En 2019, el presidente Andrés Manuel López Obrador lanzó la propuesta de elaborar una Constitución Moral, para la sociedad mexicana.
El 28 de noviembre de ese año, AMLO defendía el uso del término “moral”, a pesar de que comentó, desdeñosamente, “les molesta a algunos…”; tampoco quiso omitir ese término, y dijo: “lo interesante es debatir por qué sí o por qué no una Constitución Moral»1
No podía ver López Obrador, que la moral, recurso favorito de religiones y tiranos, dicta a las personas reglas de conducta impuestas por un criterio ajeno, mientras que la ética busca la reflexión acerca de los valores que guían la conducta de cada persona, como una decisión autónoma.
La idea de contribuir a “mejorar” la convivencia en la sociedad, no es en sí reprochable, pero sí lo es querer imponer a los demás las propias ideas sobre lo que es comportarse “bien” o “mal”.
Cartilla Amoral vs Cartilla Moral
Como material preparatorio para sus proyectos moralizantes, AMLO ordenó la distribución de la Cartilla Moral, del célebre escritor regiomontano Alfonso Reyes (1889-1959), que contiene una serie de normas para el comportamiento de la persona para consigo misma, con la familia, la sociedad y la naturaleza.
Reyes elaboró dicha Cartilla en 1944, a petición del gobierno mexicano, presidido en aquel entonces por Miguel Alemán Valdez.
En 2019, luego de la provocación moralista del presidente actual, el jurista, filósofo y político Rubén Islas Ramos, comenzó a escribir un ensayo titulado Cartilla Amoral, que publicó la editorial Gedisa a fines de 2022, con prólogo de Bernardo Barranco, afamado comentarista de asuntos políticos y religiosos.
La primera frase de la Cartilla Amoral es ya una contundente refutación del proyecto moralista, pues señala aforísticamente Rubén: “El sentido de la Ética es la libertad” 2 (de la que AMLO no quiere ni oír)
El autor de la Cartilla Amoral enfatiza la distinción filosófica e incluso etimológica entre Ética y Moral: la primera como reflexión sobre los valores que pueden fundamentar la conducta humana, por un lado y la segunda, como conjunto de reglas de comportamiento 3.
A lo largo de las 175 páginas de su libro, Islas hace una crítica detallada, párrafo por párrafo, de la Cartilla Moral, de Reyes, en las que hace ver las raíces cristiana y estoicas de las propuestas de Reyes Ochoa, que descansan religiosamente en el “amor” (término por demás ambiguo), el sufrimiento y la culpa.
De hecho, Reyes señala en su Cartilla Moral: “Todas las religiones contienen también un cuerpo de preceptos morales, que coinciden en lo esencial. La moral de los pueblos civilizados está toda contenida en el Cristianismo”4.
En contraste con lo anterior, llama la atención que pueblos civilizados como el Egipto faraónico, los de la antigüedad grecorromana, de Asia y América, estaban muy alejados de la sexofobia de la moral cristiana.
De hecho, Alfonso Reyes fue un hombre por demás inteligente y culto, gran conocedor de la antigüedad grecolatina, por lo que se ha difundido su imagen de personaje de tendencias liberales.
Pero en sus propias raíces tenía también elementos sobrados para comprender y expresar los afanes moralistas de un tirano, pues fue hijo nada menos que del autoritario general Bernardo Reyes Ogazón (1850-1913), uno de los personajes protagónicos del Porfiriato, y quien gobernó durante dos décadas del estado de Nuevo León, con la mano de hierro del orden dictatorial.
En febrero de 1913, Bernardo Reyes encabezó la llamada Decena Trágica y murió en el asalto al Palacio Nacional, cuando encabezaba, símbolo viviente de la moral decimonónica, la lucha contra las libertades y la “anarquía” de la Revolución de Madero.
Por eso no es sorprendente que Reyes haya encontrado la inspiración y convicción para escribir su Cartilla Moral: era el hijo de un mártir del orden “moral” que se impone a los demás.
En su Cartilla Moral, Alfonso Reyes predicaba: “El hombre debe educarse para el bien”.
Responde Rubén en su Cartilla Amoral: “Toda moral que construye una idea del bien y del mal es (como diría Spinoza5) una forma de sometimiento y obediencia. Educarse para el bien anula la libertad e impone el libre albedrío con culpa”6
Más aún, y ante todo, cuando se afirma la pretensión de educar al hombre para el “bien”, cabe de inmediato la pregunta: “¿el bien, según quién?.
