Por Efemia Chela para Globetrotter
El 24 de febrero de 2023 la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Gays y Lesbianas (NGLHRC, por sus siglas en inglés) obtuvo una victoria histórica en el Tribunal Supremo de Kenia. Por fin pudo registrarse como organización no gubernamental (ONG) oficial, tras una batalla legal de 10 años en un país donde la homosexualidad está proscrita. Sin embargo, las celebraciones de la comunidad LGBTQ+ se vieron truncadas por una oleada de reacciones violentas. Un día después, las organizaciones locales informaron de un aumento inmediato de las “agresiones verbales y físicas”, y en las ciudades costeras se celebraron grandes manifestaciones contra la comunidad LGBTQ+.
En toda África se libran actualmente batallas similares sobre qué se considera una forma legítima de amar y qué persecuciones están justificadas. La retórica queerfóbica es utilizada por los políticos para obtener estrechos beneficios políticos. El activista anti-LGTBQ+ ghanés Sam George afirmó que “la cultura ghanesa prohíbe la homosexualidad” y la diputada keniana Farah Maalim caracterizó el hecho de existir como persona LGTBTQ+ como algo “peor que el asesinato”.
Las antiguas leyes coloniales que penalizaban la actividad sexual entre personas del mismo sexo y la variación de género quedaron intactas tras la independencia de los países. Muchos africanos y africanas seguían ignorando el África precolonial, donde la homosexualidad estaba presente y se celebraba con regularidad, porque esas historias eran difamadas. En la actualidad, estas leyes de la época colonial se siguen utilizando para oprimir a las personas LGBTQ+, que no reciben ningún apoyo estatal y que también ven obstaculizados sus intentos de apoyarse mutuamente por la intolerancia.
En el siglo XXI, la influencia occidental ha intensificado la homofobia de Estado en África. Esta forma de neocolonialismo imita la colonización inicial de África a través de los misioneros cristianos. Desde 2007, al menos 54 millones de dólares procedentes de iglesias derechistas estadounidenses han inundado el continente para luchar “contra los derechos LGBT y el acceso al aborto seguro, los anticonceptivos y la educación sexual integral”. Destacados políticos contrarios a LGBTQ+, como el ministro de Estado de Comercio, Industria y Cooperativas de Uganda, David Bahati, han recibido 20 millones de dólares para hacer campaña en favor de una legislación más draconiana. Quizá no sorprenda entonces que en Uganda el 21 de marzo de 2023 se aprobara una nueva ley que “castigará con la muerte los actos homosexuales”.
Otras fuentes de dinero se están recaudando positivamente para apoyar a las personas LGBTQ+. El Fondo Trans y Queer (TQF) es un ejemplo esperanzador de organización de base basada en valores socialistas y abolicionistas en Nairobi, Kenia. El fondo fue fundado en marzo de 2020 por Mumbi Makena, una escritora feminista y organizadora con la que hablé dos días después de la victoria en la NGLHRC. Formó TQF con sus amigas durante la pandemia de COVID-19.
Entre los movimientos de la clase trabajadora de izquierdas de Nairobi, algunos miembros del equipo de TQF se dieron cuenta de que muchos veían “la homosexualidad como una distracción” de otras cuestiones socioeconómicas y de que había una reiterada hostilidad hacia los organizadores queer y las mujeres. Aunque el debilitamiento del crecimiento económico en África afecta a todo el mundo, las principales organizaciones no estaban dispuestas a abordar cómo la identidad LGBTQ+ marginaba aún más a algunas personas en Kenia, ni a llegar a ellos específicamente.
Sin embargo, la TQF se comprometió y creó inicialmente un sistema de ayuda mutua para proporcionar fondos de socorro a las personas LGBTQ+ cuyos medios de subsistencia desaparecieron debido a los cierres ordenados. Makena explicó que muches kenianos queer y transgénero trabajan en los sectores de servicios y hostelería, que les aceptan mejor. Durante la pandemia, las ONG favorables al colectivo LGBTQ+ se vieron limitadas por los donantes y no pudieron reasignar fondos previamente asignados a la ayuda para la COVID-19. Sin embargo, TQF pudo ser ágil y receptiva desde el principio, trabajando de forma no burocrática ni jerárquica. TQF trabaja de forma voluntaria en línea a través de cuentas de Twitter e Instagram y distribuye fondos mediante dinero móvil.
