La presidencia chilena no se definirá este domingo 13 de diciembre, sino en el balotaje o la segunda vuelta del 17 de enero. La candidatura del mega empresario Piñera obtendrá la mayoría relativa de los votos, arriba del 30%, pero la presidencia chilena se define con la mitad más uno de la votación efectiva.
La mayor incógnita de la elección presidencial del domingo no es quién llegará primero, sino quien saldrá segundo y deberá medirse en enero con Piñera. Todas las encuestas indican que el derechista Sebastián Piñera ganará por mayoría simple y con un escaso margen de ventaja sobre alguno de sus dos contendores principales, el demócrata cristiano Eduardo Frei, de la Concertación por la Democracia, que gobierna desde hace 20 años, y el joven candidato Marco Enríquez-Ominami, una suerte de fenómeno político-mediático dispuesto a patear el tablero o por lo menos tirar el mantel de la mesa del “consenso” que alimenta a la clase política gobernante.
Las candidaturas
Eduardo Frei Ruiz-Tagle ya fue presidente (1994-2000), en un gobierno que pasó sin pena ni gloria. Privatizó el agua, intensificó la globalización, permitió que la española Endesa construyera la represa Ralco, que desató un conflicto con la etnia pehuenche. Se opuso al “royalty” simbólico aplicado al cobre que explotan corporaciones nacionales y extranjeras prácticamente gratis. Liberó el mercado de capitales para facilitar la exportación de utilidades corporativas. En un trato con Carlos Menem negoció el suministro de gas doméstico argentino pero el acuerdo fue incumplido por las corporaciones transnacionales energéticas que explotan ese recurso en el vecino país, creándose así una odiosa dependencia energética. Cerró las minas de carbón, jamás recibió a los familiares de las víctimas de la dictadura e hizo titánicos esfuerzos por sacar a Pinochet de la prisión de Londres (1998/1999) “para juzgarlo en Chile”, tarea que en definitiva cumplió Ricardo Lagos (2000-2006), entre muchos otros hechos que caracterizaron su gobierno. Hoy la paradoja es que la justicia dictaminó que su padre, el ex presidente Eduardo Frei Montalva (1964-1970) fue asesinado por la mano larga de Pinochet en 1982.
El partido Demócrata Cristiano (PDC) apoyó el golpe militar contra Allende (excepto 13 dirigentes que pasaron a la historia política porque el 13 de septiembre de 1973 cuestionaron el golpe acaecido dos días antes). Frei Montalva (el padre) defendió el golpe en entrevistas a la prensa extranjera, como una ofrecida en 1973 al franquista diario ABC de España. Además, el 8 de noviembre de 1974 envió una histórica carta justificando el golpe ante el político demócrata cristiano italiano Mariano Rumor, entonces presidente de la Internacional Demócrata Cristiana, quien se mostró contrariado con la postura de sus camaradas chilenos, y ése es un texto que hasta hoy puede leerse en Internet (http://josemiguelhuerta.blogspot.com/2008/09/carta-de-frei-mariano-rumor-texto.html).
A los pocos años, el PDC retiró su apoyo al régimen militar, sus militantes abandonaron los altos cargos en el gobierno dictatorial, excepto unos pocos que siguieron con los militares y abandonaron su tienda política. El padre del candidato se convirtió en el líder de la oposición a la dictadura que hegemonizó su propio partido y se construyó la alianza de socialistas y radicales social demócratas que hoy se conoce como Concertación de Partidos por la Democracia, coalición desgastada que lleva 20 años en el poder, con dos periodos presidenciales DC (Patricio Aylwin 1990-1994) y Eduardo Frei Ruiz Tagle (1994-2000) y dos socialistas (Ricardo Lagos 2000-2006) y Michelle Bachelet (2006-2010). Actualmente, los períodos presidenciales son de 4 años, mientras el país sigue normado por la Constitución de 1980, de la dictadura, carta reformada en varias oportunidades por la Concertación y así legitimada por la Concertación y el resto del espectro político representado en el parlamento, que excluye a la izquierda por efecto de la ley electoral binominal que fue pensada para la alternancia en el poder de la coalición de extrema derecha Alianza por Chile y la Concertación, de centro derecha.
Sebastián Piñera es un multimillonario en dólares que aparece en el ranking mundial de la revista Forbes, co-propietario de la línea aérea LAN y del Canal 11 de TV (que perteneció antes a Gustavo Cisneros), entre otros negocios. Pertenece al partido Renovación Nacional (RN), que junto con la Unión Demócrata Independiente (UDI) acogió a los principales colaboradores políticos de Pinochet y construyó la Alianza por Chile. Pero estos dos partidos, pese a que tienen un solo candidato presidencial, compiten entre sí en senadores y diputados que también se eligen también el domingo, y libran una sorda y violenta pugna con matones que se destruyen mutuamente la propaganda. El partido más grande del país es la UDI, comparable al Partido Popular español heredero del franquismo, con un 18% de electorado que también se pondrá a prueba en la contienda del domingo.
