Caracoleando en medio de la inmensa multitud que cubría una Alameda repleta. Vagando más solo entre los liceanos disfrazados de pacos, de piratas, de un cuanto hay, los cabros se engalanaron carnavaleando la manifestación, y sin dejar de ser muy política, también revoloteaba un aire de alegría, de soltura, de libertad para tomarse la calle, para gritar a todo pulmón “Weón, aprende a gobernar”; “Y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet”. Y es ahí, en ese grito, donde se une la memoria de un pasado nefasto con la actual democracia liderada por los mismos chupasangres de la pasada tiranía. Es sólo en ese grito, y en otros, donde uno puede pensar que los jóvenes en este país aún saben de dónde vienen las faltas en salud, educación y justicia. Es ahí, en ese eco del “Y va a caer”, donde se rebela el posicionamiento cruel de la actual Constitución, tan pinochetera, hecha por la mano de Guzmán, y actualizada por la Concertación al momento de pactar suciamente la apertura de la democracia. Son los errores del pasado reciente, es la mugre bajo la alfombra presidencial de La Moneda que han pisado varios mandatarios. Es el escollo binominal que no permite una participación equitativa de la ciudadanía en el proceso electoral. Desde alguna cueva congelada del invierno nibelungo, el tirano se debe reír, sabiendo que el país sigue sujeto de su pezuña diabólica. Por eso, esa mañana de un frío siberiano, me levanté y fui a la marcha a sumarme al masivo descontento, aunque a mí nunca me gustó estudiar, odiaba las tareas y los exámenes y las disertaciones y las clases todas. Pero bueno, era mi placer vagabundear por las calles turisteando la city. Al igual que esa mañana de marcha donde el pueblo estudiantil y docente se juntaron para vocear su protesta. Quizás ese haya sido el único día en que profesores y estudiantes unieron los mismos cantos, los mismos gritos, los mismos conchesumadres, los mismos pitos de yerba compartidos en un alto de la marcha. (Y qué tiene, weón hocicón del liceo Argentina que delatas a tu profe porque comparte un pito con ustedes. Traidor, soplón que apareces en la tele acusando a tu profe buena onda. Eso lo vi esta semana en las noticias). Y también vi la marcha y especialmente los desmanes, que es lo único que muestra la tele igual de soplona. Y yo estaba ahí cerca, pude ver que sólo era un lote de 10 pendejos que hacía rato andaban moviéndose, cachando a los estudiantes que descuidaban la mochila. Los vi, y se notaban que eran patitos malos infiltrados en la multitud. Tampoco yo los iba a funar, cada uno se mueve como puede, aunque pienso que ellos boicoteaban la manifestación, el lumpen a veces ataca lo débil, no tiene romanticismo moral ni ideológico, es camaleónico con respecto al dinero y se presta para cualquier cosa. Es producto del mercado, se compran, se venden, se arriendan. Alguna vez se usaron en la dictadura y dejaban la cagada asaltando hasta el kiosco de la señora de la esquina, esta neo delincuencia no es de confiar. Ni Billy the Kid, ni Bony and Clide, ni Jesse James. Sólo un flaiterío amante de las marcas y de la farándula trapera que haría cualquier mierda por estar allí, en ese mundo de papel dorado.
En fin, igual disfruté la aglomeración escolar, vitrineando a los chicos que cada día están más guapos, cada día están más bellos. Y cuando corren con la molotov en la mano, cuando caen y se levantan elásticos con la capucha en la cara, cuando se atreven y les hacen frente a los pacos rayando el guanaco, más los amo, más quisiera tener sus años para confundirme en su iracunda rebeldía. Ellos tienen claros sus amores y odios, y lo expresan a boca de jarro, sin miedo, sin el más mínimo pavor dibujan la mueca de asco que esa mañana dejó pálidos a los ministros en La Moneda tiritando tras las cortinas.
Por Pedro Lemebel
El Ciudadano Nº106, segunda quincena julio 2011