Llega un nuevo año y casi naturalmente surgen la mirada retrospectiva y las evaluaciones, tanto a nivel personal como laboral. Trabajar en campañas que incluyen acciones internacionales para cuestionar el accionar abusivo de transnacionales, lleva necesariamente a desarrollar una mirada macro. Al terminar el 2010 uno también trata de sentirle el pulso al planeta y a la humanidad.
En el extremo tenemos a Frank Fenner, eminente científico, quien dio una conferencia en junio pasado para decir que “Vamos a sufrir el mismo destino que los antiguos habitantes de Isla de Pascua… Homo Sapiens se va a extinguir probablemente en los próximos 100 años… Lo que sea que hagamos ahora, es demasiado tarde”. Sus colegas esperan que su diagnóstico sea demasiado pesimista, pero la verdad es que no ven ninguna voluntad política para generar los profundos cambios para torcer este apocalíptico destino.
Por otro lado, los profesores Fred Magdoff y John Bellamy Foster, publicaron en la web un estudio titulado “Lo que todo ecologista debiera saber sobre el capitalismo”, en el que hacen un análisis sistémico sobre la interrelación entre la crisis ecológica, económica y sociocultural que asola el planeta y la humanidad. Creemos, es la forma correcta de mirar el asunto.
El panorama que ven estos investigadores, no es auspicioso. Respecto de la ecología: derretimiento apresurado de los glaciares y de los polos, desestabilización creciente del clima, sequías, inundaciones, acelerada extinción de especies, deforestación masiva, acidificación de los océanos, contaminación creciente del aire, aguas, suelos, alimentos y organismos (incluyendo prominentemente a los humanos), degradación y pérdida masiva de suelos fértiles, etc.
En lo socioeconómico es quizás más chocante, porque se refiere aún más directamente a nosotros. Para empezar, los autores citan el informe del World Watch Institute, que determinó que el planeta sólo puede sustentar 1.400 millones de seres humanos si estos utilizan una biocapacidad per capita de los niveles de la clase media de EEUU. Según los autores, aproximadamente la mitad de la humanidad, más de tres mil millones de seres humanos, viven hoy en la profunda pobreza, subsistiendo con menos de US$ 2,5 al día.
En el otro extremo, constatan a nivel global que 9 millones de individuos (cerca de un décimo del 1% de la población mundial) capturan el 50% del producto de la humanidad, con una fortuna combinada de US$ 35 millones de millones (12 ceros). Además de la salvaje inequidad y explosivo desequilibrio socioeconómico que estas cifras delatan, es importante señalar que todo el capital financiero es, un destilado final de ‘sangre, sudor y lágrimas’, del trabajo de muchos seres humanos, que laboran en condiciones que van desde la precariedad a la esclavitud.
También los investigadores argumentan que tanto la degradación ambiental como el brutal desequilibrio socioeconómico, no se pueden revertir sin un cambio radical del sistema capitalista imperante. Es la naturaleza de la bestia: consume planeta y humanidad en forma insaciable. Junto con estos autores, estamos convencidos que este síndrome letal no brota en forma inevitable de la ‘naturaleza humana.
Los humanos tenemos demostradamente una infinita capacidad para la sinergia y la cooperación entre nosotros y de nosotros con el resto de la biosfera. Todo pasa por el sistema social y cultural que nos envuelve, por la educación, por el ejemplo de los mayores. Es más fácil evadir nuestra responsabilidad creyendo que somos malos originalmente y que siempre va a haber guerra y pobreza y degradación ambiental. No solamente no estamos de acuerdo con esto, sino convencidos de que otro mundo humano es posible y que siempre ha estado y sigue estando en nuestras manos la capacidad de crearlo.
Desde hace unos siglos, quizás milenios, nos fuimos cortados en el remolino del poder brutal y la entropía. Ahora nos toca restaurar y sanar. De hecho no tenemos opción.
Por Juan Pablo Orrego
Coordinador de Ecosistemas