En un país como el nuestro, en el que cuatro operadores concentran el 90% de los medios de comunicación (10% más que la media de América Latina) y solo dos concentran el 98% de la prensa escrita, que es la que marca la agenda noticiosa, no es raro que con extrema facilidad se construya una única versión de los hechos y es menos raro aún que esa única versión esté tergiversada, si tomamos en cuenta que esos dos operadores (El Mercurio y COPESA), pertenecen al mismo sector social: el de la derecha y el gran empresariado.
Es por ello que atacar a Venezuela y a la revolución Bolivariana, es un paso obligatorio para la izquierda que quiere congraciarse con el establishment, en una señal de buena conducta. Una señal necesaria, a pesar de que implique la renuncia a los principios del internacionalismo y la solidaridad entre los pueblos, a pesar de que implique dejar de ser de izquierda. A nosotros no nos interesa.
De la Nueva Mayoría, salvo la honrosa excepción del Partido Comunista, ya no nos extraña que se haga un pronunciamiento injerencista a la medida del Presidente Trump, en contra del proceso más democrático que puede llevar a cabo un pueblo, una Asamblea Nacional Constituyente. Y de la Candidata del Frente Amplio, Beatriz Sánchez, cada vez nos extraña menos, aún cuando destacamos la disonancia entre sus permanentes declaraciones desafortunadas y la consecuencia de sus bases que se han pronunciado en apoyo de la libre determinación de las y los venezolanos.
La renuncia a la verdad nos indigna, la renuncia de la izquierda nos duele. Pero la injusticia en América Latina permanece, lo que reafirma nuestro compromiso de lucha por la transformación de esa dura realidad.
En Chile, un sector de la izquierda y la centro izquierda se ha doblegado por la manipulación mediática, sin ninguna capacidad de análisis propio para empinarse por sobre la Cordillera de los Andes y ver el contexto general de la ofensiva neoliberal en todo el continente. Por ello habla sin vergüenza alguna de “dictadura” y de “violaciones a los Derechos Humanos”, en consonancia con la campaña sediciosa de la oposición Venezolana y del intervencionismo digitado por la CIA, tal como lo hicieron con Allende en 1973. Esto lo sabe mi generación, la del 80 y la generación que fue aniquilada por la dictadura también; Chile no puede perder la memoria.
Aún así, en contra de toda lección histórica, hay una izquierda amnésica y otra desvergonzada, que repiten al igual que un papagayo, que el candidato José Felix Pineda fue asesinado a tiros, pero omiten que Pineda fue asesinado por la derecha y que era de las filas oficialistas. Repiten que había locales de votación vacíos, pero omiten que la oposición tenía barricadas alrededor de esos locales y que donde hubo paz la gente fue en masa a votar. Repiten las cifras de los muertos, pero omiten que el 85% eran chavistas o ciudadanos pacíficos asesinados y quemados por la derecha en las protestas y los saqueos, y que por el 15% restante hay más de treinta policías presos y procesados. Hablan sobre el desabastecimiento, pero omiten las toneladas de comida quemadas por la oposición. Hablan sobre la falta de medicamentos, pero omiten el tráfico ilegal de medicamentos hacia Colombia. Hablan de represión, pero omiten que las víctimas de la violencia opositora han sido jardines infantiles, hospitales y gente inocente y que la policía, con lacrimógenas y carros lanza agua, no porta armas de fuego y enfrenta a manifestantes armados.
En Venezuela votaron más de ocho millones de personas, un millón más que los votos que obtuvo Maduro en su elección presidencial. Ocho millones en un contexto de violencia, en el que las fuerzas de orden fueron atacadas con armamentos y explosivos, y los votantes estaban amenazados de muerte por la oposición. La foto al día siguiente en todas las portadas de América Latina (incluidas las de COPESA y El Mercurio) fue la misma, una bomba lanzada por la derecha terrorista que estalló en medio de una caravana montada de la Guardia Nacional Bolivariana; pero nadie se preguntó por los muertos o heridos, ni se dijo a qué sector pertenecían.
En Venezuela votaron más de ocho millones de personas, pero Mugica, el CEO de Smartmatic, la empresa que ha trabajado en el conteo electrónico de votos durante 21 elecciones, y que aseguró que el sistema era infranqueable, ahora dice que hay un desfase de un millón de votos, curiosamente justo después que Trump amenazara con la confiscación de todos sus bienes.
Pero la verdad está ahí, en las actas y en los votos sujetos a ratificación, está en el pueblo venezolano que enfrentó el miedo a las represalias de la derecha y fue a votar.
La verdad está ahí, en los procesos populares. Nosotros desde la izquierda y desde la ciudadanía, jamás renunciaremos a ella.
*Senador de la República