La ruta de China hacia la modernización socialista

Por Vijay Prashad y Tings Chak

La ruta de China hacia la modernización socialista

Autor: Pedro Guzmán

Entre el 16 y el 22 de octubre de 2022, el Partido Comunista de China (PCC) celebró su 20º Congreso Nacional. Cada cinco años, delegados y delegadas de los 96 millones de militantes del PCC se reúnen para elegir a sus máximos dirigentes y establecer la ruta hacia el futuro del Partido. Uno de los temas principales del congreso de este año fue el “rejuvenecimiento” del país a través de “una ruta china de modernización”. En su informe al congreso, Xi Jinping, secretario general del PCC, esbozó el camino a seguir para convertir a China “en un país socialista moderno”.

La mayor parte de los medios de comunicación occidentales que comentaron el congreso decidieron ignorar las palabras dichas en Pekín, y, en cambio, optaron en por hacer especulaciones descabelladas sobre las deliberaciones del partido (incluyendo interpretaciones sobre la repentina salida del Gran Salón del Pueblo del ex presidente chino, Hu Jintao, quien se habría marchado por sentirse enfermo durante la sesión de clausura del congreso). Se podría haber ganado mucho escuchando lo que la gente realmente dijo durante el congreso nacional, en lugar de poner palabras en bocas ajenas.

La modernización socialista

Cuando el Partido Comunista tomó el poder en China (1949), el país era el undécimo más pobre del mundo. Por primera vez desde el “siglo de la humillación” que comenzó con las guerras británicas contra China (desde 1839), el país asiático se ha convertido en una gran potencia y la situación social del pueblo chino ha mejorado mucho respecto a su condición en 1949. A poca distancia del Gran Salón del Pueblo, donde se celebró el congreso, se encuentra la Sala Conmemorativa del Presidente Mao, que recuerda el inmenso logro de la Revolución China de 1949 y su impacto en la comunidad.

Xi Jinping se convirtió en secretario general del PCC en el 18º Congreso Nacional (2012) y fue elegido presidente de la República Popular China en marzo de 2013. Desde entonces, el país ha experimentado importantes cambios. Desde el punto de vista económico, el PIB de China casi se ha duplicado, convirtiéndose en la segunda economía más fuerte del mundo (pasando de 58,8 billones de yuanes en 2013 a 114,37 billones en 2021). Su PIB se expandió a un ritmo del 6,6% anual durante el mismo período. Mientras tanto, el PIB per cápita del país casi se duplicó entre 2013 y 2021, con lo que China se acerca a la categoría de país de renta alta. En términos de la economía mundial, el PIB de China representó el 18,5% del total mundial en 2021, y fue responsable del 30% del crecimiento económico mundial de 2013 a 2021. China también fabricó el 30% de los bienes del mundo en 2021, frente a más del 20% en 2012. Esto se suma a las décadas de una tasa de crecimiento históricamente sin precedentes: el 9,8% anual entre el lanzamiento de la reforma económica en China en 1978 hasta el año 2014. Estos logros económicos son históricos y no se alcanzaron sin atravesar un conjunto de retos y consecuencias.

Al presentar el informe en la apertura de este congreso, Xi habló de la situación a la que se enfrentaba el pueblo chino hace una década: “Se habían conseguido grandes logros en la reforma, la apertura y la modernización socialista… Al mismo tiempo, sin embargo, una serie de cuestiones y problemas destacados – algunos de los cuales llevaban años construyéndose y otros que acababan de surgir – exigían una acción urgente”. Continuó hablando del “deslizamiento hacia un liderazgo del partido débil, hueco y diluido”, señalando que “el culto al dinero, el hedonismo, el egocentrismo y el nihilismo histórico” eran los problemas más profundos de un proceso de desarrollo “desequilibrado, descoordinado e insostenible”. Se trata de importantes autocríticas realizadas por el hombre que ha dirigido el país durante la última década.

Corrupción

Hace diez años, en su discurso por el 18º Congreso Nacional del PCC, el secretario general saliente (Hu Jintao) mencionó varias veces la palabra “corrupción”. “Si no manejamos bien este asunto”, advirtió, “podría resultar fatal para el partido, e incluso causar el colapso del mismo y la caída del Estado”. Abordar este tema fue la primera tarea de Xi Jinping tras asumir el cargo de secretario general. En su discurso de investidura como jefe del partido en 2013, Xi dijo que se comprometía a “luchar contra los tigres y las moscas al mismo tiempo”, refiriéndose a la corrupción que se había extendido desde las altas esferas hasta las bases dentro del partido y el Gobierno. En diciembre de 2012, el partido estableció unas normas de “ocho puntos” para sus miembros, que limitaba prácticas como las reuniones intrascendentes y las recepciones extravagantes en las visitas oficiales, y abogó por la “diligencia y el ahorro”.

Un año después de la puesta en marcha de la “campaña de líneas masivas” por parte de la administración de Xi, en junio de 2013, las reuniones oficiales se redujeron en un 25% en comparación con el período anterior a la campaña, se retiraron de la nómina gubernamental 160.000 “funcionarios fantasmas” y se detuvieron 2.580 proyectos de construcción oficial “innecesarios”. En la lucha contra la corrupción, se han investigado casi 4,4 millones de casos relacionados con 4,7 millones de funcionarios (en la última década, desde noviembre de 2012 hasta abril de 2022). Esto ha incluído la investigación de miembros del partido. Sólo en el primer semestre de este año, 24 altos funcionarios fueron investigados por corrupción, y ex ministros, gobernadores provinciales y presidentes de los mayores bancos estatales han sido expulsados del partido y condenados a duras penas, incluida la cadena perpetua.

