A menos de una semana de que se vote y se conozca el resultado del plebiscito de salida por una nueva constitución en Chile este 4 de septiembre, somos muchas y muchos ilusionados de lo que podrá pasar aquel día histórico, en el caso de que la mayoría se incline por la opción apruebo.
De ahí que sea imposible no estar muy nervioso, ansioso y muy esperanzado con seguramente la votación más importante de nuestras vidas en Chile, luego de siglos de un Estado portaliano autoritario, nacido y estructurado por encima de las grandes mayorías y de la pluralidad existente, el cual jamás fue el resultado de un proceso democrático como el que estamos viviendo en estos momentos.
En ese sentido, con este último plebiscito nos jugamos el tipo de democracia que tendremos en las próximas décadas en el país, por lo que tendremos la oportunidad de ser protagonistas de un momento histórico, que no solo será crucial para las y los millones de chilenos existentes, sino para todas y todos aquellos que ya no están con nosotros y también que nacerán en el futuro.
En consecuencia, el significado de esta votación es inmenso, ya que se hace cargo de todas las luchas por un país más justo que han habido hasta hoy desde distintos colectivos, movimientos y frentes, desde la conformación de la República en 1810 en adelante, los cuales dieron su vida a causas que pusieron en el centro la libertad, la igualdad, la solidaridad la dignidad y el respeto por el otro.
Me refiero a todas y todos aquellos trabajadores, pobladores, mujeres, disidencias sexuales y de género, campesinos, indígenas, que en distintos momentos de nuestra historia, han exigido al Estado de Chile un trato diferente y un país en donde nadie quede fuera, perdiendo muchos de ellos sus propias vidas, por resistir una brutalidad estatal que solo refleja su negación a la democracia.
Los casos de la ocupación del Wallmapu (1860-1883), la Matanza de la Escuela Santa María de Iquique (1907), la Matanza de Curanilahue (1916) la Masacre de Ranquil (1934), la Masacre de Pampa Irigon de Puerto Montt (1934), la Masacre de El Salvador (1966), la Dictadura cívico militar (1973-1989)y las violaciones a los derechos humanos durante la revuelta del 2019, nos muestran que el Estado de Chile ha funcionado siempre desde la lógica del enemigo interno.
Pese a toda esta violencia criminal del Estado de Chile, los movimientos sociales y distintas organizaciones de la sociedad civil, no han cesado en organizarse y en movilizarse, siendo los grandes causantes de todo este proceso constituyente que estamos viviendo actualmente, el cual si bien tuvo como punto de inflexión a octubre del 2019, aquella revuelta social venía con mucha historia antes.
En consecuencia, aquel día que vayamos a votar por el apruebo el 4 de septiembre, hay que hacerlo desde la memoria histórica de Chile, no solo por todos los perseguidos, torturados y asesinados, sino por todas las instancias que movilizaron a la sociedad (marchas, protestas, revueltas), las cuales sentaron las bases políticas y sociales para lo ocurrido el año 2019.
En efecto, se vuelve fundamental mencionar distintos momentos históricos de lucha, como lo fueron la Huelga de la Carne (1905), la Huelga Grande de Tarapacá (1907), Proceso de los Subversivos (1920), La huelga de arrendatarios (1925), La revolución de la chaucha (1949), la Primera protesta de la comunidad LGBTQI+ (1973), Jornadas de Protesta de Mujeres contra la dictadura (1986) y el Triunfo del NO (1988).
Con respecto a los últimos 30 años, a la vuelta de la democracia, destacan El Mochilazo (2001), la Revolución Pinguina (2006), Estudiantazo chileno “No al lucro” (2011), No a Hydroaysen (2012), Primera Marcha por la Defensa y Recuperación del Agua (2013), No más AFP (2016), Mayo chilote (2016), Mayo feminista (2018) y aquel octubre del año 2019, que comenzó con las protestas de los estudiantes secundarios al interior del metro de Santiago.
Asimismo, este proceso es también de todos aquellos que históricamente han sido callados, ninguneados, vulnerados y humillados históricamente por sistemas violentos, como ha pasado con niños, niñas y adolescentes, adultos mayores, personas con discapacidad, neurodivergentes, animales no humanos y la misma Naturaleza, la cual somos parte de ella.
Ante esto, la responsabilidad histórica que tenemos quienes vayamos a votar el 4 de septiembre es enorme, ya que por primera vez en la historia de Chile tendremos la posibilidad de votar una constitución, redactada de manera democrática y paritariamente, por lo que lo que se elija aquel día tendrá enormes consecuencias para las generaciones posteriores.
Por lo mismo, algún día en el futuro, se revisará el momento histórico en el cual nos encontramos como país actualmente, en donde en el caso de que triunfe el apruebo, seguramente se planteará que fue el momento en que las y los chilenos nos hicimos cargo del país que vivimos y de su futuro, con esperanza y optimismo.
Por el contrario, en el caso de que triunfe el rechazo, será recordado como el día en que las y los chilenos le tuvimos temor a la democracia y cedimos nuestras decisiones nuevamente a la misma elite que nos ha impuesto un Estado a la medida de sí mismos, perdiendo la posibilidad histórica de construir por primera vez una constitución entre todas y todos.
Andrés Kogan Valderrama
Sociólogo
Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable
Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea
Con cursos de Doctorado en Estudios Sociales de América Latina
Profesional de la Municipalidad de Ñuñoa
Integrante de Comité Científico de Revista Iberoamérica Social
Director del Observatorio Plurinacional de Aguas www.oplas.org