En tres años, TQF ha recaudado y desembolsado la impresionante cifra de 50.000 dólares y ha ayudado a más de 1.000 personas. Apoya a su comunidad de formas ingeniosas: cubriendo los billetes de autobús para que la gente asista a las marchas y gestionando las donaciones de muebles para quienes crean casas seguras para transexuales. La facilidad de acceso al Fondo Trans y Queer significa que las personas LGBTQ+ tienen dónde acudir si son repudiadas por sus familias o necesitan dinero para tratamiento médico tras sufrir violencia homófoba. La ayuda mutua se basa en contribuciones procedentes en gran medida de particulares de Kenia, pero también de Canadá, los Estados Unidos y el Reino Unido. Describe su iniciativa como “trabajar por un futuro en el que todas las personas estén libres del imperialismo, el capitalismo, el cisheteropatriarcado y el etnonacionalismo”. Anima a todos los que entren en contacto con el TQF a intentar entenderlo como un bien común, un recurso colectivo. El siguiente paso para el grupo, afirma Makena, es la educación política, para que tanto los recaudadores de fondos como los beneficiarios puedan “empezar a formarse análisis radicales de lo que ocurre en el mundo”.
Las ONG han desempeñado un papel decisivo en la consecución de algunos éxitos en favor de las personas africanas LGBTQ+. Por ejemplo, encabezaron la defensa que llevó a la despenalización de la homosexualidad en Botsuana y Angola, en 2019 y 2021, respectivamente. Pero la ley tiene sus limitaciones. Sin un cambio en las actitudes sociales, sociedades como Sudáfrica, hogar de la que se describe como “la constitución más progresista del mundo”, siguen sufriendo violencia homófoba y discriminación. En 2019, unas ONG intentaron que el Tribunal Supremo de Kenia declarara inconstitucionales los artículos 162 y 165 del Código Penal, que penalizan la homosexualidad, pero la petición legal no prosperó.
Como señala Makena, el mero hecho de cambiar la ley no aumenta automáticamente la seguridad de las personas LGBTQ+. Advierte del peligro de limitar la liberación queer a un marco de derechos liberales que no aborda las realidades cotidianas a las que se enfrentan las personas LGBTQ+ de clase trabajadora. Makena señala: “Debemos forjar mayores solidaridades dentro de los movimientos de izquierda en Kenia, pero también con las personas LGBTQ+ en el extranjero, que a menudo guardan un notable silencio sobre las intersecciones entre el antiimperialismo y nuestra lucha por la dignidad y la seguridad queer”.
Un efecto dominó de las leyes homófobas es que pueden eliminar el apoyo a los enfermos de VIH/sida y a los profesionales del sexo, dos grupos que a veces se solapan con la comunidad LGBTQ+. Cualquier tipo de ayuda puede ser tergiversada como promoción de la homosexualidad y, en el caso de la nueva ley de Uganda, se castigará a cualquiera que “instigue a la homosexualidad”. En un continente que ya se enfrenta a las repercusiones de la “ley mordaza global”, que redujo la financiación extranjera para la salud y los derechos sexuales y reproductivos, esto afectará sin duda a la atención sanitaria tanto para las personas LGBTQ+ como para las heterosexuales.
Debido a las graves consecuencias de la injerencia extranjera, resulta aún más crucial que los países africanos financien sus propios sistemas de bienestar. Mientras perdura la intolerancia hacia las personas africanas LGBTQ+, perduran los esfuerzos por organizarse para satisfacer sus necesidades a través de iniciativas como la ayuda mutua. La TQF anima a otros a crear fondos mutuos similares para fortalecer la comunidad. “A largo plazo”, afirma Makena, “no queremos que las personas LGBTQ+ sean sólo beneficiarias pasivas de los fondos o se desradicalicen; queremos que la gente reflexione sobre la TQF y participe activamente en su propia liberación, definiendo colectivamente la agenda”.
Ya es hora de que las comunidades africanas aprendan a aceptar mejor la diversidad y reconozcan que todos nuestros destinos están ligados. Vale la pena “volver a las fuentes” para redescubrir las tradiciones culturales autóctonas africanas en torno a los variados géneros, que permitan dar respuestas más flexibles a les homosexuales y transexuales de hoy. La libertad en su sentido más pleno incluye el derecho a la intimidad y el derecho a amar y a construir las estructuras familiares que uno elija. Las personas africanas LGBTQ+, como cualquier otro grupo, deben poder organizarse para conseguir su propia libertad. Seguiremos haciéndolo a pesar de los desafíos diarios a nuestra humanidad.
Biografía de la autora: Este artículo fue producido para Globetrotter. Efemia Chela es editora e investigadora del Instituto Tricontinental de Investigación Social y es directora de publicaciones de Inkani Books. Realizó un máster en estudios sobre el desarrollo por la Universidad de Witwatersrand y ha escrito en publicaciones como The Continent y Johannesburg Review of Books.
Fuente: Globetrotter
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