Los comentarios de Hu Jintao y las acciones de Xi Jinping reflejan la preocupación de que, durante el período de alto crecimiento posterior a 1978, los miembros del PCC se distanciaron cada vez más del pueblo. Durante los primeros meses de su presidencia, Xi lanzó la “campaña de línea de masas” para acercar el partido a las bases. Durante la campaña de “alivio de la pobreza dirigida” (lanzada en 2014) parte del proyecto incluyó a 800.000 cuadros del partido que fueron enviados a encuestar y visitar 128.000 pueblos. En 2020, a pesar de la pandemia de COVID-19, China logró erradicar la pobreza extrema, contribuyendo al 76% de la reducción global de la pobreza hasta octubre de 2015.

Más allá de la autocorrección del partido, las fuertes palabras y acciones de Xi contra los corruptos “moscas y tigres” contribuyeron a la confianza del pueblo chino en el Gobierno. Según un trabajo de investigación realizado en 2020 por el Centro Ash para la Gobernanza Democrática y la Innovación del Harvard Kennedy School, la satisfacción general con la actuación del Gobierno fue del 93,1% en 2016, observándose el crecimiento más significativo en las regiones más subdesarrolladas del campo. Este aumento de la confianza en las zonas rurales fue el resultado del aumento de los servicios sociales, la confianza en los funcionarios locales y la campaña contra la pobreza.

El lado bueno de la historia

En el 20º Congreso, Xi Jinping reflexionó sobre la historia del colonialismo (incluyendo el “siglo de humillación” de China) y las implicaciones que tendría para China en el futuro. “En la búsqueda de la modernización”, dijo Xi, “China no seguirá el viejo camino de la guerra, la colonización y el saqueo que tomaron algunos países. Ese camino brutal y sangriento de enriquecimiento a costa de otros causó un gran sufrimiento a los pueblos de los países en desarrollo. Nos mantendremos firmes en el lado correcto de la historia y en el lado del progreso humano”.

Los funcionarios chinos nos dicen habitualmente que su país no está interesado en buscar el dominio del mundo. Lo que China quiere es colaborar con otros países para intentar resolver los dilemas de la humanidad. La Iniciativa de la Franja y la Ruta, por ejemplo, se puso en marcha en 2013 con el propósito de un “ganar-ganar” en cooperación y desarrollo y – hasta ahora – ha construido infraestructuras muy necesarias con contratos de inversión y construcción por un total de 1 billón de dólares en casi 150 países. El interés de China por hacer frente a la catástrofe climática se manifiesta en la plantación de una cuarta parte de los nuevos bosques del mundo en la última década y en el hecho de haberse convertido en líder mundial en inversión en energías renovables y producción de vehículos eléctricos. En cuanto a la salud pública, China adoptó una política de COVID-19 que prioriza las vidas sobre los beneficios, donó 325 millones de dosis de vacunas y, gracias a ello, salvó millones de vidas. Como resultado de sus iniciativas en el sector de la salud pública, la esperanza de vida media de los chinos era de 77,93 años en 2020 y alcanzó los 78,2 años en 2021, y por primera vez, superó la esperanza de vida en los Estados Unidos – 77 años en 2020 y 76,1 en 2021 –, lo que supuso “el mayor descenso de la esperanza de vida en dos años desde 1921-1923”.

Los comunistas chinos no ven estos acontecimientos sin situarlos en el contexto del largo proceso emprendido por el Gobierno para lograr y asegurar su desarrollo social. Dentro de 27 años, China celebrará el centenario de su revolución. En 1997, el entonces presidente de China, Jiang Zemin, se refirió a los dos objetivos del centenario (los 100 años que siguieron a la fundación del Partido Comunista (1921) y a la Revolución China (1949)) que “sustentan todos los programas de planificación económica a largo plazo de China y los programas de política macroeconómica contemporáneos”. En ese momento, la atención se centró en las tasas de crecimiento. En 2017, Xi Jinping cambió el énfasis de estos objetivos a las “tres duras batallas”: desactivar los grandes riesgos financieros, erradicar la pobreza y controlar la contaminación. Este nuevo congreso ha ido más allá de esas “duras batallas” para proteger la soberanía china y ampliar la dignidad del pueblo chino.

Este artículo fue producido para Globetrotter.

Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. También es miembro senior no-residente del Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin de China. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos The Darker Nations y The Poorer Nations. Sus últimos libros son Struggle Makes Us Human: Learning from Movements for Socialism y The Withdrawal: Iraq, Libya, Afghanistan, and the Fragility of U.S. Power (con Noam Chomsky)

Tings Chak es directora artística e investigadora del Instituto Tricontinental de investigación social y autora principal de “Servir al pueblo: La erradicación de la extrema pobreza en China”. También es miembro de Dongsheng, un colectivo internacional de investigadores e investigadoras interesadas en la política y la sociedad chinas.

Fuente: Globetrotter


Reels

Ver Más »
Busca en El Ciudadano