Para diecisiete años de dictadura, casi veinte de prolongación institucional, política y económica es un poquillo demasié. Vistos los resultados… definitivamente demasié.
Ya basta.
La crisis financiera, económica, social y política desatada por el neoliberalismo desmadrado va poniendo en evidencia lo que había detrás del discurso exitista de la pensée unique: un vasto pillaje operado sobre los miles y miles de empresas y los cientos de millones de trabajadores que producen la riqueza real.
La pretendida “eficacia del mercado” no es sino la máscara con la que los maleantes financieros se disfrazan para destruir hasta la noción de interés general, para hacer desaparecer la democracia, la soberanía popular.
La institucionalidad legada por la dictadura, -y tan celosamente conservada por el cogobierno Concertación-Alianza desde 1990-, no es sino la expresión más acabada de lo que los promotores del neoliberalismo intentan imponer a escala planetaria: la dominación del mercado y de los poderes financieros, y la sumisión de la clase política a sus objetivos, a su lenguaje, a sus intereses, a su voracidad de lucro.
Fuera de la acumulación insensata de riqueza, de la concentración de capital a niveles nunca vistos en la historia de la humanidad, nada parecía tener sentido. Hasta que se rompió la burbuja dejando atrás miseria, desempleo, precariedad, recesión, hundimiento de los sistemas de previsión, destrucción de los servicios públicos, sufrimiento.
Hayek, Friedman, Reagan, Thatcher, Bush, Aznar, Piñeras, Lagos, Eyzaguirre, Velasco… son algunos de los nombres que jalonan la puesta en práctica de los postulados neoliberales.
Ya basta.
Las fuerzas republicanas, democráticas, populares y revolucionarias se van reactivando. Van saliendo del letargo, de la desesperanza, del derrotismo, de la fatalidad del mal menor. Van osando creer de nuevo en la alternativa propia. Diferentes líderes, cada uno con buenas razones, se pone al frente y propone encabezar la lucha.
No obstante, para darle pujanza real, credibilidad y brío, es necesario unir en solo bloque las fuerzas del pueblo. La historia muestra que la división solo le sirve al adversario.
Esa aguda consciencia lleva a muchos a pensar que basta con lanzar idea de las primarias de la izquierda. Creer que basta con las primarias, -forma por lo demás ajena a las tradiciones del movimiento popular-, que de un modo u otro implican una competición fratricida, un desgaste seguramente innecesario, es un error que puede costar caro.
Para hacerle frente a la catástrofe neoliberal no basta con la forma.
Es preciso definir el fondo, el contenido de nuestras proposiciones, de nuestro programa, plasmar la inmensa aspiración colectiva de profundas transformaciones institucionales, económicas y políticas que Chile y su pueblo necesitan.
No hablo de estructurar una oferta alternativa. Esto no es una feria ni un mercado. Se trata de recorrer un largo y difícil camino, para lo cual hay que transformar las fuerzas sociales en fuerza política capaz de traducir en decisiones concretas las aspiraciones de todo un pueblo.
Y esto no se resume al modo de designación de un candidato. Las primarias surgieron en el marco de la institucionalidad heredada de la dictadura como una mala copia del proceso electoral yanqui. En Chile, hasta para definir el universo de electores hay que recurrir a los dispositivos pergeñados por el dictador.
De Lautaro a Manuel Rodríguez, de Santiago Arcos y Francisco Bilbao a Luis Emilio Recabarren y a los mineros del salitre, de la República Socialista de Marmaduque Grove al movimiento popular que llevó a Salvador Allende a la Moneda, de los combatientes de la clandestinidad a los pingüinos, los chilenos hemos hecho prueba de creatividad para construir las organizaciones populares, para definir su estrategias de lucha y para designar a sus líderes.
Siempre, dándole al sueño común la solidez de un objetivo claro y de los modos de alcanzarlo. No se trata de un combate coyuntural, el de la primera vuelta, para negociar un plato de lentejas en la segunda. Se trata de forjar las fuerzas que deben alcanzar el poder para realizar sus propios objetivos sociales, republicanos, democráticos y populares.
Se trata de derrotar el cogobierno Concertación-Alianza, a los herederos de la institucionalidad y del modelo económico de la dictadura.
Para ello nada es más urgente que la reunión de todas las organizaciones, de todos los líderes, en torno a la tarea gigantesca de construir el programa de todos. Si no somos capaces de eso… ¿De qué sirven las primarias?
Fondo y forma. Forma y fondo.
No solo forma.
Por Luis Casado