La abnegada, decidida y resuelta lucha desplegada desde el 18 de octubre del año 2019 por el movimiento social desde Arica a Magallanes, ha puesto en una profunda crisis a los partidos que forman el núcleo que sostiene el modelo económico, social y político diseñado por los estrategas norteamericanos y aplicado mediante el terror en nuestro país.
Parte importantísima de éste eje, formado por el Partido Socialista y el Partido Demócrata Cristiano al cual se suman otras fuerzas denominadas de “centro izquierda”, defiende los intereses del gran capital nacional e internacional, materializadas en las llamadas “siete modernizaciones”, puntales básicos del modelo.
Este núcleo es el sostenedor y defensor a ultranza de la modalidad neoliberal del desarrollo del capitalismo chileno. En última instancia, este núcleo de partidos de oposición actúa, prácticamente, como instrumento del papel conductor que tienen Unión Demócrata Independiente y Renovación Nacional.
En la práctica concreta, en una importante medida, son partidos de oposición al Gobierno pero no del Modelo. En conjunto constituyen EL frente que sustenta la institucionalidad política que viabiliza la mantención del modelo. Para una inmensa parte del movimiento social, da lo mismo votar en las elecciones, por un candidato de la derecha o de la ex Concertación. “Son todos iguales” señalan.
Hoy, este modelo se encuentra amenazado por el pueblo en lucha, por su movimiento social. El objetivo central de los diseñadores del modelo, dado el cambio de la correlación de fuerzas, es defender como sea la unidad PS-PDC. Para cumplir con este objetivo, desde los resultados electorales del 16 de mayo recién pasado se lleva adelante una amplísima operación política, manipuladora y distorsionadora, donde se utilizan todos los recursos disponibles, y en donde los medios de comunicación –nuevamente– deben jugar un papel de extraordinaria importancia.
Se están utilizando todos los mecanismos de las campañas del terror. Una vez más, a la cabeza de esta operación se encuentra el diario “El Mercurio”, vocero y experto en campañas psicológicas, y vocero e instrumento de los intereses de los monopolios tanto nacionales como internacionales.
Esta campaña se realiza simultáneamente en dos sentidos, unidos estrechamente. Por un lado distorsionar, manipular y mentir sobre los orígenes históricos, naturaleza y carácter del Partido Socialista de Chile, evitando a toda costa que este Partido retome los postulados teóricos y de principios que le dieron forma. Con la intención de que no vuelva a su identidad histórica como partido democrático, nacional, popular y revolucionario, abriéndose a la posibilidad de una nueva y distinta política de alianzas que tenga como horizonte terminar con la modalidad neoliberal.
Al mismo tiempo, unido a lo anterior, se implementa una nueva cruzada anticomunista que nos recuerda, por sus grandes similitudes y proporciones, a las operaciones impulsadas por el imperialismo norteamericano en los años 1964 y 1970, para impedir el triunfo electoral del compañero Salvador Allende. Al igual que en aquellos años, “El Mercurio” se pone a la cabeza de esta cruzada.
El sábado 29 de mayo “El Mercurio” publicó en el cuerpo C, –a página completa, con una retocada gran foto central a todo color–, una extensa entrevista a Camilo Escalona. El objetivo de esa entrevista es que Escalona reitere esencialmente el hilo conductor de la intervención que había realizado ante el Comité Central el martes 18 del mismo mes, inmediatamente después del impactante triunfo del pueblo dos días antes, el 16 de mayo, que puso de manifiesto el fracaso de la política de alianzas que mantienen los actuales dirigentes del Partido. Esta intervención, circuló profusamente por las redes partidarias.
El objetivo central de la intervención de Escalona al Comité Central del Partido Socialista perseguía dos objetivos: distorsionar históricamente las causas que dieron origen, formación y fisonomía ideológica-política de los fundadores del Partido, usando y abusando de un marcado anticomunismo. Segundo, defender a como de lugar, ante la convulsionada e impactada militancia, el “eje histórico DC-PS.
Escalona construye todo su discurso argumental sobre un edificio sustentado sobre maderas de mala calidad, con una base histórica manipulada, falsa, mentirosa y mal intencionada. Ante todo sustentando en una forma idealista del análisis histórico un edificio que no puede resistir la verdad de los hechos y que al enfrentarlos, cae en estrepitoso derrumbe.
