ninguna de las obras de Nin en Lima y muchos años después, en Nueva York, conseguí dos de sus diarios y Delta of Venus, su novela pionera. Anaïs Nin (1903-1977) había nacido en Neuilly, París ‒de padres cubanos‒ y prefirió escribir su obra en el inglés de los Estados Unidos, país donde vivió durante su adolescencia y años después la mayor parte de su vida adulta. Su lengua materna fue el español, aunque de uso interrumpido por el francés obligatorio de su educación primaria y la exigencia de su padre, el músico cubano-catalán Joaquín Nin. En todo caso, en sus diarios interpola párrafos y cartas en español y francés. El bilingüismo de la niña Anaïs se complicó, debido a su residencia en la ciudad de Nueva York desde los once hasta los veintiún años. Nin nunca dejó de hablar el inglés con un ligero acento europeo y su escritura nunca pudo dominar la sintaxis rígida ni el deletreo complicado de su tercera lengua. Esta limitación estuvo compensada por la fluidez y la poesía discursiva de sus diarios y novelas de temas eróticos.
Acabo de leer Anaïs Nin, a biography (1995) de Deirdre Bair: una obra extensa, puntual y excelentemente documentada, siguiendo la tradición del género producido por los escritores anglosajones. Y me he preguntado nuevamente: ¿por qué no es común la producción de biografías en el mundo hispanohablante? ¿Se debe a razones económicas o idiosincráticas? Por supuesto que las hay en español, pero rigurosas y producto del trabajo intenso de archivo son contadas, como son pocas las organizaciones culturales con los fondos necesarios para solventar la investigación y más si los archivos están diseminados en diferentes países. Por ejemplo, la mejor biografía de Gabo es la de Gerald Martin: Gabriel García Márquez: a life, publicada el 2008. A Martin le tomó diez y ocho años para investigar y escribir este libro luminoso y ojalá pronto publiquen su biografía sobre Mario Vargas Llosa.
2. La obra primordial de Anaïs Nin son sus diarios que prefiguran, por los elementos ficticio e introspectivo agregados, lo que ahora llamamos autoficción. Helen Tookey la denomina auto-ficcionalización selectiva y la conecta con la experiencia psicoanalítica de Nin. La escritora usaba un método complejo para registrar sus experiencias diarias para la posteridad. Primero, aún frescas, las escribía de corrido, en una especie de flujo mental continuo. Después de algún tiempo ‒a veces años‒ revisaba, corregía y agregaba datos o impresiones subjetivas. Si comparamos los diarios originales con los manuscritos editados por ella se encontrarán algunas discrepancias. Este proceso de escritura ha causado gran controversia entre los críticos puristas de Anaïs. Estos buscan una verdad ideal ‒incontaminada‒ sin tener en cuenta el papel que juega la subjetividad y la memoria en el productor de diarios. Marcel Proust ‒el precursor de los estudios sobre la memoria‒ fue uno de los referentes literarios de Anaïs. De acuerdo con los neurocientíficos, para recordar necesitamos repetir, pero la repetición trastoca nuestros recuerdos y si los escribimos pasan por el filtro de la memoria. O sea, la memoria puede editarlos. Todo este proceso se complica cuando Anaïs publicó en vida sus cuatro primeros diarios. La editorial Harcourt Brace le exigió recortar los manuscritos y expurgar algunos nombres y hechos porque corrían el riesgo de ser enjuiciados. Después de su muerte en 1977 aparecieron siete volúmenes inexpurgados, pero editados ad nauseam por Rupert Pole ‒uno de sus dos esposos‒ y después por otros editores. Este proceso de edición póstuma tergiversó el contenido de los manuscritos, no el estilo. Entonces, la veracidad de cualquier diario original no es confiable.
Siguiendo la biografía escrita por Bair, Joaquín Nin abandonó a su familia a fines de 1913. Rosa Culmell, la esposa del músico, tuvo que mudarse con sus tres hijos de París a Barcelona para vivir en la casa de sus suegros. La deserción del padre fue bastante traumática para Anaïs y marcó su personalidad y obra de por vida. La hija mayor necesitaba una tabla de salvación y su madre la motivó para escribir un diario. Sigamos la biografía de Bair: “[En 1914] Rosa compró el primer cuaderno con la esperanza de distraer a Anaïs de su sentimiento de abandono y su apego excesivo al padre. Creía que Anaïs necesitaba tener algo que la interesara, algo que sintiera suyo, y a la vez un escape a su creatividad diferente de la música”. Rosa pertenecía a la burguesía cubana, había estudiado la secundaria en Nueva York y hablaba un inglés fluido. A causa de su situación precaria decide emigrar a los Estados Unidos con sus hijos. Llegan a Nueva York el 11 de agosto de 1914, ciudad donde vivirán por los próximos diez años. Durante toda la travesía Anaïs no dejó de escribir en su cuaderno. La niña introvertida de once años fue acogida en la casa de sus parientes maternos en Queens: su madre y tías le dieron el espacio físico y afectivo para que siguiera escribiendo sus diarios. Anaïs no dejó de escribirlos hasta pocos meses antes de morir, el 14 de enero de 1977.
