Desempolvo mi antigua profesión de sociólogo para proponer una explicación de los tan sorpresivos resultados de la reciente elección presidencial, y sacar algunas conclusiones que creo muy importantes.
Para ello propongo distinguir entre: “la gente”, o sea todos los chilenos; “los electores”, esto es, los ciudadanos que votan, “los movimientos sociales”, es decir, la gente que se moviliza en función de demandas y de causas sectoriales, y los ‘políticamente comprometidos’, o sea los que tienen posiciones políticas definidas (de izquierda, derecha o centro) por razones ideológicas, tradición familiar, causa social u otra razón.
No haber hecho esta distinción ha llevado a incurrir en errores políticos de proporciones. Entre ellos:
- Elegir candidatos en base a las encuestas, pensando que ellas son indicadores de lo que decidirán los electores.
Las encuestas recogen, y sólo aproximadamente, las opiniones de ‘la gente”, no de los electores. El error de los encuestólogos fue inventar la categoría “votante probable”, sin saber quienes forman “la gente” que no vota.
En verdad nadie sabe quiénes son los que no votan. Se hicieron suposiciones, pensando que eran mayoritariamente de izquierda, jóvenes de movimientos sociales, y por eso la gran campaña del gobierno, de la NM y del Frente Amplio llamando a votar.
Mi hipótesis es simple y obvia: los que no votan es la gente que no se interesa en la política. Y son muchos, como lo demuestran todas las encuestas sobre lo que ‘la gente’ ve en la tele, lo que escuchan en la radio, lo que leen, etc. No se interesan en la política, significa que no son de izquierda ni de derecha ni de centro. Piensan que sus vidas no dependen de quienes gobiernan, o que la política es sucia, o no estoy ni ahí, o creen en ‘otra política’, o están indecisos entre tanta palabrería, o no la entienden, o no le creen a los políticos, etc. No importa la razón, lo decisivo es que no les interesa la política tal como ella es. Y por tanto, no votan si el voto es voluntario.
Obsérvese que en las encuestas, hay “gente” no votante, que sin embargo indica preferencia entre candidatos, porque el encuestador lo pone ante la alternativa. Y entonces indican preferencia en base a si les ha gustado verlos en la tele, o criterios de farándula, o deportivos, etc. pero no criterios políticos.
- Otro error es suponer que la gente de los movimientos sociales es políticamente comprometida, y por tanto, electores mayoritariamente de izquierda.
Los movimientos sociales son sectoriales, esto es, gente que se moviliza por una causa particular: las pensiones, las deudas del CAE, el medio ambiente, el feminismo, etc. No hay razones suficientes para vincular una causa social a una orientación política electoral. El movimiento contra el CAE o contra las AFP, son en gran parte personas que quieren sacarse de encima las deudas y aumentar sus ingresos o los de pensionados en sus familias. Los participantes en movimientos sociales, si votan, cuando votan, lo hacen como ciudadanos que tienen visiones y perspectivas políticas generales, no sectoriales. Algunas o muchas (os) feministas, pueden votar por una mujer, y entre dos hombres pueden ‘no estar ni ahí’, si no tienen adhesiones ideológicas de izquierda, centro o derecha.
Por eso se creyó que la votación de Beatriz Sánchez podría ir en masa a Guillier. Los electores ‘políticamente comprometidos’ con el FA son los que votaron en las primarias, o sea, menos de 400 mil. No los que votaron por Bea Sánchez en la primera vuelta. No era realista suponer que los votos de Beatriz Sánchez se sumaran en masa a Guillier.
- Tercer error: definir los Programas y las campañas de los candidatos y coaliciones, en base a los temas que activan los movimientos sociales. El error fue especialmente de las izquierdas y de la DC. Hay grandes temas de interés de los electores, que no dan lugar a movimientos sociales, por ejemplo, el crecimiento económico, que el estado sea menos burocrático, el desempleo, la salud, la delincuencia, la drogadicción, y varios otros, que para muchos electores son prioritarios sobre los temas ‘sectoriales’, a la hora de votar. Por estos temas, vota incluso mucha ‘gente’ que no está políticamente comprometida pero que se siente afectada.
