Los claroscuros: China y Latinoamérica

Por Rafael Alfaro Izarraraz

Los claroscuros: China y Latinoamérica

Autor: Pedro Guzmán

Después de la muerte de Mao, al mando del poder en China llegó Deng Xiaoping, en 1976. China era un país agrícola hasta hace 46 años. A partir de la muerte de Mao, Deng inició una serie de reformas cuyo crecimiento, desde 1978, fue en promedio del 10 por ciento durante 31 años, hasta 2009. 15 naciones asiáticas que exportaban a Estados Unidos reorientaron sus exportaciones a China y esta última nación se convirtió en la fábrica del mundo. El centro de gravedad de generación de riqueza se trasladó del Atlántico al Pacífico: de EU y Europa hacia Asia. Es el segundo PIB del mundo, el principal prestador del tesoro estadounidense y está entre los primeros grandes inversores del mundo y hoy desafía la hegemonía estadounidense en el mundo (Ver Gustavo Girado, en América Latina en el contexto de transfiguración del orden mundial; Ariel Sliapak-Luciana Ghiotto: El rol de las inversiones chinas en la región en un contexto de disputa (inter)hegemónica).

No existe un guion prestablecido que diga cómo una nación desplaza a otra como hegemónica. Mientras Inglaterra se ocupaba de asegurarse la victoria frente a Alemania durante la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos la desplazaba de América Latina. Antes, lo ingleses aprendieron a navegar en el mar y a producir sus propios telares y materia prima para desprenderse de la hegemonía de lo que ahora es Holanda. Estados Unidos fue el principal promotor de la industrialización China y, en parte, del poder que ahora posee en el mundo, cuando con el fin de dividir a rusos y chinos reestableció relaciones con la nación asiática y ganando a su campo a un aliado de la ex URSS, utilizando para ese propósito la abundante fuerza de trabajo china. Europa creía que capitalizaría la caída del bloque soviético hegemonizando a naciones exsocialistas. Aunque EU instaló bases militares en la frontera con Rusia, Occidente ya mostraba su debilidad (Nelson García Osorio y otros, en: Visión del nuevo orden mundial en el siglo XXI).

 Ariel Sliapak-Luciana Ghiotto, en el texto ya citado analizan las relaciones de China con naciones latinoamericanas en el contexto de la reconfiguración del Nuevo Orden Mundial. Señalan que las relaciones con otras naciones en general no son distintas a las establecidas por las potencias hegemónicas, salvo en algunas cuestiones de forma. Los chinos buscan moldear un mundo a sus necesidades. En ese sentido, invierten en minería, gas, petróleo, infraestructura de carreteras, puertos, ferrocarriles, aeropuertos, préstamos financieros, entre otros factores, pero bajo el principio de que todo ello resuelva sus propias necesidades de ser la fábrica del mundo. Lo hacen bajo la normatividad existente y que es parte del estado de cosas mundial actuales. Tratan de garantizar sus inversiones y de que la estructura burocrática de las naciones se adapte  a dinámicas de bajos trámites burocráticos y se proteja la inversión china. Todo bajo las reglas que establece la Organización Mundial del Comercio (OMC) de la que forman parte. Tienen acuerdos con casi todos los países, pero no son en el fondo más que otra potencia económica en la que se mueven los mismos intereses económicos como con Occidente, incluido por supuesto el capital occidental.

Eduardo Crivelli y Giuseppe Lobrutto son más optimistas (ver: Las relaciones entre China y América Latina en la segunda mitad del siglo XXI). Es verdad algunos aspectos que plantean y que en este mismo espacio hemos subrayado como la disposición China a no imitar relaciones de apoyo y sujeción política e intervencionismo con países del sur como la establecida por EU durante siglos con América Latina y el Caribe. Aquí sin duda la forma es fondo, por supuesto y hay que reconocerlo, pero en los tratados, acuerdos, firma de convenios, China, por lógica, busca proteger sus intereses y el capital que invierte, y la de sus aliados, firmas alemanas o estadounidenses. Los proyectos de la Ruta de la Seda que une a Asia con Europa y América Latina por la vía marítima buscan la reproducción del capital, con su impacto ambiental. En inversiones directas el más favorecido ha sido Brasil, luego Venezuela y Bolivia. Por lo pronto en América Latina y el Caribe, con China, los gobiernos de derecha e izquierda lo ven bien, pero existe una reprimarización de las economías (los productos primarios representaron el 72 por ciento de las exportaciones hacia China), aunque como dicen estos autores la presencia China alentó nuevas formas de organización regionales entre algunas naciones, lo cual es cierto. Si a China le interesa el litio de la subregión, pues va por el litio para ellos. De ahí la importancia de que las naciones latinoamericanas cuenten con un Estado fuerte, popular, y no entreguista.

Estos claroscuros de la relación de China con Latinoamérica y el Caribe, ocurren en un contexto mundial en el que existe una crisis multifactorial a nivel del sistema en su conjunto: económica, financiera, social, cultural, ecológica (ver Sebastián Schultz: en La nueva ruta de la seda en América Latina y el Caribe. Oportunidad multipolar o nueva colonialidad dependiente?, cuya salida visible desde la perspectiva de las élites mundiales y locales se sintetiza en la emergencia de un Nuevo Orden Mundial, lo que en el fondo solo brinda salidas desde una visión elitista y fundada en teorías de las hegemonías y no considera a mujeres y hombre, naciones, que son quienes finalmente viven las crisis como la de 2008, la pandemia y la guerra actual, aunque en la visión de Arrighi (citado por Schultz), esa visión tiene la virtud de alentar a los dominados, es decir, que la vean con buenos ojos. Son opciones finalmente, unilaterales, parciales, a la crisis de fondo que vive el sistema como sistema de una sociedad industrial como en la que vivimos.

Pero, en tanto tendencias hegemónicas que influyen en la conducta de los dominados ya sean personas o naciones, la estrategia China aparte de quitarle a EU la iniciativa en el mundo en múltiples espacios, ha creado la iniciativa, anunciada en 2013, en Kazajistán por el presidente Xi Jinping:  la Ruta de la Seda en la que se destaca la idea de conformar una relación armoniosa entre las naciones que contrasta con la hegemonía norteamericana e histórica de sojuzgamiento de pueblos. Los chinos insisten en ver el comercio no como un fin sino como un medio para el desarrollo de las personas, lo que apunta en sentido contrario a lo que hasta ahora hemos vivido, como ya se apuntó: se trata de la paz, la prosperidad, la convivencia entre culturas y la innovación  (ver Sebastián Schultz: La nueva ruta de la seda en América Latina y el Caribe. Oportunidad multipolar o nueva colonialidad dependiente?

Bueno, pues ver para creer.


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