3. Anaïs Nin rompió algunas barreras de la moral burguesa patriarcal y sin proponérselo. La más importante fue la libertad sexual, aunque le tomó varios años para practicarla desde su matrimonio con Hugh Parker Guiler, en marzo de 1923. Hugh ‒llamado Hugo‒ era un banquero neoyorquino que fue transferido a París, llegando con su esposa la nochebuena de 1924 durante la cresta del high modernism. Artistas y escritores de todo el mundo trabajaban en la capital francesa y la obra de Nin es una deriva de ese momento histórico del Norte Global. La pareja no había tenido ninguna experiencia sexual antes de casarse y a pesar de los esfuerzos de ambos Anaïs no estaba satisfecha y se refugia en su diario y la lectura. Para 1928 vivía una típica vida burguesa, relacionándose con escritores y artistas y asistiendo a eventos culturales. Al principio, la esposa timorata se asombra de la libertad sexual parisina. Poco a poco sus pulsiones se desatan gracias a la atención masculina que producía su belleza y la atracción sexual que emitía. De los coqueteos inocuos pasa a los hechos con Paco Miralles, su maestro de danzas españolas. Anaïs registra en su diario cómo Miralles, de 51 años, la manosea y le hace cunnilingus, aunque no le permite el coito. Este tipo de relación continúa por meses. En mayo de 1929, John Erskine, novelista y ex profesor de Hugo, los visita y Nin trata de seducirlo. A último minuto Erskine se arrepiente porque no quiere ponerle los cuernos a Hugo. La frustración sexual de ella se prolongará hasta marzo de 1932, cuando Henry Miller se convierte en su primer amante y desencadena la sexualidad contenida de Nin. En esta época mantiene dos diarios: uno abierto para Hugo, pero diluido de los hechos reales, y otro secreto, registrando sus infidelidades bajo un lente subjetivo. Esta dualidad afectiva de índole borgiana persistirá toda su vida. Nin anota: “Veo todo como una dualidad: lo real y el sueño [lo onírico]”. Aunque como buena estudiosa de Jung su vida y escritura procedía metafóricamente del sueño hacia afuera. Su relación con Miller no sólo será carnal. El incentivo intelectual era mutuo para dos escritores en ciernes que discutían lecturas comunes, compartían sus textos inéditos y los criticaban. Además, Nin fue determinante para que Miller terminara Tropic of Cancer porque editó el manuscrito y además lo mantenía con una mensualidad para que pudiera escribir.
Durante estos años Anaïs descubre el psicoanálisis. En 1931 empieza a leer sistemáticamente a Sigmund Freud, Carl Jung, Alfred Adler y Otto Rank, entre otros. Al mismo tiempo, comienza su auto análisis y a registrar sus sueños sistemáticamente. En abril de 1932, inicia sus sesiones con René Allendy. Nin continuará esta práctica de por vida. El psicoanálisis se convierte en un instrumento importante porque le ayuda a reafirmar su independencia como mujer y su sexualidad, a la vez que enriquece el discurso onírico de su escritura. Dije onírico y no surrealista ‒hay una diferencia sutil‒ y en todo caso la escritora detestaba al Papa Breton. Después de unos meses los roles terapista-paciente se intercambian y además Nin seduce a Allendy. En 1933, de acuerdo con Bair, el tono introspectivo de los diarios cambia y los tópicos habituales sobre la vida y el arte pasan a segundo plano, ganando preeminencia el sexo y las transgresiones a la moral burguesa. A mediados de año añade ocasionalmente a Artaud a su lista de amantes y mantiene una relación incestuosa con su padre durante varios meses. Su trauma infantil del abandono paterno y la orfandad causada le duró toda la vida: siempre trató de compensar la ausencia del padre. El tener relaciones con él agravó dicha carencia y exacerbó su sexualidad. Anaïs simbólicamente proyecta el abandono sufrido porque después de su último encuentro en noviembre nunca más se acostó con Joaquín. En estos días anota en su diario: “cuatro hombres en un día”. Seguía casada con Hugo y mantenía relaciones con su padre, Miller y Allendy. Su sagacidad psicoanalítica le permite observar y estudiar “a su padre de la misma manera como a su esposo y amantes”, dice Bair. Sin embargo, el vacío emocional y la dependencia emotiva masculina que buscaba Nin contradice las transgresiones que ejercía contra los códigos patriarcales. Bair transcribe lo siguiente del diario: “Estoy endiabladamente sola. Lo que necesito es a alguien que pueda darme lo que le doy a Henry [Miller]: esta constante atención. Leo cada página que escribe, leo lo que él lee, contesto sus cartas, le escucho, recuerdo todo lo que dice, escribo acerca de él, le doy regalos, lo protejo. Él no puede hacerlo. Ninguno de estos hombres puede hacerlo por mí. Tengo que refugiarme en mi diario para recibir la satisfacción que necesito. Debo nutrirme de mí misma. Recibo amor, pero el amor no es suficiente. La gente no sabe cómo amar”. La mujer apasionada se entregaba completamente y esperaba amor ‒no sólo sexo‒ y el diario compensa la parte afectiva de sus relaciones.