Camilo “historiador” no pasó el primer curso de teoría de la historia. Por ello no asimila que la verdad es concreta, y que se fundamenta en los hechos históricos. No asimila que la verdad no es subjetiva. No sabe que el único criterio de la verdad es la práctica. Por ello es que a partir de la mentira persigue crear un estado de ánimo en la militancia, contrario a las raíces históricas del Partido y, por sobre todo, anticomunista.
Lo que nunca ha logrado entender Escalona es la diferencia entre no ser comunista y ser anticomunista. No comunista es nuestro Partido por la sencilla razón de que somos, ante todo y por sobre todo, militantes del Partido Socialista de Chile: ello no significa ser anticomunista.
A muchos militantes puede que no les gusten, o no nos gusten, por ABC motivos, los comunistas, pero muy distinto, nuevamente, es ser anticomunista. Nosotros, Socialistas, no comunistas, sí estamos por la unidad con el Partido Comunista porque entendemos que por esa unidad luchó toda su vida el Compañero Salvador Allende, esa unidad es la que permitió el avance del pueblo, esa unidad es la que permitió el triunfo y el Gobierno de la Unidad Popular, esa unidad le dio alegría y esperanzas al pueblo, esa unidad creó condiciones para el desarrollo y creación humana en todas sus manifestaciones. Porque entendemos que sólo sobre los cimientos de esa unidad podrán llevarse adelante los cambios que el movimiento social en lucha exige.
Las bases y los componentes del relato histórico que hace Escalona sobre la historia de nuestro Partido se dirige a establecer que el Partido Socialista fue una organización que surgió “en pugna” con el Partido Comunista, “contrario” a los postulados estratégicos de ese Partido. Que los dirigentes que nos dieron origen, lo que postulaban ante todo era una “autonomía” sin definir de qué se trata esa “autonomía”.
Para rematar, en forma manipulada y distorsionada, Escalona hace aparecer prácticamente a nuestro Compañero Allende también en pugna, contrario al Partido Comunista. Insistimos en que el propósito fundamental de Escalona, es uno: generar las condiciones subjetivas anticomunistas necesarias en la militancia para evitar a toda costa que el Partido Socialista retome su continuidad histórica.
Esta unidad es la única que garantiza la continuidad para llevar adelante los cambios que el pueblo reclama. Lo que sucede es que Escalona, en su empeño por desfigurar a nuestro Partido, no entiende que nosotros, la única, fundamental y principal pugna que tuvimos y que tenemos como Partido desde el nacimiento, y así nos educaron durante toda nuestra vida como militantes, es la PUGNA, así con mayúscula, en contra del capitalismo.
Nuestra historia es la pugna, la lucha, el combate sin tregua contra la injusticia, el saqueo y la explotación de los monopolios nacionales e internacionales sobre nuestros pueblos y de nuestros recursos naturales. Es la pugna, la puja en contra de la injusticia social del régimen oligárquico y, en la hora actual, en contra de la modalidad neoliberal del capitalismo chileno.
En atención a la verdad de los hechos, y en la defensa de los principios estratégicos transformadores que ayuden a reponer la responsabilidad histórica que tiene el Partido con el pueblo de Chile, es que nos vemos en la obligación de hacer un análisis sucinto, sobre las causas históricas que condujeron a la formación y al desarrollo del Partido Socialista y, específicamente, de la decidida importancia histórica que reviste la unidad estratégica del pueblo encabezada por el Compañero Presidente Salvador Allende.
Analicemos el contexto: el complejo proceso histórico que condujo a la Formación del Partido Socialista de Chile el 19 de abril de 1933, –que influyó decididamente en los que redactaron el contenido de su Declaración de Principios del mismo año–, estuvo determinado por las características concretas por las que atravesaba el movimiento social chileno en ese entonces, sumido bajo las condiciones de una profunda y generalizada crisis de la modalidad oligárquica del desarrollo del “capitalismo salitrero” chileno y gatillada por las desastrosas repercusiones en Chile de la gran crisis capitalista mundial de 1929.
Desde el punto de vista metodológico, para estudiar las causas históricas que condujeron a la formación del Partido Socialista de Chile, se debe entender que éste se inserta en uno de los periodos más significativos y complejos de la historia de las luchas sociales de nuestro país. Tiene como trasfondo una complejísima combinación de factores económicos, sociales, políticos e ideológicos que se generaron a escala nacional, sobre los cuales influyeron de manera sustantiva, y en casos determinantes, los complejos procesos que se desarrollaban a escala internacional.
