Algunos indicadores y opiniones sostienen que no estamos en crisis, aunque hay otros que dicen lo contrario. Sin embargo, cuando se amplía la manera de ver el curso de la crisis, no solo se aprecia que ya está instalada, sino que aumenta la convicción de un daño más extenso que sobrepasa a la economía y las finanzas. Corresponde a los daños colaterales que creó el modelo neo liberal en el tiempo que demoró en profundizar la aplicación de su política. Esta conclusión permite explicar que existen causas indirectas de la caída de la demanda, porque se ha formado una rigidez en los enclaves legislativos, que avasallan al consumidor, hasta que paralizan el poder adquisitivo de la gran mayoría de la población, de donde surgen los signos de agresividad.
Los “crash” son fenómenos que irrumpen en la fase final o al término de un ciclo de varios años de crisis. Si consideramos como evidencia, que el esfuerzo necesario para sobrevivir ha crecido fuertemente, en muchos aspectos se ha formado una sociedad tarificada, donde las personas caen en la tentación de priorizar sus relaciones y objetivos de vida basados en el dinero, sin que medie una autocrítica que les permita tomar conciencia de que, la reiteración de este tipo de conducta, se vuelve inconsciente y desarrolla una compulsión que no pueden realizar.
Para que funcione una relación basada en el valor de la ganancia, los grandes consorcios empresariales desarrollan estrategias de alto costo publicitario que aísla a las personas, las pone en competencia y luego las somete individualmente a fuertes presiones con ofertas de créditos “increíbles” para adquirir todo tipo de bienes que incluyen una trampa. El bien ofertado tiene una utilidad marginal, es sólo un anzuelo dirigido al negocio mayor, que es colocar créditos con tasas de interés abusivas.
Una regla básica del neo liberalismo es que, “el mercado asigna los recursos”, pero muy poco se conoce públicamente que a través del lobby, la banca, las grandes corporaciones, las transnacionales o las empresas locales, preparan el mercado interviniendo en la legislación local, sin que el consumidor lo note, hasta que se topan con la letra chica de un negocio abusivo. El caso más actual hoy, es el de los nuevos medidores “inteligentes” de energía eléctrica domiciliaria. Prepararon la norma, aprobada transversalmente por los parlamentarios, que permite trasladar el valor de una inversión de la empresa, por US$ 1.000 millones, a los usuarios, a pesar de que todo el beneficio de la “inteligencia” del medidor, es para incrementar la utilidad empresarial.
Una variación de lo anterior tiene relación con el ámbito público. Los partidarios del neo liberalismo, una vez instalados en el poder, sistemáticamente van presentando leyes que aumentan los impuestos indirectos, o promueven rebajas tributarias de las personas y de las empresas de altos ingresos, bajo la excusa de que ello reactiva la economía. El caso más reciente fue la rebaja tributaria en EE.UU., instruida por Donald Trump, con escaso efecto en la reactivación económica, por no decir nulo, que terminó aumentando el déficit fiscal.
Alguna legislación pareciera ser neutra o de fomento, sin embargo, en el caso de los tratados internacionales se incluyen cláusulas que las exime de la aplicar de las leyes locales y obligan al país a dirimir las controversias en tribunales extranjeros. En otros casos se utilizan el mecanismo de traspasar el peso de la prueba, en forma individual para exigir el cumplimiento de normas, reglamentos e incluso leyes, mientras los funcionarios del Estado miran para el lado o se encogen de hombros.
Se ha dado el caso de ventas masivas de celulares de bajo costo, vía Internet, donde el “gancho” está en las enormes facilidades para comprar. Pero, si el artículo sale fallado, no existe domicilio o teléfono donde reclamar. Considerando que se trata de montos bajos, las personas optan por asumir la pérdida y evitarse el gasto de tiempo, más aún si deben contratar un abogado. El caso de las riberas de ríos, lagos o playas son definidas por la ley como propiedad de uso público, sin embargo, los poderosos dueños de los terrenos aledaños cierran los accesos por considerarlas de uso privado. Es difícil pensar en reclamar cuando el propio Presidente de la República tiene una concesión privada para uso exclusivo en la rivera de un lago, para sus embarcaciones de recreo.
No se trata de una sola ley que se ha modificado, son cientos o miles los artículos de la legislación que han ido desprotegiendo al consumidor. La sindicalización es una de ellas. Los reclamos por alzas tarifarias no existe, porque las determina un panel de expertos, que funciona con una metodología establecida en un reglamento, que faculta una ley, promulgado a través del Ministro de Transportes y Telecomunicaciones. Cada panelista gana un sueldo mensual de casi $ 1,5 millones para fijar las tarifas del transporte público. El público no tiene acceso a reclamo y cuando se pregunta al Ministro del ramo por las alza, se encoge de hombros y señala al panel de expertos.