4. A fines de 1933 Nin deja a Allendy y asiste a su primera sesión con Otto Rank, el heredero hereje de Freud. Rank había publicado Art and Artist, donde puntualiza la alienación del artista adelantado a su tiempo por expresar una visión colectiva incomprendida. Su obra vendría a ser el producto del temor a la orfandad y la innovación. Nin se sentía identificada con dichas ideas en relación con su obra y las sesiones con Rank fueron fructíferas. Este intercambio intelectual los lleva inevitablemente a compartir el diván y en mayo de 1934 se convierten en amantes. Rank es invitado a dar conferencias en Nueva York y le pide a Nin que lo acompañe. Ella convence a Hugo y a fines de año está de regreso a la ciudad de su adolescencia. Gracias a sus lecturas y a su conocimiento práctico del psicoanálisis, Rank le consigue pacientes y durante los meses siguientes Nin trabaja como psicoanalista. En esos años no era necesario tener estudios universitarios ni tener una licencia para practicar el psicoanálisis. Tampoco existían las barreras del código ético que prohibían las relaciones consensuales entre terapeuta y paciente. Los pacientes de Nin eran en su mayoría mujeres de la alta burguesía, esposas de los ejecutivos de Wall Street. En enero de 1935, Nin le paga el pasaje en barco a Miller y el ménage à trois con Rank continúa. El psicoanalista austriaco incluso deriva varios pacientes a Miller. Algunos testimonios de las pacientes de Nin confirman sus cualidades como terapeuta. Hugo viaja a Nueva York por negocios y retorna con Anaïs a París en junio de 1935. Miller también regresa al poco tiempo y las relaciones íntimas con Nin duran un total de diez años, aunque su amistad perdurará toda la vida. Ella sigue buscando a “el hombre que me libraría de todos ellos” como escribe en Fire. The Unexpurgated Diary of Anaïs Nin, 1934-1937. Y añade: “Regresé a Francia para vivir mi propia vida ‒para encontrarme‒ pero esa es una triste necesidad comparada con la de amar… amar está primero… amar, perder, ceder”. Esta búsqueda romántica del hombre total y su dependencia del afecto masculino fue la crítica principal de la tercera ola feminista durante la década del 90 a Nin.
Gonzalo More entra en la vida íntima de Anaïs en julio de 1936. El militante comunista peruano era amigo de César Vallejo y esposo de la famosa bailarina cusqueña Helba Huara. La pareja se había conocido en Lima y luego emigraron a Nueva York donde Huara tiene una carrera exitosa, la que continuará cuando se mudan a París. Gonzalo y Helba frecuentaban los círculos de la vanguardia artística y literaria parisina y en una de esas reuniones conocen a Anaïs. More y la escritora eran ideológica e intelectualmente diferentes, pero eso no impide la atracción sexual entre ambos que se prolongará por más de diez años, como en el caso de Miller. Ella lo llamaba el “tigre que sueña” y el 3 de julio escribe en Fire: “Gonzalo. Indígena inca, ojos de carbón, pelo, una cara bellísima. Recuerdo cuando nos conocimos, el impacto de su belleza, oscuridad, intensidad. Gonzalo, místico, soñador, puro; nobleza, grandeza, calidad, profundidad, raza. Gonzalo, susurrando mientras bailamos…Todo esto en castellano. Mi sangre escucha el castellano. Oigo el castellano a través de oscuros canales subterráneos. Siempre esperé el lenguaje del amor en castellano”. Nin también proveerá apoyo económico a More durante todo ese tiempo. En agosto de 1937, compra una prensa manual, se la regala a Gonzalo para que pueda imprimir propaganda política a favor de la Guerra Civil española y, determinada a auto publicar sus libros, le pide que le enseñe a usarla. El año anterior Hugo había tenido que pagar por la impresión de la primera obra publicada de Nin. The House of Incest salió bajo el sello Siana Editions ‒Anais al revés‒ fundada por ambos. La segunda edición de la nouvelle sale en 1947 ‒ahora sin el artículo The‒ publicada con Gonzalo en la ciudad de Nueva York, adonde ambas familias habían llegado a fines de 1939 escapando de la II Guerra Mundial. En enero de 1942, Hugo compró una prensa de pedal usada para compensar la frustración de Anaïs, a causa del rechazo de sus novelas por parte de las editoriales estadounidenses. Ella hizo instalarla en el departamento de Greenwich Village donde tenía sus encuentros sexuales con Gonzalo. Así nació Gemor Press. Nin escoge ese nombre fusionando el sonido de la letra “g” en inglés con las tres primeras letras del apellido More. Trabajando bajo la dirección de y con Gonzalo imprimen, a fines de mayo de 1942, la segunda edición de Winter of Artifice. La recepción en los círculos intelectuales neoyorquinos es unánime y críticos como el poeta William Carlos Williams ponderan el libro, pero de los 500 ejemplares se venden pocos, ni siquiera para cubrir los costos de impresión. Nin se convierte en una escritora subterránea, admirada por pocos lectores. Las casas editoras de EE.UU. rechazan publicar sus novelas y menos los diarios debido al contenido sexual y el lenguaje experimental de Nin. Este relego continuará por más de dos décadas, hasta la publicación del primer volumen de su diario expurgado en junio de 1966. La sociedad misógina, puritana y patriarcal del imperio finalmente le abrirá las puertas al reconocimiento literario.
