¿La peor crisis de nuestra historia?

Es cierto, existe una extremada liquidez (para ponernos en sintonía con Bauman), en el escenario político tanto nacional, así como regional y global

¿La peor crisis de nuestra historia?

Autor: Matías Rojas

presidentesEs cierto, existe una extremada liquidez (para ponernos en sintonía con Bauman), en el escenario político tanto nacional, así como regional y global. La inmediatez de la opinión pública por medio de las aún más instantáneas redes sociales, han promovido la ilusión de una participación falsa, una participación que solo resulta algo efectiva en el universo virtual desde donde son emanadas. La ciudadanía de la comodidad, la ciudadanía virtual se tomó las redes sociales para hacer como si participara, para hacer como si deliberara. Pero ¿es la peor crisis de nuestra historia?, al menos para el candidato de las concesiones está claro.

En este punto quisiera hacer un paréntesis temporal y situarnos a comienzos del siglo XX, cuando un furibundo Enrique Mac Iver señalaba: “Me parece que no somos felices. Se nota un malestar que no es de cierta clase de personas no de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que la habitan. La holgura antigua se ha trocado en estrechez, la energía para la lucha de la vida en laxitud, la confianza en temor, las expectativas en decepciones. El presente no es satisfactorio y el porvenir aparece entre sombras que producen la intranquilidad” (cierro el paréntesis temporal). La cita, reproducida en el excelente libro “La historiografía chilena durante el siglo XX” del Historiador Julio Pinto, candidato seguro a ganar el Premio Nacional de Historia, pareciera ser la de cualquier ciudadano del presente (guardando las debidas proporciones claro está).

Lo que quiero decir en definitiva, es que momentos como el que estamos viviendo han existido antes, muchos. De esas crisis han emergidos experiencias diversas y algunas de ellas cruentas y brutales como la vivida a partir del golpe de Estado de 1973. Por lo que denominar a la actual sensación de cambios como la peor de nuestra historia me parece exagerado y con un claro tinte propagandista.

El candidato de los empresarios, Ricardo Lagos, al señalar que esta es la peor crisis de nuestra historia, no sólo se echa al bolsillo los traumáticos acontecimientos de comienzos de siglo pasado en cuanto a expresiones de descontento social (baste recordar lo ocurrido en 1903 en Valparaíso, 1905 en Santiago, 1906 en Bajo Pisagua desembocadura del Baker, 1907 en Iquique), en donde la convulsión social en una época sin twitter, demandaba mejoras reales en las condiciones de vida de miles de personas, sino que además quiere ignorar el candidato Lagos, la crisis económica y política de la década del 30 en donde, nuevamente los más excluidos, sufrieron el embate de una de las más profundas crisis económicas a nivel global (al menos del siglo XX). Menos aun aparecen en las palabras de Don Ricardo la situación de efervescencia social en plena guerra fría cuando otra vez, aquellos que nada poseían fueron baleados y muertos en Puerto Montt cuando el presidente DC Eduardo Frei Montalva Gobernaba un país en ebullición…

Pero, para qué andamos con cosas, sabemos en los pasos que anda el ciudadano Lagos, sabemos que sus financistas preparan los manjares para que vuelva por la puerta ancha del neoliberalismo a gobernar esta granja un tanto ruidosa. El estadista, el hombre del consenso, necesita instalar aun más la idea de crisis. Crisis que él mismo profundizó en su anterior pasada por la Moneda de la cual, recordemos, salió en transantiago.

