Mientras que las elites políticas binominales pertenecientes a esa franja social que en tiempos triviales se admiran, estiman y reconocen, pero que en época de contiendas electorales se asestan puñaladas donde más les duele para exacerbar diferencias en puestas en escena comunicacionales, los dirigentes del Junto Podemos siguen a la espera del pacto que los deje entrar en el parlamento binominal.
En vez de politizar un debate de bajo nivel y proponer un sistema de salud abierto a todos, transparente, público y de primera calidad y/o de mostrar con el dedo los privilegios de los poderosos que no tienen problemas para acceder a cuidados, tratamientos e intervenciones médicas de alta complejidad, los dirigentes de la izquierda viven ensimismados en sus intereses electorales inmediatos.
Chile es un país con medicina privada mercantil a tres o cuatro velocidades, según el bolsillo. Sistema aberrante incluso para quienes por causas sociales e históricas opresivas no conocen otra cosa. En caso de enfermedad o accidente grave, la mayoría de los hogares de los ciudadanos trabajadores se ven desestabilizados ante un riesgo difícil de administrar si no se tienen los recursos que dan el poder de las influencias y del dinero.
El cruce de declaraciones entre Piñera y Velasco, impuesto por los medios, revela una vez más un dato del orden de las mentalidades históricas colectivas. El neoliberalismo penetró tan profundamente la sociedad chilena que tanto la oligarquía como sus tecnócratas orgánicos se dan el lujo de atacarse y defenderse en un terreno minado.
Porque es evidente que la única manera de evitar la discusión de fondo acerca de la accesibilidad al sistema de salud es enturbiando la escena con declaraciones huidizas y apelando a los sentimientos y a la calidad de la “leche”. Por esto Piñera fue llamado al orden por el inefable presidente del Senado, el “honorable” Jovino Novoa. Este lo hizo para tapar el escándalo de una medicina-mercancía destinada a los ricos y a los altos ingresos pero que le es negada a la gran mayoría ciudadana.
Lo mismo cuando se trata de enviar su progenitura a universidades privadas; más caras que las de los países desarrollados. El colmo es que en un país donde la izquierda implora por que se la reconozca, es la prensa servil a las clases dominantes la que muestra con datos y cifras la irracionalidad de un sistema destinado a reproducir la desigualdad, la incompetencia y la alienación.
En momentos en que el pueblo de Chile necesita una izquierda de pié, con voluntad de poder, que critique, interpele y proponga, la espera del Junto Podemos de las dádivas concertacionistas revela la debilidad de sus candidatos y la falta de un proyecto de envergadura. Por eso el conglomerado PC –PH-IC, no pega, no arranca y no genera confianza.
Ya no basta con argumentar sobre lo archisabido. En Chile, el dispositivo de información audiovisual e impreso es naturalmente adicto al modus vivendi de las clases dominantes. Dispuesto para la espectacularización de la realidad, el sensacionalismo y el moralismo hipócrita en el cual se bañan cada día las piadosas elites chilenas.
La Izquierda política y social debe intervenir en la política proyectando las necesidades sociales y económicas y transformándolas en fuerza por los cambios de los que viven la misma existencia precaria. Sin dejarse manipular por polémicas artificiales de baja calaña. Presentando alternativas en los espacios democráticos de los que hastiados de la banalidad de las rencillas entre familias de las oligarquías pudientes quieren construir consciencia y país.
Por Leopoldo Lavín Mujica