Se trata de todo un periodo que se inicia a fines del año 1916, con motivo de la extraordinaria baja que experimentó el precio del salitre a escala internacional, hasta los primeros años del segundo gobierno de Arturo Alessandri de fines del año 1935.
Constituyó un “trozo” de nuestra historia, plagado de contradicciones de toda índole, de extraordinarios desplazamientos sociales, de reacomodos y reubicaciones, de nuevos alineamientos políticos de fuerzas en núcleos completos de clases y fracciones de clases y que dio motivos para nuevos y a veces confusos comportamientos políticos.
En el plano externo, además de la Gran Crisis del 29, se debe considerar como importantísimo factor la toma del poder obrero campesino en Rusia que dio origen a la Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917, conducidos por los bolcheviques y liderados por V.I. Lenin.
Este hecho, al tiempo que le otorgó una nueva dimensión a la lucha de clases a nivel internacional, por su contenido, dimensionó también el carácter de las movilizaciones de núcleos importantes del proletariado nacional. Este impacto, se dio principalmente en los núcleos obreros concentrados en las minas y los yacimientos salitreros, manifestándose en la combatividad y dinamismo que le imprimieron a sus luchas.
Expresión casi directa de ello fue la formación del Partido Comunista en enero de 1922 a partir del Partido Obrero Socialista (POS) formado por Luis Emilio Recabarren en el año 1912. La revolución de Octubre influyó también, enormemente, sobre amplios sectores de las capas medias proletarizadas, trabajadores en general, incentivando a que sus elementos de mayor experiencia y tradición en la brega democrática, nacional y anti-oligárquica adoptasen posiciones ideológicas de acercamiento al socialismo.
Núcleos de variados sectores sociales, movidos por la “cuestión social”, fueron impulsados a tomar conocimiento de la experiencia soviética, confrontándola al mismo tiempo con la profusa literatura del socialismo utópico y anarcosindicalista, que en aquel entonces constituía la principal fuente ideológica que les orientaba para su participación en la lucha social.
Por otro lado, como resultado del debilitamiento sufrido por Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial, el entonces país imperialista más poderoso a escala planetaria fue arrastrado a una significativa y definitiva disminución de su presencia imperialista en nuestro Continente.
A partir de entonces la penetración de los monopolios norteamericanos, acompañados de su fuerza militar y presión política en aguda pugna con los principales países imperialistas europeos, abarcó las principales esferas de la economía nacional. La presencia del imperialismo yanqui en Chile adquirió un “doble carácter”, como “factor interno y externo”: por una parte, comenzó a tomar parte activa de las relaciones de producción nacional y, al mismo tiempo, constituyó un activo elemento foráneo que explotaba los intereses de la mayoría de la nación y su pueblo, arrasando con nuestros recursos naturales y condicionando, en última instancia, la soberanía económica y política de nuestro país.
Este doble carácter de la presencia de los monopolios norteamericanos se realizó sobre la base de una abierta y sangrienta aplicación de la “Política del Garrote” en nuestro continente. En ese contexto produjo un enorme impacto en los estudiantes y amplios sectores sociales de América Latina el asesinato comanditado por los EEUU, el 21 de febrero de 1934, del General de Hombres Libres César Augusto Sandino, en Nicaragua.
A ello se sumaba, además, la abierta disposición de las distintas fracciones burguesas a la penetración y saqueo, constituyendo factores que en su conjunto repercutieron profunda y directamente en el “sentido” y orientación que adquirieron las movilizaciones sociales en todo ese periodo. Desde el punto de vista ideológico, dio origen a un marcado y profundo “anti-yanquismo” que cobró fuerza defensiva en un marcado y poderoso “latinoamericanismo”, como expresión mayor del llamado “nacionalismo de nación oprimida”.
Ello originó que en amplios sectores de la intelectualidad revolucionaria, emergieran posiciones “nacionalistas revolucionarias” que formaron parte, también, del acervo teórico del emergente socialismo chileno.
Las desastrosas repercusiones de la gran crisis capitalista del año 1929 elevaron a niveles desconocidos la lucha de clases en el país. Las masas reclamaban pan y trabajo. Las aspiraciones democráticas y el sentimiento antiimperialista (de perfil anti-yanqui y latinoamericanista) recorrieron incluso los cuarteles.
