Un cierre de las posibilidades, inicialmente vislumbradas, de avanzar en desarmar los actuales blindajes institucionales del modelo político y económico con las fuerzas políticas de la NM en el gobierno. Y si bien “nadie” (bueno, algunos) se creía que las reformas de la NM constituirían un gran avance para el campo social, tampoco “nadie” se esperaba que dicho avance fuera lo que está siendo en realidad: un retroceso.
Y es que la reforma laboral que profundiza los pilares del plan laboral de la dictadura, legitimándolo; las comisiones expertas diseñadas para mantener el actual sistema de AFP; el sistema de subsidios a la educación (becas) disfrazado de gratuidad; y el ingreso del proyecto de carrera profesional docente que mantiene las claves del desarme de la educación pública; son los mejores ejemplos de que “la nueva mayoría” en el gobierno ha cerrado filas con los grandes grupos económicos detentadores del poder, para mantener incólume el modelo de país que nos impusieron en dictadura.
Y esto no sería raro si es que estuviéramos en los 90, en el 2001 o en el 2007 (como vimos que pasó). Pero resulta que estamos en el 2015, y con movilizaciones transversales como la del pasado 21 de abril y las múltiples articulaciones sindicales para modificar la reforma laboral a favor de los trabajadores; con las multitudinarias manifestaciones y coordinación nacional de actores contra las AFP (amparado en los indicadores de miseria que éstas arrojan como resultado); las permanentemente masivas marchas de las y los estudiantes a lo largo del país; y el paro efectivo de más de 50 días de todas y todos los profesores de la educación pública en Chile contra la ley de carrera docente, lo cierto es que los actores sociales NO hemos sido capaces de lograr los objetivos inmediatos y detener el avance de las medidas profundizadoras del neoliberalismo… El cierre de filas del “bloque en el poder” (o sea, gran empresariado y los partidos políticos que les sirven) nos ha golpeado, y fuerte.
Queda la sensación de impotencia. De que “lo hemos dejado todo en la cancha” y ni con eso se puede cambiar las condiciones de vida que nos mantienen en el ranking de los países más desiguales del mundo, viviendo endeudados, con trabajos mal pagados y desconfiando de todo el que se nos cruza por delante.
{destacado-1} Y frente a eso, nuestras organizaciones sociales se siguen reuniendo, pero ya no principalmente para discutir sino para compartir. Se llenan las redes sociales de fotos, de afectos, de cariños cruzados. Se celebran los cumpleaños, se dejan mensajes de cariño y aliento; se juntan también en otros lugares, no sólo reuniones; se ayudan en las necesidades cotidianas, y conversan de sus familias, de sus problemas, de sus temores. Se ríen de los chistes, y hacen chistes de la clase política. Se envían noticias, se comenta y comparte la desfachatez de nuestros gobernantes, o el nuevo “negocio” que encontraron los grandes empresarios para explotarnos; o los nuevos “políticos” financiados ilegalmente. Se ríe con desgana, o se blasfema con impotencia frente a su, en buen chileno, “carerajismo”. Y seguimos juntándonos en nuestras reuniones que se van más en conversar de la vida, en reír o en divagar, que en elaborar salidas para el encierro en que nos dejaron… No sabemos aún qué hacer.
Dos cosas merece la pena decir sobre eso. La primera, que aun no hemos dejado todo en la cancha, y habrá que mojar la camiseta nuevamente, incorporando nuevas tácticas de juego, analizando al enemigo, o nos damos por vencidos y perdemos por «bocover». Eso significa, para los actores sociales movilizados, incorporar formas de movilización que afecten los intereses de los verdaderos dueños del poder de decisión en el país: el gran empresariado que compra diputados, senadores y presidentes. Además, significa construir las alianzas que permitan que en el próximo round seamos nosotros quienes demos golpes certeros. Los paros portuarios han demostrado que el eje «producción-transporte terrestre-exportación» es el que hay que interrumpir para obligar al gobierno a escucharnos, y varios ejercicios de articulación entre actores con diversas posiciones en ese eje se están empezando a fraguar en esa línea.
La segunda, y quizás más central esta vez, es reconocer la importancia de la resistencia colectiva a los duros golpes recibidos en este cierre de filas. Porque en un país que basa su desigualdad y su injusticia en la ausencia de lazos colectivos y la radical atomización instalada por la desconfianza al otro, por las relaciones laborales individualizadas y por la tecnologización de la vida; la mantención de los afectos, las confianzas y las solidaridades construidas en los procesos organizativos son una contestación directa al poder que pretende desarticularnos.
Frente al despojo de la “gran política” que se empeñan en mantener, sacándonos de los debates centrales del país en los que hemos pretendido reivindicar nuestro lugar, la “pequeña política” de la mantención de los vínculos y de las solidaridades muestra su carácter estratégico para la construcción de cualquier proyecto de transformación social a favor de las mayorías. ¿Quieren convencernos de que organizarnos y movilizarnos no funciona, y nos vayamos pa´la casa? Pues no nos vamos. No sabemos cómo salir al paso, pero nos quedamos igual.
Si el ejercicio de la dominación neoliberal está signado por la dominación subjetiva, que coloniza a los sujetos con sus ideas de libertad y éxito individual, de la competencia y la desconfianza como eje de las relaciones sociales, pero además instala la inmediatez como valor, entonces la mantención y profundización de lazos afectivos, de pequeñas acciones de solidaridad cotidiana y de insistencia en un objetivo común aun cuando éste no se logre con la rapidez que quisiéramos, son resistencias contrahegemónicas estratégicas para la transformación del chile neoliberal en que vivimos.
Reír, tomarse selfies grupales, demostrar el afecto por las y los compañeros en redes sociales, conversar de nuestros problemas, ayudar a otro en los arreglos de la casa, reunirse permanentemente a pesar de no encontrar salida, y en lugar de ello compartir una bebida, son las acciones que HOY están sosteniendo a los nuevos actores sociales constituidos, pese a las derrotas iniciales.
Lejos de frustrarse, habrá que reconocer entonces el valor de estas acciones cotidianas. No para conformarse en ellas, sino para recobrar fuerzas y a partir de ellas desarrollar las tareas impostergables del repliegue de los actores sociales: analizar las carencias y diseñar formas de movilización que afecten al gran empresariado, identificar los aliados, aprender de los errores, y prepararse para un nuevo ciclo de luchas por la recuperación de los derechos sociales y la democracia en nuestro país. Las organizaciones políticas están en ello y tienen el deber de promover su desarrollo. Las organizaciones sociales tienen que asumirse protagonistas en ese debate y enriquecerlo, reconociendo la necesidad de la política. Ya es hora de asumir que corremos juntos.