Juan Alejandro Henríquez Peñailillo
Profesor de Filosofía
Territorio sufriente, doliente, violentado y saqueado. Hoy compartimos una fuerte crisis social, política y sanitaria. No somos el patio de nadie, tenemos la riqueza de la diversidad, múltiples identidades, ritmos, colores y sabores.
Hemos resistido ante las conquistas, las dictaduras, la pobreza, la violación a los derechos humanos, la explotación de recursos naturales, la matanza a pueblos indígenas, mujeres y activistas políticos.
Pero la resistencia no es delincuencia, como han asegurado tanto los políticos como los medios de comunicación. Las resistencias nacen de los y las estudiantes, de los pueblos originarios oprimidos, de las mujeres violentadas, de las familias de quienes fueron desaparecidos o ejecutados, de los niños, niñas y adolescentes que han vivido el maltrato, de las personas en situación de discapacidad que han sido ignoradas por las políticas públicas, de la comunidad LGTBIQ+ históricamente discriminada, de la afrodescendencia reprimida por las policías, de los y las manifestantes cegados/as por las balas dirigidas, de la clase obrera sistemáticamente empobrecida.
La resistencia latinoamericana, entonces, nace de los hijos e hijas de las más profundas desigualdades e inequidades sociales, económicas y culturales.
Los movimientos sociales han logrado los cambios más profundos en las políticas públicas, especialmente en aquellas que no han nacido democráticamente o no han sido realmente representativas de las necesidades más sentidas de la población.
Latinoamérica no es sólo una postal de turismo, es un Amazonas vaciado, es un océano contaminado, es una Cordillera extirpada, es una desertificación artificial y es el agua en represas. Esto no es desarrollo, esto es mano de obra barata, es acrecentar las riquezas de unos pocos por sobre muchos y muchas que se empobrecen en las deudas y carencias.
Somos y seremos la brecha digital, antes, durante o después de la pandemia. Aunque somos el experimento de las más recientes tecnologías, la conectividad no une lo urbano con lo rural, el norte con el sur, el centro con la costa.
Hoy Colombia sangra, como también Chile, Brasil, Bolivia, Ecuador, Guatemala, Honduras, Perú, Argentina, México, Uruguay, Venezuela, Paraguay, Cuba, Costa Rica, Puerto Rico, República Dominicana, El Salvador y Nicaragua.
Hermanos y hermanas de Latinoamérica, somos más si nos unimos, no nos abandonemos en las banderas y fronteras. Nos unimos en la música, en la gastronomía, en los colores de las vestimentas, en la madre naturaleza, en las artes y en las culturas. Nos unimos, también, en la resistencia.
La educación es nuestra salida, una reflexiva, crítica y transformadora. Una educación con memoria.