Los puntales básicos de la ´política de “represión y reformas”, la crisis imperialista en el ámbito internacional, a lo que se sumó el reclamo por una mayor justicia social en núcleos de oficiales de las FFAA, fueron poderosas señales de la extensión de la crisis. El despliegue espontáneo de la lucha de masas generó una situación de gran confusión en los sectores de la burguesía gobernante, profundizando las contradicciones entre ellos, impidiéndoles dar una conducción única a la compleja situación y generando un vacío direccional en sus filas.
En este marco surgió una amplia y considerable movilización social, una movilización espontánea de las masas. En esta explosión de protesta callejera se encontraron miles y miles de trabajadores, muchos de ellos cesantes. A los que se unieron la juventud universitaria, los intelectuales, los artesanos, núcleos completos de las emergentes capas medias, pequeños empresarios, sectores de “trabajadores en general”, incluso miembros de las FFAA.
La posibilidad de “acumular fuerzas” bajo esas condiciones quedó a disposición de la organización política capaz de impulsar la lucha por las tareas que movilizaban a la mayoría del pueblo. El destacamento de los núcleos más experimentados de la clase obrera, organizados en las filas del Partido Comunista, se encontraron impedidos en esa tarea. En aquel periodo el PC se encontraba fuertemente debilitado por la violenta represión ejercida sobre ellos por la Dictadura de Ibáñez, sumada a una aguda confrontación interna y una equivocada concepción de la política de alianzas.
Esta situación otorgó el espacio suficiente para que las organizaciones sociales de carácter “democrático-revolucionarias”, como Nueva Acción Pública (NAP), Acción Revolucionaria Socialista (ARS), Partido Socialista Marxista (PSM) y otros, estrecharan sus contactos iniciados con anterioridad en torno a la programática que dio forma a la “República Socialista de los 12 Días”, del 4 al 16 de junio de 1932.
Estos son los principales hechos históricos, objetivos y subjetivos, que condujeron a la formación y nacimiento del Partido Socialista de Chile. La fisonomía ideológica política de los fundadores del Partido Socialista de Chile quedó reflejada y resumida en su Declaración de Principios de 1933.
La reunión del 19 de abril de ese año decidió la unificación de las diferentes agrupaciones demócratas revolucionarias, la mayoría de las cuales se habían formado en la lucha contra la Dictadura de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931).
Se nombró la Comisión redactora, se leyó una Declaración de Principios Fundamentales, que fue la que dio origen a la declaración de Principios del Nuevo Partido, (Programa Máximo) el Partido Socialista de Chile, y su Programa de Acción Inmediata (Programa Mínimo), ambos aprobados posteriormente en el Primer Congreso realizado desde el 27 al 30 de octubre del mismo año.
Al mismo tiempo, se dio forma a la Dirección Máxima del Partido, eligiéndose a Oscar Schnake, secretario general y a Marmaduque Grove y Eugenio Matte Hurtado como integrantes de ella.
Un rápido análisis de las ocupaciones que tenían los 447 miembros fundadores del Partido ilustra las características de su composición social al momento de su nacimiento: 89 intelectuales; 24 pequeños comerciantes; 166 empleados (públicos y privados) y técnicos; 37 artesanos; 117 obreros; 22 sin ocupación; y otros.
Desde el punto de vista ideológico y político, en su dirección máxima se encontraban antiguos miembros del Partido Radical, del Partido Demócrata y del Partido Comunista, junto a ex militantes de organizaciones anarcosindicalistas, activos miembros de la masonería y ex militares.
En la composición social del núcleo dirigente cumplieron función destacada, junto a Augusto Pinto, experimentado luchador sindical, compañero de lucha de Luis Emilio Recabarren, los obreros Zacarías Soto y Luis Escobar. Además, segmentos de las capas medias precipitadas al campo de las ideas revolucionarias, principalmente ex dirigentes estudiantiles, educadores e intelectualidad revolucionaria. Junto a ellos, ex miembros de las FFAA, como Marmaduque Grove, su hermano Jorge Grove, oficial del ejército, y algunos otros oficiales y suboficiales de la aviación y de la tropa de la marinería.
La concepción del mundo que fundamentó el Documento del 33 y que orientó a nuestro Partido hasta comienzos del año 1990, fue “el marxismo, enriquecido y rectificado por todos los aportes científicos del constante devenir social”.
