“Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos”

Esta versión del torneo más longevo del mundo nos avisó que la dialéctica sigue siendo la Copa Capitán América / la Copa Nuestra América. Gracias a la Conmebol ruin y un presidente lacayo de intereses injerencistas, volvimos a recordar, una vez más, que somos el patio trasero de USA.

“Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos”

Autor: El Ciudadano

Por Rodolfo Lama Tauler

Terminó una de las copas América más polémicas de las que tenga recuerdo. Y es que al parecer el mundo actual tiene estas cosas; ya nada es capaz de disimular su estado de crisis: la naturaleza y el clima, la educación pública y la segregación, la corrupción y la impunidad, las redes sociales y la posverdad, el lucro desmedido y su competencia. Todo expone -en transmisión en vivo- su lenta pero ascendente putrefacción por culpa de lo mismo: el neoliberalismo y la deshumanización.

Y el torneo de selecciones más antiguo del mundo no es la excepción. Hizo agua por todos lados e incluso, hasta en la propia final, se vieron los efectos de esa inundación que nos tiene con la marea al cuello. La seguridad dentro del país que se jacta de ella (en medio del “atentado” a Trump) fue un fiasco de principio a fin. Los jugadores de Uruguay y el riesgo de sus familias entre la multitud primero, el Estadio de Miami sobrepasado con hinchas mareados con el mercado y su oferta-demanda -con Shakira incluida-, después.

Sobre los 120 minutos, se siguió coronando la porfía de una generación: fue un partidazo de principio a fin y se gozó. Por esos guiños narrativos del destino, la cinta de capitán pasó por el brazo de los tres «viejos» de la Scaloneta (Messi, Di María y luego Otamendi). Fue una noche de revanchas emotivas dentro de los campeones: Paredes recupera, Lo Celso habilita, Lautaro define. El Fideo se va como merece y Lio es campeón, probablemente en su torneo con menos incidencia futbolística a nivel personal. Colombia, por su parte, fue la encargada durante todo el torneo de acariciar la ilusión de todx futbolero de bien y James, el 10, nos dio un besito en el alma, tibio como el Caribe.

Sí, Argentina es un equipo completo y afinado en todas las fases del juego y el arbitraje; al menos en este partido demostró que no hubo mano negra. Correctísimo el juez y su equipo. Claro, el título de la Argentina no tapa la barbarie de una copa-producto made un USA, así como lo bochornoso de la organización tampoco nubla el cuarto título seguido de esta generación extraordinaria de futbolistas albicelestes y su cuerpo técnico. Así que tranquilos hermanxs del otro lado de la cordillera, la memoria cortoplacista que hace jueguitos con este deporte, siempre da una mano.

Sueño en voz alta: ojalá este título no lo manosee el Presidente trasandino con su mesianismo delirante y autoritario. Ya dejó claro que, según su «lógica», este trofeo habría que agradecérselo a las Sociedades Anónimas.

Lo importante de esta reflexión es cómo somos capaces de responder como sociedad, como hinchas y como deportistas de élite, a este proceso que cada vez está más enlodado. Ahí hay una reflexión ética liderada por el comandante Bielsa, que viene desde hace mucho, pero que, en las salas de prensa de este mes en Estados Unidos, se hicieron eternas.

El tiempo (próximo) siempre le da la razón

Bielsa es un pedagogo, y no sólo por lo que dice su título (Profesor de Educación Física) sino por cómo enseña, modela, propone reflexión y apertura neuronal dentro y fuera de la cancha. Es capaz de descubrir la “quintaesencia” de jugadores que parecían uno más del montón y sacarle un rendimiento (producto del auto convencimiento y la exigencia física) de selección. El más reciente ejemplo es el de Maxi Araújo que juega en México y es hoy un indiscutido en La Celeste entre compañeros que juegan en los mejores clubes del mundo; lo mismo con Raphinha, quien, de ser uno de los tantos brasileros jóvenes y habilidosos que jugaba en la segunda división de Europa, pasó -luego de la mano del Loco– a estamparse la 11 del pentacampeón. Todo ese agradecimiento mutuo se selló con ese abrazo más largo de lo habitual una vez terminado el partido ante la Scratch. En su paso por Chile también consagró rendimientos superlativos en jugadores que hasta hoy le agradecen lo que hizo con sus carreras: Jara, Carmona, Millar, Estrada, Waldo Ponce, Droguett, por sólo nombrar algunos.

Pero lo que hizo Marcelo en la que será una conferencia de prensa con lugar propio en los anales del fútbol consciente, fue una continuidad de una forma de ver el fútbol desde el pensamiento crítico futbolístico-latinoamericano: de Dante Panzeri a Galeano, de Sócrates de Oliveira, Rodrigues y Casagrande, de Maradona hasta Caszely y Jean Beausejour.