5. Anaïs Nin pertenece a la estirpe femenina y feminista que se entronca con Sor Juana Inés de la Cruz, Flora Tristán, Delmira Agustini y Rosa Arciniega. Fue una pionera como mujer y escritora. Las barreras patriarcales y burguesas no la detienen para proclamar en su vida, como Adela en La casa de Bernarda Alba, que es dueña de su cuerpo, haciendo con él lo que le plazca. Aspira a una escritura que escriba el cuerpo femenino, dice Tookey. Aunque su sexualidad liberada contradice su dependencia emotiva de Hugo, Miller, More y Rupert Pole. En marzo de 1955, dinamita en sus cimientos el matrimonio como institución obsoleta cuando se casa con Rupert Pole ‒sin haberse divorciado de Hugo‒ y vive con él en California, alternando estadías en Nueva York con su primer esposo. Nin establece y oculta esta relación bígama hasta su muerte en 1977, cuando recién se enteran sus esposos y el mundo literario. Este fue un factor importante para el rechazo de su obra y persona por parte del movimiento feminista durante la década del 90, después de su aceptación incondicional por la segunda ola feminista iniciada en los 60. Otro fue la publicación en 1992 de Incest. The Unexpurgated Diary of Anaïs Nin: 1932-1934. El término inexpurgado no es exacto. De acuerdo con Bair, sólo aplica a las relaciones sexuales descritas porque la edición cuidada por Pole encubre identidades reales y la cronología de los hechos es arbitraria. El diario describe detalladamente los encuentros incestuosos de Anaïs con su padre en Francia y la recepción entre los críticos estadounidenses fue sesgada debido al enfoque puritano de sus argumentos. Otro tópico polémico es la descripción del aborto voluntario de Nin. La biografía de Bair también contribuyó a este retroceso en la valoración de la obra de Nin. Aunque bien documentada ‒gracias al acceso que tuvo a los manuscritos originales de la Universidad de California Los Ángeles‒ es bastante subjetiva. Bair usa un tono condescendiente y enfatiza la personalidad contradictoria de Anaïs. La representa como un objeto sexual, resaltando sus pecadillos morales, en detrimento de la complejidad estructural y el carácter pionero de los diarios. Podemos afirmar que el género literario puede dividirse en dos periodos: antes y después de Nin. La tersura de su prosa es un monólogo introspectivo de asociaciones libres, producto de su experiencia psicoanalítica y usando un punto de vista femenino. El discurso fluye como un rio desbordado, es inherentemente humano y revela las diferencias esenciales entre lo femenino y lo masculino. También es femenino en el sentido estilístico, comparable al flujo mental continuo de Molly Bloom en el Ulysses de Joyce.
Algunos autores y obras literarias no sobreviven el paso del tiempo. Otros renacen de sus cenizas gracias al impulso de las nuevas generaciones. Es el caso de Anaïs Nin. Desde la década pasada sus diarios y novelas han recobrado relevancia. La proliferación de las redes sociales en línea le ha permitido a músicas, escritoras y artistas ‒principalmente‒ recuperar y difundir la obra de Nin. Su visión liberadora de la psicología, la sexualidad y la condición femeninas subyugada a los códigos patriarcales es lo que cuenta. No lo que hizo con su cuerpo.
Por Raúl Soto
Columna publicada originalmente el 23 de noviembre de 2023 en Intervención y Coyuntura.