Y los ricos lo tienen todo. Ellos han construido un modelo (SU MODELO) de acuerdo a sus intereses, a los ricos nada le es más despreciable que la pobreza. Se sienten diferentes, se definen como lo mejor de la sociedad, lo más granado y selecto, tienen incluso en diarios y revistas sus propias páginas sociales donde se reúnen solo ellos, con sus hijos y sus hijas, sus amigos, todos lindos y despeinados.
”Todo lo que tengo me lo he ganado trabajando, a mí nadie me ha regalado nada”, suelen decir en voz alta los señores con ese tono de patrón, mientras en algún lugar de su propiedad hay un chileno que está con la espalda curvada generando beneficios, haciéndolo más rico; el patrón piensa que así él hace patria, así considera válido su aporte al desarrollo del país. Y llega otro patrón y el campesino se saca el sombrero, despacio se los lleva a la espalda en signo de respeto, está frente al dueño de la casa en que vive, frente al propietario de la tierra, el latifundista es el que regala para las fiestas de fin de año algunos metros de género barato, para que se haga unas cortinas o una falda; el dueño del fundo con voz dura les dice a hijos del inquilino que le entregará a su padre una bolsa que contiene ropa vieja, camisas y pantalones, que él ya no usará.
“El hombre que inventó la caridad, inventó al pobre y le dio pan…”
La lucha de los pobres por cambiar el trágico recorrido de la vida ha estado siempre presente, es posible que sea este el año en que la patria rinda el verdadero homenaje a todos los miles de chilenos analfabetos que combatieron en las batallas de la Independencia, muchos de ellos sin conocer la razón por la cual entregaban la vida, pero que los llevaron para que la patria fuera libre, la historia les nombra como peones.
“No me interesa la política, sólo me preocupa el trabajo y mi familia…” Esta es la frase más recurrente que tienen los patrones para justificar la explotación descarnada y violenta. Esta afirmación además es mentirosa. Los dueños de las grandes fábricas, los bancos, las aseguradoras, los dueños del gran capital, sí les interesa la política, pero aquella que le posibilita obtener grandes beneficios, le interesa aquella que les asegure pagar sueldos miserables e indignos. A los patrones sí le interesa la política, y no dudaron un minuto en ir a golpear las puertas de los cuarteles militares, cuando vieron en peligros sus intereses.
Pero el hombre pobre en algún momento despertó, y consideró que su vida así, en esas condiciones, teniendo un dueño, no podía continuar y se rebeló, se organizó, algunos indispensables sacaron periódicos y encendieron la incombustible llama de la libertad, de la dignidad en el hombre, sin eso no hay vida justa, sin eso la vida y sus portadores tienen todos los derechos asignados.
Y aquel grito desde Suiza, desde la ciudad de Basilea: “Luchar es nuestra única solución, pues no tenemos nada que perder, excepto nuestras cadenas”, aquel grito suena hasta hoy, y se arrastra despacio por todas las piedras de todos los pueblos, y andará en todas las fábricas y embarcaciones, también en el campo y en los muelles de todos los puertos. Digno es el hombre que se rebela frente a una injusticia, valiente es el hombre que sale a luchar por el pan, indispensable es el que trabaja para organizar al despierto y alcanzar la victoria.
“Cuando llego a la inmunda pocilga que tengo por refugio, y contemplo la miseria que en ella encierra, siento el germen de la rebeldía que invade mi ser; la ideas macabras cruzan en tropel desordenado por mi mente, luego se esfuman como visiones” (1) Chile, ese Chile de comienzos del siglo XX poco ha cambiado, la cifra de ciudadanos marginados llega a dos millones y medio de personas y de eso nadie puede alegrarse, en ella están sin ninguna duda las razones para la justa rebeldía, el histórico paso para avanzar hacia mundo más igualitarios.
“Tiembla al oír los gritos desgarradores de una madre que pide pan para sus hijos” (2). Es la mendicidad una de las postales cotidianas de las grandes ciudades, donde los pobres son dos veces más castigados, abandonados de todos y obligados a comer las sobras de los otros.
“Tiembla gobierno sin conciencia, el pueblo ya abre sus ojos: sus gritos y protestas están por estallar” (3). Lentamente los pobres se fueron organizando, los que sabían leer lo hacían en voz alta para que los analfabetos supieran de qué se trataba en aquellos periódicos, en que el pensamiento anarquista encendía las luces del entendimiento. Y en el norte los anarquistas fueron muy importantes en la organización de la clase trabajadora, de los obreros del salitre; las palabras circulaban en voz baja, despertando las conciencias, pero fundamentalmente educando, como no recordar al zapatero anarquista, que le enseñó a jugar ajedrez a Salvador Allende en Valparaíso, y que le habló de… “la cosa social”.
El pensamiento anarquista no es un fenómeno nuevo. Los sindicatos, los primeros pasos del movimiento popular chileno están en las manos de dirigentes de pensamiento anarquista, entregados por entero a luchar por tratar de mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora. Los instructivos entregados por los Comités de Huelga, el motor de cada movilización era pensamiento anarquista puro y duro. La historia del movimiento popular recoge los esfuerzos, la entrega generosa por ejemplo de José Santos González Vera, Manuel Rojas, y de otros insignes y valientes que fueron destacados columnistas en periódicos anarquistas en los primeros decenios del siglo XX, plumas, que no dudaron en identificar a los responsables de los mayores males del pueblo chileno, la pobreza. Quedan para que sean leídas Periódico La Batalla, Periódico Anarquista Verba Roja, Revista Numen, Claridad, Revista Babel, para educar, para entregar elementos a la justa causa de la liberación del hombre, para entregar argumentos en el inicio del recorrido de una huelga obrera, pautas para la vida cotidiana, es preocupación por elevar la condición humana.
El pensamiento anarquista existirá porque tiene su espacio ganado, sus actores, sus razones y sus motivos. “Queremos, sencillamente, el advenimiento de una organización social que no quebrante los derechos individuales…” (4)
La democracia? Las democracias imperialistas son en realidad las más grandes aristocracias de la historia. Su vida está basada en la esclavitud de los pueblos coloniales y en la explotación del proletariado metropolitano. Están dispuestas a aceptar cualquier disfraz que le permita conservar sus privilegios…” (5)
REFERENCIAS
(1) (2) «Cuadros de la vida». Periódico Anarquista Verba Roja; febrero 1914. José Santos González Vera.
(3) (4) (5) Manuel Rojas. Revista “Babel”. mayo-junio 1945.
Letras Anarquistas. Artículos periodísticos y otros escritos inéditos. Compilación Carmen Soria. Ed Planeta. 2004
Por Pablo Varas