Ahora bien, además de todo esto, y como gran asunto que nos obliga a pensar mucho más a fondo en cómo actuar y organizar la acción transformadora, advierto lo siguiente:
El sistema económico capitalista y el sistema estatal partidista subsisten a pesar de que una gran mayoría dice no quererlos e incluso repudiarlos. Esos ‘sistemas’ subsisten por la sencilla razón de que las mismas personas que los rechazan, viven en casi completa dependencia de ellos, y no sabrían qué hacer, cómo subsistir y vivir, si se derrumbasen. No quieren a un sistema que necesitan vitalmente. Por eso un verdadero cambio, la superación del capitalismo y del estatismo partidista, han de comenzar necesariamente haciendo crecer los espacios personales y comunitarios en que podamos ser más creativos, autónomos y solidarios.
Estoy convencido de que el gran problema que impide el cambio, es que la inmensa mayoría de las personas depende existencialmente de ese sistema capitalista y estatista; también dependen de él los que no lo quieren y quisieran cambiarlo. Pienso, incluso, que una razón muy profunda para no querer este sistema y desear cambiarlo, es precisamente que nos hace depender existencialmente de él, y de quienes lo comandan.
Por eso, es un error creer que el camino para un cambio profundo es poner muchas expectativas en la actividad política actual, en que observamos a fuerzas que luchan por controlar el poder del estado.
Muchos piensan: «Un gobierno que nos represente va a cambiar las cosas». Falso, porque los gobiernos (y el estado) también dependen de ese ‘sistema’ capitalista.
Pongo ejemplos: Para mejorar las pensiones, condonar las deudas del Crédito con Aval del Estado, ampliar la gratuidad universitaria, mejorar calidad y coberturas de salud, etc., el estado debe contar con más dinero, que necesariamente le deberá ser proporcionado por (extraido de) las ganancias del gran capital, o de créditos del capital financiero. (Pues nadie piensa que pudiera obtenerlos de más impuestos a los consumidores – IVA – o a las PYMES). Ello le exigirá (al gobierno) permitir e incluso facilitar que el gran capital obtenga más ganancias, las suficientes para que tribute más sin retirarse del país, y que el capital financiero (del que dependerá aún más después de endeudarse con él) obtenga las correspondientes ganancias futuras.
Esto, tan simple y obvio, lo comprendió a comienzos del siglo pasado Luis Emilio Recabarren, fundador del Partido Obrero Socialista, quien proponía e impulsaba que los obreros y campesinos debían ganar autonomía mediante la creación de cooperativas y mutuales. Proponía lo que continúo proponiendo: aumentar los espacios de creatividad, autonomía y solidaridad, de todos quienes sufren en, y no gustan de, este sistema, como condición necesaria de un verdadero cambio de condición existencial. En este camino, muy relevante es construir socialmente una economía solidaria.
Yo pienso que los resultados de las elecciones recientes tienen un mérito, que es precisamente llevarnos a pensar que el cambio hay construirlo en el plano de la vida social en su complejidad, desde lo personal, familiar, local, y ampliando la perspectiva progresivamente. En tal sentido, es bueno que abandonemos la ilusión de las izquierdas estatistas, que han tenido atrapadas las conciencias de quienes quieren transformaciones sociales a lo largo de un siglo y medio, sin mayores resultados (como lo demuestra el hecho de que lo que se ha conseguido con tantas luchas, es la realidad tal como es hoy, con algunos adelantos significativos, pero siempre y cada vez más, con un predominio tremendo y terrible del capitalismo salvaje.
Luis Razeto
Univérsitas Nueva Civilización