Ahora, aprovechando el espacio que nos brinda el hombre del dedo, deberíamos reflexionar en torno a la actual situación de las cosas y pensar si queremos que de esta movediza condición política salgamos aferrados a Don Ricardo o generamos otro espacio algo más profundo y reflexivo que solo 140 caracteres. Claro, porque pensar que solo los políticos son los responsables de la actual y compleja realidad política nacional, sería ingenuo, injusto y hasta decepcionante. Si los políticos hacen todo mal, significa que nosotros los electores (directa o indirectamente) ¿hacemos todo bien? ¿Acaso no ha permeado a LA POLÍTICA la lógica de mercado y nos indignamos con ella como lo podríamos hacer con un Mall que nos cobra el estacionamiento?, como dice el filósofo español Daniel Innerarity, ¿Hay algo peor que la mala política? Si, la ausencia de política, campo fecundo de los nuevos terratenientes que con cancha tiro y lado ponen y sacan, pagan o quiebran a sus peones legisladores.

No es una aventura indicar, siguiendo al filósofo antes mencionado, que los años que viene profundizarán el desconcierto… asistiremos a una desilusión democrática. Esto debemos verlo como una oportunidad de aprender de manera colectiva, nuevas formas de hacer política que en otros momentos no se podrían haber discutido.

Frente a esta situación histórica cabe preguntarse ¿estamos frente a las puertas de una posibilidad de mejorar nuestras democracias o simplemente asistimos al colapso de ellas? La democracia parece distinguirse de las otras formas de gobierno porque sólo en ella cabe la sospecha de que tal vez no exista, o simplemente sea algo fugaz y por sobre todo, mejorable. Habría que responderle al candidato Lagos, que como él bien sabe, la historia de la democracia es la historia de sus crisis.

La crítica aguda, sintetizando, es una buena señal, una excelente señal. El que cada uno de nosotros pueda plantear nuestras diferencias y proponer mejorar aspectos incluso complejos de la realidad nacional, significa que el miedo inyectado a la médula por la aniquiladora dictadura militar, ha pasado. La transición terminó. Lo que viene está claro: hacer confluir las fuerzas que quieran hacer política, una nueva forma de hacer política, ya que lo que está en crisis no es la política, es ESTA FORMA de hacer política.

Lo que se puede estar presentando en este ciclo histórico que se abre desde hace ya varios años, es el final de una era política que podría señalarse como la era de los partidos políticos “contenedores” (Innerarity, 2015). El contenedor es todo aquello que representa la globalización comercial, en donde se clasifica de manera homogénea todo lo que ahí se incluirá. Formas estándar y calculables para que calcen a la perfección en un espacio ya concebido para esos fines. Se parte de un supuesto en que esas piezas son similares no importan culturas ni identidades. Esta imagen homogénea es lo que ha ido derrumbándose, ya que la diversidad, la diferencia y la demanda por la legitimidad de que se reconozca esa diferencia, es la que se tomó la escena política global. Por lo tanto, cualquier proyecto político que ignore la diversidad de los “nuevos” actores, estará condenado al fracaso.

El gobierno que viene, sea cual sea su color y sea quien sea el candidato, será un gobierno provisorio. La transición desde la dictadura a la post dictadura terminó, claro está. Lo que se abre ahora es la transición desde la post dictadura a una democracia que cuestione la herencia pinochetista administrada por la derecha y la concertación (muy bien dirigida por Don Ricardo, el mismo que nos habla de la peor crisis), que elimine los resabios autoritarios de nuestra carta magna y que avance definitivamente repensar el modelo. Por lo que el periodo eleccionario inmediato será volátil y de transición, lo que debe emerger que emerja. Pero con participación real, no solo en 140 caracteres.

Por último, y para cerrar esta brevísima reflexión, me gustaría señalar que el panfleto y el eslogan en tiempos de agitación política, aparecen como los falsos profetas, aquellos que vociferan que “no son políticos”, son “apolíticos” o aquellos que pretenden presentársenos como los iluminados estadistas que nos hacen un favor queriendo guiarnos, algunos renuncian a sus partidos y se ponen ropaje nuevo, otros, los generadores de crisis, critican de reojo el neoliberalismo, se jubilan con cifras millonarias, se ponen jeans y graban videos “virales”, pero a pesar de todo, siguen siendo simplemente servidores de pasado en copa nueva… ¿o no Don Ricardo?


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