Y sus palabras no acontecen en un momento cualquiera. Estamos en tiempos en que Javier Milei propone por RRSS una falaz y forzada relación entre las S.A. y la formación de los futbolistas de la Selección -en realidad todos provenientes de Clubes Sociales de barrio de la Argentina- (recomiendo el libro “Semilleros” (2023), D´Aloisio y Stanisci como editores). Transitamos un tiempo en que las casas de apuestas ilegales auspician los propios torneos, representantes sobornan a dirigentes y dirigentes a la vez a políticos de turno, tiempos en los que el VAR trae más dudas que certezas, y donde hay que hacer malabares para ver los partidos mientras se llevan detenido a un joven que busca acercar el fútbol a las personas y alejarlo de los consorcios coludidos. Nada nuevo, nada bueno.

En medio de esto, el rosarino de 68 años -sin ser marxista- nos salpica ante los micrófonos con un poco de materialismo histórico y contrahegemonía gramsciana: nombra las causas estructurales, analiza los escenarios desde las correlaciones de fuerza, se enfrenta al poder -sindicando al imperialismo yanki- y devela una y otra vez el rol cultural sobre el sentido común que tiene el cuarto poder: la prensa. Nos sacude con nuevas frases para una polera o un estado de WhatsApp: “el fútbol es de propiedad popular”.

¿Se puede no tomar en serio a Marcelo por ser parte del mismo sistema que crítica y ganar millones con su trabajo? Es una discusión larga y bizantina, pero vale la pena aclarar que el sistema se combate también desde dentro; no es requisito ser un marginal o lumpen para ser certero con los pelotazos-reflexiones. Los purismos es mejor dejarlos en los refranes propios de la derecha, que cree que alguien de izquierda no puede tener un iPhone o disfrutar del placer culinario.

Deportistas comprometidos para el fútbol que soñamos

El desafío parece aclararse: para tener ese otro fútbol que soñamos, ese deporte de propiedad popular, no le podemos dejar la reflexión social sólo a las y los políticos profesionales; hay un grupo de deportistas profesionales que también pueden y deben ser sujetos políticos activos, más aún si son referentes para millones. Reconocerse como trabajadorxs de la cultura, y entender que ésta última está siempre en disputa, parece ser el movimiento táctico esencial dentro de la cancha-vida.

Y por “deportistas con compromiso político” me refiero a quien se pre-ocupa de la Polis, la persona que entiende que los problemas comunes se conversan y solucionan colectivamente y que el fútbol, como fenómeno cultural, está inserto en un campo objetivo de relaciones económicas, políticas y sociales, ni más ni menos que eso.  No es requisito ser parte de un partido, es ser consciente de las relaciones de poder que lo entraman todo, ese poder, que como advirtió el rosarino, produce dinero y desde ahí, dominación.

Imagino y sueño con deportistas en general -y futbolistas en particular- que sean jugadores-militantes, militantes de los sueños colectivos, de las causas justas, de la democracia por sobre la burocracia y la solidaridad por encima de la dictadura, casi eterna, del capital.

La Copa enlatada

Esta versión del torneo más longevo del mundo nos avisó que la dialéctica sigue siendo la Copa Capitán América / la Copa Nuestra América. Gracias a la Conmebol ruin y un presidente lacayo de intereses injerencistas, volvimos a recordar, una vez más, que somos el patio trasero de USA, y que tal como cantan Los Prisioneros, Latinoamérica sigue siendo “un pueblo al sur de Estados Unidos”.

Es menester aclarar que el problema no es el protagonismo de los equipos de la Concacaf, sino el protagonismo exacerbado del show mediático, de la parafernalia modo Súper Bowl, de todo aquello que hace de esta una Copa, una envasada, enlatada.

¿La vimos? Claro que la vimos y a ratos, obviamente, la disfrutamos. Pero lo hicimos con contradicciones, siempre dilemáticamente. Es que, sinceramente, dan ganas de exclamar y gritar como lo haría el Pececillo para referirse a un conocido periodista de TVN: “Alejandro Domínguez… chuchetumadre!”.

Lo más triste es que el síndrome de Estocolmo de la Conmebol con la FIFA y EEUU tiene para rato: se viene en ese mismo país el Mundial de Clubes (2025), Mundial de Selecciones (2026) y, supuestamente, la próxima edición de la Copa América (2028).

En esta versión, al igual que en la de 2016, nuestro continente fue una nueva sala de experimentos periféricos. Nos tratan como amigos pobres invitados a jugar a una cancha privada por parte del vecino rico, todo para su entretención, para su morbo. Lo peor, corremos y nos empujamos por entrar.

Lo distinto, es que nosotrxs no lo decidimos, lo deciden otros, precisamente aquellos que dicen representar y defender el fútbol sudamericano.

Que viva el fútbol, pero nunca más en la tierra del imperialismo bélico y golpista.

Por Rodolfo Lama Tauler

(@doctormagrao) #Fútbol & #Conciencia

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