La citada Declaración de Principios destacaba que la “necesidad de la clase trabajadora de conquistar su bienestar económico y el afán de la clase poseedora de conservar sus privilegios económicos determinan la lucha entre estas dos clases”. “El régimen de producción capitalista –era la conclusión de los fundadores del Partido– debe necesariamente ser reemplazado por un régimen económico socialista” objetivo que también hace “necesaria una Dictadura de Trabajadores organizados” que garantice “el proceso de transformación total del sistema”.
Fundamentando el porqué de esta dictadura de la “clase trabajadora”, el Documento sostenía que “la transformación evolutiva por medio del sistema democrático no es posible porque la clase dominante se ha organizado en cuerpos civiles armados y ha erigido su propia dictadura para mantener a los trabajadores en la miseria y en la ignorancia e impedir su emancipación”.
Finalmente, tras reconocer que la “doctrina socialista es de carácter internacional y exige una acción solidaria y coordinada de los trabajadores del mundo”, la Declaración de Principios concluye afirmando que para concretizar este principio internacionalista, “el Partido Socialista propugnará la unidad económica y política de los pueblos de Latinoamérica para llegar a la Federación de las Repúblicas Socialistas del Continente y a la creación de una política anti-imperialista”.
Esta concepción latinoamericanista anti-imperialista –que caracterizará al Partido a lo largo de toda su vida–, los socialistas chilenos la han recogido como herencia teórica y práctica de destacados intelectuales y políticos patriotas chilenos y latinoamericanos.
En resumen: La Declaración de Principios del 33 estableció los lineamientos centrales para orientarse en la lucha de clases, definió el carácter, función, fisonomía y misión histórica del Partido. Definió las fuerzas motrices del proceso revolucionario (“la clase trabajadora”; también se usó mucho el concepto de “trabajadores manuales e intelectuales”). Constituye nuestra matriz central, fundamental, cardinal. Este Documento, enriquecido en octubre del mismo año con el Programa de acción Inmediata que resultara de su Primer Congreso, ha dado el fundamento y los principios estratégicos, y todo nuestro accionar político a lo largo de sus años, salvo algunas determinadas interrupciones.
Insistimos, el telón de fondo que explica toda la furiosa arremetida de Camilo Escalona en contra del socialismo chileno, partiendo por desfigurar su historia es defender la política de alianzas que rompe la continuidad histórica del Partido Socialista de Chile.
Escalona fue figura destacada entre todos aquellos que participaron en (contactos, formación, elaboración, diseño, articulación, puente para los enormes recursos, maniobras de todo tipo, etc.) la materialización del nuevo eje de partidos políticos, centro reformista sostenedor del “nuevo” neoliberalismo, el “neoliberalismo de zanahoria”.
Pero Escalona no deja nada de lado en su encarnizada batalla. En su intervención, que circula en el difundido audio a que hicimos referencia más arriba, también recurre a distorsionar y manipular la figura del Compañero Presidente Salvador Allende.
Hace aparecer a Salvador Allende en una pugna con el Partido Comunista, con rebuscada forma y manejo del discurso, cosa que usa hábilmente. Señala que prácticamente el PC “se vio obligado”, presionado por las circunstancias, a apoyarlo en la candidatura del año 1970, y que en ese año “ese PC había madurado” políticamente.
Camilo Escalona oculta, con insana intención, que el Partido Comunista apoyó a Salvador Allende desde el año 1952, sobre la base del Frente del Pueblo, creado justamente por Salvador Allende, el Partido Socialista de Chile y el Partido Comunista.
Oculta el “historiador” Escalona que el Partido Socialista, después de su trascendental 16º Congreso realizado en Valparaíso en octubre y noviembre del año 1955, hizo factible al año siguiente la formación del Frente de Acción Popular (FRAP), como instancia que “será el núcleo aglutinador de las fuerzas que estén dispuestas a luchar por un programa antiimperialista, anti-oligárquico y anti-feudal”.
Construido sobre la base de la unidad socialista-comunista, el FRAP llevará de candidato a la presidencia al compañero Salvador Allende en el año 1958.
En las elecciones presidenciales del año 1964 el Partido Comunista volvió a apoyar al Compañero Allende, mientras el candidato demócrata cristiano, Eduardo Frei Montalva, recibía prácticamente todo el apoyo de la derecha, en medio de una impresionante campaña anticomunista dirigida por la CIA y el Departamento de Estado norteamericano, y encabezada en Chile por “El Mercurio”.
Escalona no menciona nada de eso en su intervención frente al CC.
