El próximo domingo, primero de julio, los mexicanos elegirán a su Presidente. Cómo no hay segunda vuelta, el domingo en la noche conoceremos el nombre del nuevo mandatario. Todos los antecedentes indican que el elegido será Andrés Manuel López Obrador.
México hoy, producto de su historia reciente, demanda cambios y seguridades. En primer lugar, la inseguridad ciudadana, agravada por el crecimiento del delito organizado, donde el narcotráfico ocupa un lugar central. Si tomamos el número de homicidios, comparemos que en el sexenio de Vicente Fox (2000-2006) se produjeron 60.162 homicidios. En el sexenio del panista Felipe Calderón (2006-2012) la cifra se elevo al doble: 121.163. La tendencia indica que el gobierno de Peña Nieto terminará con una cifra similar. Homicidios, secuestros y violencia son rasgos de un presente que los mexicanos quieren que termine, que se le ponga coto.
La inseguridad es un presente vergonzante para muchos mexicanos, pero no es el único. La corrupción es otro, como dicen bien quienes saben, el hacer coincidir el país real con el país legales todavía un pendiente en amplio aspectos de la convivencia nacional. Todas las mediciones internacionales, desde el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas hasta mediciones que hace la UNAM muestran la desconfianza de los ciudadanos en la estructura formal del país y dejan pendiente la pregunta de porque, el ciudadano que no es un “influyentazo”, no tiene necesariamente garantías de sus derechos. Los fatalistas no faltan, y señalan que siempre ha sido igual (como dice el refrán: “porque somos como somos, estamos como estamos”), pero desconocen que la cultura es dinámica, y en México existen ámbitos donde la institucionalidad funciona y muy bien, ¿ejemplo? Los tramites en la Secretaria de Relaciones Exteriores (visas, pasaportes, etc.) se ejecutan en el día y no hay que dar mordidas en ningún lado. Pero no todo el país opera así.
Lo más dañino, es que buena parte de los gobernados desconfían de los gobernantes. Político, en la jerga común mexicana, es sinónimo de “rata”. Y los ciudadanos “están hasta la madre” de los políticos, en especial de los partidos.
Seamos justos, este sentimiento de indignación y molestia de la ciudadanía no es nuevo, pero se ha recrudecido en los últimos años. La revolución de las redes es un factor, y la demanda de transparencia ha crecido. Hay hechos que detonan este proceso, como la matanza de los estudiantes de Ayotzinapa.
Comento lo anterior, para explicar porque López Obrador es el favorito. Porque no se ha enriquecido con su carrera, pese a que esta ha sido larga. Porque las pocas veces que viaja, lo hace en cabina económica. Me consta. Fue Gobernador de la Capital, y no salió con una cuenta en paraísos fiscales. Algunos de sus colaboradores si, pero los mandó donde corresponde. Muchos de sus adherentes probablemente no sepan de macroeconomía, pero a cambio, tienen confianza de que “el Peje” no es “rata”.
Pero una cosa son los méritos de la credibilidad de AMLO, como le dicen en México, pero otra es la desconfianza en los partidos tradicionales. El viejo PRI no pudo afianzarse en el actual sexenio, pero a cambio mantendrá una buena cuota de parlamentarios. Seguirá siendo un actor importante.
El derechista PAN (que es difícil de explicar en Chile), dividido entre un alma neoliberal – empresarial, y un sector social cristiano (filo Gutenberg) se dividió, y durante un tiempo tuvo dos candidaturas, la de la disidente Margarita Zavala (esposa del ex presidente Calderón) y la de Ricardo Anaya, candidato oficial, que se alió con el izquierdista Partido de la Revolución Democrática. En Chile seria como un frente entre la UDI y el PS. Curiosamente, esta alianza se presenta como una alternativa de consenso amplio, emulando a la antigua Concertación chilena. Para muchos mexicanos no es mas que una muestra de que para alcanzar el poder, todo vale.
¿Que sucedió en estos meses de campaña? Que buena parte de la militancia de base del PRD se paso con camas y petacas al Movimiento de Renovación Nacional (MORENA) que postula al Peje. AMLO agarró la delantera y no la soltó mas. El candidato del PRI y Anaya se disputan el segundo lugar y la mejor cuota parlamentaria.
Pero otro gran elector ha sido Donald Trump. El mandatario estadounidense, para placer de sus electores destila odiosidad contra los migrantes día a día, amenaza con construir muros en la frontera y de paso hacerselo pagar a los mexicanos. De pilón (de yapa) esta echando por la ventana el Tratado de libre comercio con México y Canadá. Mejor combustible para despertar el nacionalismo mexicano no hay.
El PRI, el gobierno, los empresarios ultras y la alianza del PAN – PRD dicen que la amenaza es el “castro chavismo” de AMLO. Pero el cuco esta mas cerca y viene del norte.
En suma, todos los astros se alinearon para que AMLO sea el nuevo “Tlatoani” (emperador) azteca. Y el “chicharito” Hernández y sus compañeros ayudaron con sus triunfos para crear una atmosfera de que viene algo nuevo y mejor.
En conversación de AMLO con la presidenta Bachelet el año pasado en La Moneda, a la que fui invitado, este comentó su admiración por Chile, el del pasado reciente y el de su presente. Contó en esa oportunidad que había ingresado a la UNAM. A estudiar Ciencias Políticas, en septiembre de 1973 y que Chile estuvo en la formación de su inquietud política (eso lo comparte toda una generación mexicana). Al finalizar la entrevista pidió conocer el memorial en la Moneda al Presidente. Ahí grabó un corto y emocionado video dirigido a sus compatriotas. Junto con su admiración por Chile, señaló que en su gobierno quería reiterar la doctrina Estrada: el respeto a la autodeterminación de los pueblos y la no injerencia en los asuntos internos de otros Estados, piedra fundamental de la diplomacia mexicana.
En esa oportunidad lo acompañó su amigo y colaborador, el empresario de Monterrey Alfonso Romo, gran admirador de Chile. Donde confeso también tiene inversiones.
Al salir de la entrevista, al darme cuenta de que no tenía mayores apoyos (ni escoltas ni conductores) me ofrecí llevarlo a su hotel, “estoy cerca” me dijo, y así lo acompañé hasta el Hotel Panamericano, a pocos metros de la Moneda. Un confortable y sencillo hotel del centro donde se despidió con un fuerte abrazo para Chile como me dijo, y pocas horas después se fue, en clase turista.
Muchas cosas le pueden sacar al Peje, pero no es un político que se ha enriquecido en su gestión, y vive como lo hace la mayoría de sus ciudadanos, respeta a quienes nos antecedieron, es prudente y respetuoso de la soberanía de todos los países. Por cierto, será un celoso defensor de los intereses mexicanos y de sus ciudadanos.
Y para quienes tienen aprehensiones de su gestión económica, que tomen nota de la presencia de Alfonso Romo. Mas, la admiración que el propio AMLO tiene de Chile.
Sobre el autor:
Cientista Político y analista internacional