Del Tercer Reich a la 4 T.
Cada Gobierno y cada religión tiene su moral para sus súbditos o feligreses.
Hitler pretendió imponer a los alemanes, la moral “aria” y nazista, basada en la supuesta “superioridad racial” y en la “fuerza de la voluntad” para obedecer las órdenes superiores.
En su libro Mi Lucha, que escribió en 1924, y que contiene su ideología y proyectos políticos (llegó al poder en 1933 y murió en 1945), señala su prioridad de “darle al pueblo aquella contextura moral que le permita … desarraigar, definitivamente, aquellos defectos bajo los cuales sufrimos hoy”7.
Hitler pretendía llevar a cabo la “transformación” radical de Alemania, que sería el llamado Tercer Reich (Imperio): el primero fue el Sacro Imperio Romano Germánico (que duró desde el siglo IX DC hasta 1806); el Segundo fue de 1871 (fin de la guerra Franco Prusiana) a 1918 (final de la primera Guerra Mundial); el Tercer Reich, la 3T de Hitler, comenzaría en 1933, y según él duraría mil años, pero sólo subsistió doce.
El Führer alemán insistiría en que “provocar una tal transformación” de la sociedad alemana, “no podría limitarse a la Constitución del Estado… sino que tendría que abarcar la totalidad de la vida civil”8.
Es decir, la ideología nazista sería la “moral” del pueblo alemán, y no podría reducirse a “jugar el rol de un simple partido junto a otros”9 .
Por eso, una de las prioridades de Hitler y su “Tercera Transformación” sería la destrucción de los partidos y de las instituciones electorales.
Bien señala Rubén Islas en su Cartilla Amoral, refiriéndose al uso tiránico de la moral: “Todo moralista es un cretino10 que asume que la validez de sus principios y reglas es universalmente válida para todos….” 11 .
La Cartilla Ética de Puebla.
Afortunadamente, no todo en la 4T ha sido autoritarismo, conflicto y conservadurismo (pues los conservadores pretenden imponer una misma moral a toda la sociedad), sino que ha tenido aspectos muy valiosos como las políticas de bienestar social y la reivindicación de las culturas prehispánicas.
En 2019, Puebla respondió a su peculiar manera a la convocatoria presidencial de moralización, con una Cartilla Ética, donde se promueve la reflexión sobre el propio comportamiento y no la obediencia a normas impuestas.
En este caso, o bien Barbosa fue más reflexivo o mejor asesorado que Obrador.
Dicha cartilla es una antología sobre personajes notables “significativos en la construcción de una mejor sociedad en Puebla”.
Entre ellos se encuentran: Miguel León Portilla, Ignacio Zaragoza, María del Carmen y Natalia Serdán, etc.; desde luego, es una selección orientada por un criterio ideológico, pero también con el principio ético de motivar la propia reflexión y toman de decisiones.
En cada caso, se incluyen una serie de preguntas al lector, sobre los valores que puede encarnar determinado personaje o acción, y en algunos casos se incluye traducción del texto a lenguas indígenas como el náhuatl, tepehua y mixteco, entre otras.
En suma, la poblana fue una mucho más racional propuesta que la presidencial.
Notas al pie de página
1. Notimex TV, YouTube, Nov 28, 2019.
2. Rubén Islas Cartilla Amoral (ensayo), Gedisa, México, 2022, , p. 19
3. Etica proviene del griego “Ethos”, que significa carácter, manera de ser, mientras que Moral proviene del latín “moris” que significa “uso, costumbre”.
El Diccionario de Uso del Español, de María Moliner (Gredos, Madrid, 1988) define “moral” como “la clasificación de los actos humanos en buenos y malos desde el punto de vista del bien en general”
4. Cit. en Islas Op. cit., p. 80.
5. Baruch Spinoza (1632-1677), filósofo holandés y de origen judío, autor de obras como Etica y Tratado Teológico Político.
6. Islas Op. cit., p. 102.
7. Adolfo Hitler. Mi Lucha, Editorial del Partido Nacional Socialista de América Latina, México, 2022, p. 154.
8. Ibid., p. 154.
9. Ibid., p. 156.
10. Según el Diccionario de Uso del Español, de María Moliner, “cretino” viene de “crétin”, que en un dialecto suizo significa “cristiano”, “y aplicado en él caritativamente como “sandio”. ; hoy en día, se usa en el lenguaje corriente, en el sentido de “majadero”, “estúpido”.
11. Islas Op. cit., p. 162.
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