Un caso de mayor importancia es el Tribunal Constitucional que dirime las leyes. Sus dictámenes, por lo general originados en alguna controversia política, interpretan y definen una norma por encima del Congreso. Y así se van multiplicando las formas que inciden en el funcionamiento del mercado. Las farmacias evitan los medicamentos genéricos, las fallas del sistema de salud cobró 8.000 muertes el año 2018, las tarifas desmedidas de las autopistas es una norma aceptada, el reintegro de dinero por artículos defectuosos es una odisea, es decir, el aparato público no fiscaliza, tal vez cree que el mercado asigna los recursos a la perfección.
La relación oferta y demanda del mercado, tiene impacto en la vida de las personas, un recurso invaluable que se desvaloriza cuando aumentan arbitrariamente la cantidad de dinero y el crédito es imposible de pagar. La reiterada ocurrencia de las crisis financieras en EE.UU., fueron creando una forma perversa de resolverlas mediante el traspaso de dinero fiscal a los bancos y empresas “demasiado grandes para caer”, un vicio que se ha perpetuado. Las bajas o nulas tasas de interés son para los grandes bancos y empresas, pero no se traspasan a los usuarios finales que es el trabajador. Muy por el contrario, estos ven reducir su acceso al crédito, les suprimen los beneficios, se desvalorizan sus fondos de pensiones, etc., hasta que se cierra el ciclo con un gran “crash” paralizando la economía, cunde la cesantía, la pobreza y el monopolio del dinero vuelve a concentrar riqueza, a través del crédito.
La ingeniería financiera creativa, puso el esfuerzo del trabajo de hombres y mujeres en una especie de banda rotatoria, como las máquinas para trotar, donde pueden andar o correr según sus capacidades y conocimientos del trabajo. Visto desde fuera, en términos relativos, pareciera que no se mueven a pesar del esfuerzo del trabajo, unos pocos mejoran y algunos hasta retroceden. La perversión del sistema se instala con la creación del dinero de la nada. Es un poder monopólico que ejercen influyentes políticos y poderosos grupos dueños de enormes fortunas conectadas al capital de la banca, quienes tienen la más amplia atribución para imprimir billetes, que luego los bancos privados multiplican en cifras casi infinitas de créditos, la esencia de su negocio.
Para la banca el crédito figura como anotación de un activo. Para quien recibe el crédito, es un compromiso que paga con su trabajo, con el producto de un servicio o con la producción de bienes. Ese es el punto que diferencia al mundo real con la fantasía de la ingeniería financiera creativa. La trampa está en la deuda. La deuda federal de los EE.UU., asciende a US $ 21,97 billones, mientras que la deuda de las agencias norteamericanas, llega a la friolera suma de US $ 9,26 billones y la deuda estatal-local es de US $ 3,1 billones. Entonces, la deuda federal, local más las agencias totalizan US$ 34,3 billones. Medida la deuda del gobierno de EE.UU., con respecto al PIB, ella representa un 166%. Ahora, si solo se considera la deuda federal, US $ 21,97 billones y las tasas en 3%, se estima que el monto en intereses que debería pagar los Estados Unidos es US$ 900 mil millones anuales, es decir, es un país que está quebrando con 40 millones de pobres a bordo.
Los bancos centrales, la FED, el BCE, el Banco de Japón, en las últimas semanas parecen estar perdiendo la batalla de lograr el equilibrio monetario y podrían verse obligados a imprimir más dinero y/o volver a bajar las tasas. Lo señala el valor de US$ 1.300 que alcanzó la onza oro. La teoría económica dice que cuando la economía está sana, una persona puede ahorrar dinero de su trabajo o de una actividad económica, que le sirve para consumir o que puede posponer para prestarlo a otra persona. En el caso del dinero que se ha multiplicado con los créditos creados arbitrariamente por los Bancos Centrales, el interés para los que ahorran se ha vuelto negativo, es decir, pagan por prestar dinero y son más de US$ 9 billones en inversiones con interés negativo. No es una economía sana, la demanda no aumenta y no se invierte en nuevos proyectos, salvo que se trate de inversiones garantizadas por la legislación dentro de un mercado cautivo, como las que ofrece Chile a la minería.
La crisis actual se está acercando a la fase de “crash”, que es cuando se vaporizarán los enormes activos financieros creados por la especulación, incluidos los bonos de los Estados Unidos y el dólar, que están cayendo en la categoría de riesgo. Pero las deudas no desaparecen, están registradas a fuego. Son numerosas las burbujas que hay en Estados Unidos como los créditos de consumo, crédito automotriz, acciones, bonos, derivados, etc., que lo pueden hacer caer en una condición de incumplimiento formal, o reestructurar la deuda de US$ 22 billones y también los pasivos gubernamentales no financiados de US$ 100 billones a $ 200 billones. En estos casos, alguien tiene que perder. Lamentablemente, también caerán los fondos de pensiones de los trabajadores, que es cuando le dicen a Ud. su jubilación no alcanza para más de $ 160.000 mensuales, a menos que suba su aporte previsional o trabaje hasta los 95 años, lo que es una burla. Como señalé antes, cuando se pierde el esfuerzo de toda una vida no hay manera de recuperarla, es una forma brutal de abuso, que se vuelve a repetir en cada crisis.
Por Mario Briones R.