¿Qué hacer, Dios mío? ¿Qué hacer? La Bolsa baja, las Bolsas, bajan. ¿Qué hacer? ¡Nada!
O si tienes tiempo que perder, tal vez, examinar las razones por las que una vez más el deporte de la especulación desenfrenada sufre. Darle una mirada a las causas, supuestas, de esta nueva voltereta. Veamos.
“La Bolsa de Nueva York cerró ayer su peor semana desde marzo de 2009, cuando la crisis financiera causaba estragos. La principal razón ha sido la guerra declarada por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a Wall Street, que tendrá un alto coste para la banca de inversión”.
Es el diario madrileño “El País” el que habla. Diario progresista donde los hubiese. Según “El País” la causa principal de la caída del Dow Jones, del Nasdaq y del S&P 500 es “la guerra declarada por el presidente de EEUU, Barack Obama, a Wall Street”. El malo de la película es el negro. El negro que hace unos días declaró que los bancos privados salvados con dinero público debían devolver hasta el último centavo. Y que para más inri se propone incrementar las regulaciones para impedir que los bancos privados “sigan tomando decisiones estúpidas”. Tú ya sabes, decisiones estúpidas como las que hicieron quebrar el sistema financiero yanqui, tuvieron a mal traer las finanzas planetarias y provocaron la eliminación de más de 80 millones de empleos en el mundo. Y una tasa de paro cercana al 20% en España, país de origen del diario progresista “El País”. Pero el malo es el negro. Que le declara la guerra a Wall Street, ese antro de rufianes del cual salió, entre otros, Bernard Madoff, culpable el muy idiota de haberle robado a los ricos. Por eso está en cana. Los otros rufianes, los que le roban al pobrerío, siguen distribuyéndose millonarios bonos. En dólares.
“Las Bolsas americanas terminaron en una nueva baja importante este viernes, lastradas por los valores financieros y por las inquietudes relativas a la reconducción de Ben Bernanke”.
Ahora es el cotidiano financiero parisino “La Tribune” el que se arriesga a exponer las razones de la diarrea generalizada. Algo más profesional que su colega madrileño, “La Tribune” se limita a informar cuando dice que los valores financieros (o sea las acciones de los bancos, compañías de seguros, fondos especulativos y otros) se van al sótano. Pero osa una interpretación cuando menciona “las inquietudes relativas” a Ben Bernanke. Pasa que el presidente de la Reserva Federal (FED) no tiene asegurado un segundo período a la cabeza del banco central de los EEUU. No logra reunir los 60 senadores que confirmen una eventual decisión en ese sentido de Barack Obama. Entre los senadores que se oponen están algunos demócratas que le reprochan ser muy amigo de Wall Street y poco amigo del ciudadano de a pie que contribuyó con sus impuestos a salvar a los especuladores, perdiendo su laburo entretanto y con pocas posibilidades de recuperarlo en un futuro previsible. Los salvados con dinero público, como queda dicho, siguen distribuyéndose bonos millonarios. En dólares.
Lo que no se dice, o no se dice mucho, es que los chinos, cuyos bancos están muy reguladitos y al menor dislate sienten un apretón en la bola derecha, han decidido reducir la masa monetaria o si tú prefieres la facilidad del crédito. El plan de reactivación chino es el único que funcionó como se esperaba, y el crecimiento portentoso de la economía china sigue sorprendiendo. Prudentes, los chinos desean evitar una eventual explosión inflacionaria y por eso reducen el velamen. Bastó con eso para que la “comunidad financiera” occidental se acojonase. Si los chinos reducen las posibilidades de especulación financiera en Asia… ¿Qué hacer? ¿Ah?
¿Qué hacer? Ahora que el negro, para más inri, quiere regular el sistema bancario. Y en una de esas cambiar de Secretario del Tesoro visto que Timothy Geithner es otro gran amigo de Wall Street. Un pata, un pana, un social, un compadre, un colegui, un tronko, para que me entiendas.
Las regulaciones que propone Obama no van más lejos que las que ya existieron desde los años terribles de la Gran Depresión y que fueron abandonadas en los años 90, los “roaring nineties”: se trata de prohibirle a los bancos especular por cuenta propia, tener fondos “apalancados” (otra especulación) o de capital riesgo, actividades que cuentan entre las más lucrativas y al mismo tiempo más sensibles a un retorno de manivela.
El diario progresista “El País” lo lamenta y lo llora: “De prosperar la reforma en los términos planteados, las entidades perderán miles de millones de dólares de ingresos o incluso se verán obligadas a escindir parte de su negocio”.
Dime si no es horrible, algo así como una nacionalización, o peor aún, pensar seriamente en el bien común.
Por Luis Casado