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El 30 de mayo de 1984 fue asesinado el que fuera una de las plumas más influyentes de la segunda mitad del Siglo XX: Manuel Buendía

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Autor: Onel Ortiz

Por Onel Ortiz Fragoso

@onelortiz

Red Privada es el nombre de la legendaria columna de Manuel Buendía y el título del documental (14 de julio, Netflix) que indaga la forma y los motivos de este asesinato. Escudriña en el contexto nacional e internacional; recopila las declaraciones de los acusados, de los personajes involucrados, varios de ellos activos, aún muy activos, en la política nacional.

El 30 de mayo de 1984, afuera de su oficina en la Ciudad de México, fue asesinado el que fuera una de las plumas más influyentes de la segunda mitad del Siglo XX, cuando el sistema heredado de la Revolución se había podrido y personajes siniestros controlaban la política, la policía y la seguridad nacional.

Después de una pasmosa inmovilidad, entre la indignación de periodistas y demagogia, José Antonio Zorrilla Pérez, quien fuera jefe de la Dirección Federal de Seguridad fue acusado de ser el autor intelectual y Juan Rafael Moro Ávila, un actor, motociclista y agente de élite, fue encarcelado como el actor material del crimen.

El primero, después de 25 años en prisión, en 2013, obtuvo arresto domiciliario. El segundo, fue liberado en 2009, después de 18 años en prisión. Manuel Buendía fue eliminado para evitar que diera a conocer la complicidad del narcotráfico con la CIA y su actuación en territorio mexicano.

Las mentiras y demagogia que se construyeron en torno al asesinato de Buendía abrieron las puertas del infierno en que se convirtió el ejercicio del periodismo en varias zonas del país. La lista es tan larga, como larga es la impunidad.

Comisiones de derechos humanos, organizaciones de periodistas y asociaciones sociales han documentado que en las primeras dos décadas de este siglo, alrededor de 150 periodistas han muerto por posible relación con su labor. La fórmula sigue siendo la misma que mató a Buendía: colusión del crimen con la política, instituciones débiles e intereses económicos.

Este documental recuerda dos cosas: la intervención de la CIA en los países latinoamericanos. Ya sean en relación con grupos subversivos o de narcotraficantes en México, Guatemala, Panamá, Chile, Argentina y demás naciones de este continente. La inteligencia estadunidense ha tenido participación en los peores episodios de la historia reciente.

La otra cosa que recuerda es la carencia de una verdadera inteligencia del Estado mexicano. La inteligencia en nuestro país siempre ha estado al servicio del poder, no de la sociedad. Se ha utilizado en contra de adversarios políticos y periodistas.

En la década de los sesenta, el misterioso Fernando Gutiérrez Barrios creó una red a su servicio personal. La Dirección Federal de Seguridad, de la que uno de sus directores fue Zorrilla, se convirtió en un nido de delincuentes. Qué decir de Genaro García Luna al servicio de El Chapo Guzmán.

En este gobierno el Cisen desapareció, no cumplía realmente con funciones útiles para el Estado. En los hechos, la inteligencia no existe.

Lo que hace la Marina, el Ejército, la UIF o la FGR son insuficientes y están descoordinadas. No hablo de espiar, sino de que las autoridades conozcan los temas que atañen a la seguridad nacional. Por momentos, parece que si se desea investigar algo, la vía son las redes sociales y el internet.

Aún es tiempo de crear una verdadera inteligencia al servicio del país.  “Lo dicho, dicho”, como decía Don Manuel. Eso pienso yo. Usted, ¿qué opina?


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