Y el tercer candidato es Marco Enríquez-Ominami (MEO), de 36 años, hijo del fundador del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR, Miguel Enríquez, quien murió en combate a los 30 años (el 5 de octubre de 1974, cuando su hijo tenía 16 meses). Marco fue criado por el senador socialista renovado Carlos Ominami, que cuando fue ministro de Economía de Patricio Aylwin le llamaban “samurai del neoliberalismo”, por su ancestro japonés y su vocación de economista neoliberal.
El joven postulante fue diputado por el partido Socialista hasta el 12 de junio de 2009 (renunció el día de su cumpleaños Nº 36) y está signado por sus dos apellidos paternos (Enríquez-Ominami) que adoptó legalmente y representan posturas políticas contrapuestas. Su candidatura es transversal, con matices de izquierda, centro y derecha, pero la fortaleza de su discurso radica en su crítica al sistema político de cuotas de poder implantado por la cúpula de la Concertación en los últimos 20 años. Tampoco pudo participar en una elección primaria porque la coalición gobernante no quiso hacerla e impuso la candidatura de Frei desde arriba. Tiene gran arraigo entre la juventud (que en Chile vota poco porque hay más de dos millones con edad para sufragar pero que no se inscriben) y en quienes observan a la Concertación con cierto hastío, entre ellos muchos adultos, incluso gente del PS y ex miembros del MIR, que ya no existe formalmente como partido.
Matices de (todas) las candidaturas
Mientras Bachelet exhibe una alta popularidad superior al 70%, la Concertación no ha podido transferir ese atributo a su candidato, que ha estado descendiendo en las encuestas. El apoyo gubernamental no prende y cuando se trata de endosar más bien rebota como un cheque sin fondos. Por su parte, Piñera, que hace un año tenía el triunfo asegurado, también ha descendido, a la vez que se acentúa la pelea intra-Alianza por los cargos legislativos. La sorpresa es que ME-O hace cuatro meses tenía 1% de aceptación pero subió a 20% en las últimas encuestas de hace un mes, donde Frei aparece con 26% y Piñera con 36%. No se sabe cuánto ha crecido este candidato en los últimos 30 días en que no se han hecho encuestas creíbles. El crecimiento meteórico de 1% a 20% indica que hay muchos ciudadanos queriendo tirar también el mantel y esto ha obligado a Frei a radicalizar su discurso hacia la izquierda, con promesas de “más Estado” (y por ende, más salud, educación, etc.), derogación de la ley de amnistía de Pinochet (que dejó en la impunidad a miles de autores de asesinatos de dirigentes políticos y sindicales, gente sencilla y no tan relevantes como su ilustre padre), y cese de la aplicación de la ley antiterrorista de la dictadura a los movimientos sociales, aplicada con entusiasmo por el gobierno Bachelet al movimiento mapuche, al punto de irritar al Consejo de DDHH de la ONU.
En el complejo cuadro chileno hay un cuarto candidato, el ex ministro y embajador de la Concertación Jorge Arrate, que al igual que ME-O renunció al PS y despertó la ilusión de un nuevo referente para la izquierda o un partido socialista de verdad, no socialdemócrata, pero esta opción se ha diluido. Arrate tuvo que hacerse militante comunista por razones “técnicas” y es el candidato del PC, que además apoya a Frei en la segunda vuelta en virtud de un “pacto contra la exclusión” que le permitió postular a 12 candidatos a diputados en distritos que serán votados por la Concertación. Estos candidatos aparecen más fotografiados con Frei que con su propio abanderado, Arrate, que por otra parte está llamando abiertamente a votar por Frei en la segunda vuelta. Y de esta manera, la Concertación tiene en la práctica a dos candidatos en la primera vuelta del domingo. Al subir del 1% al 7% en pocos meses, Arrate aseguró la supervivencia legal del PC como partido político y probablemente supere el mínimo de 5% que exige la ley para ese estatus. En definitiva, el PC “se la juega” por dos candidatos: Frei y Arrate.
Y en la incógnita de quién pasará a la segunda vuelta, Arrate no tiene posibilidad real alguna y Frei también carece de seguridad absoluta, mientras ME-O desafía a la clase política que se reparte el poder en Chile desde hace 20 años, el gobierno y la oposición, la centro-derecha representada por la Concertación+Frei y la derecha-derecha encarnada por la Alianza derechista+Piñera. Por eso, lo que está en juego el domingo no es el primero, sino el segundo puesto en la votación popular que deberá dirimir quién pasa a la segunda vuelta. En la política chilena podría haber sorpresas en los próximos 35 días.
Por Enresto Carmona