Inmediatamente después del desastre electoral de las fuerzas que sustentan el modelo, sólo se refiere a las elecciones del año 70, manipulando históricamente los entretelones en que se forjó la unidad de los partidos socialista y comunista. Esa Unidad se cimentó en un Programa de Gobierno, el Programa de la Unidad Popular, de carácter Nacional, Democrático, Anti-oligárquico y Antiimperialista, y cuyo cumplimiento estaba garantizado por la férrea unidad de los partidos Socialista y Comunista.
El compañero Allende ocupa un papel de primerísima importancia y respeto en la militancia del Partido Socialista. Tocar la figura de Allende es tocar el corazón del militante. Pero no sólo eso. Allende, es la “FIGURA MAS QUERIDA, RECORDADA Y RESPETADA DE LA HISTORIA DE CHILE, COMO LO DEMOSTRÓ LA ENCUESTA “LOS GRANDES CHILENOS” EN EL AÑO 2007.
A Escalona poco le interesa respetar la memoria del Compañero Presidente, manoseando su figura y su conducta histórica. Para sus propósitos, contrarios a la naturaleza e identidad histórica del Partido Socialista y de la unidad del pueblo, le interesa ante todo, mediante la mentira y la manipulación, asegurar a como dé lugar la unidad estratégica Socialista-Demócrata Cristiana, base política del modelo.
Desde finales de los años 70, los años 80 y con menos intensidad a comienzos de los 90, y en el marco de los trascendentales cambios políticos en la arena internacional, al interior del Partido Socialista de Chile se vivió una intensa, tensa y fuerte lucha ideológica.
Desde el punto de vista de su línea estratégica, en su sentido amplio, entre sus militantes se enfrentaron dos grandes posiciones: de una parte, los que estaban por mantener los históricos lineamientos de principios estratégicos suscritos en la Declaración del año 33 que definían el carácter, la función, naturaleza y fisonomía ideológica política del Partido, y por otra, aquellos que estaban por cambiar completamente sus lineamientos programático-estratégicos para transformarlo en una organización reformista, ajena a su carácter y función histórica.
En esta larga y tensa lucha, los sectores proclives al cambio del carácter del Partido Socialista lograron, sobre todo en su cúpula dirigente, ganar posiciones decisivas de manera ascendente. Incluso pudieron establecer –en las ordinarias instancias resolutivas– definiciones ideológicas que transformaron, casi absolutamente, la fisonomía ideológica política de la organización, su carácter y función en la lucha social.
El marxismo dejó de ser el fundamento metodológico y doctrinario central, y el objetivo revolucionario transformador del Partido se tachó casi completamente. Estas resoluciones significaron cambios sustanciales en las partes que componen los lineamientos estratégicos de toda organización que aspira a la conquista del Poder Democrático, Nacional y Popular.
Cuestión teórica trascendental sobre el carácter de la revolución en América Latina que el Partido Socialista había aportado a las fuerzas revolucionarias del continente, fruto de los aportes realizados por Eugenio González, Raúl Ampuero, Clodomiro Almeyda, Salvador Allende, Carlos Lorca y otros, y que se inspiraron a la vez en las enseñanzas y grandes aportes hechos por los estudios de José Carlos Mariátegui, publicados en su difundido libro ”Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana” en 1928.
La política de alianzas, el carácter de las transformaciones, la fuerza dirigente para lograr esas transformaciones y la definición del enemigo central, sufrieron cambios radicales. El enemigo central, al no clarificar acertadamente el carácter de clase del régimen y del modelo de desarrollo económico impuesto por la dictadura, no se definió con claridad. Ya no se trataba de alcanzar transformaciones auténticamente democráticas, nacionales y antiimperialistas. Dado que el marxismo, dejaba de ser una guía para los análisis, significó, concretamente, abandonar una metodología científica que orientara en la lucha social.
El avance de las posiciones ideológicas ajenas a la naturaleza ideológica y de principios de Partido se vio facilitado por el hecho de que en sus órganos dirigentes ocuparan puestos decisivos militantes llegados de Europa capitalista cuando campeaba el así llamado “eurocomunismo”, y después la reaccionaria teoría de la “Tercera Vía”.
A ello se sumaron otros militantes sin experiencia en la lucha social recién llegados a las filas partidarias, y otros numerosos portadores de ideologías completamente ajenas al socialismo revolucionario.
Contribuyó también al avance de las posiciones ajenas a la esencia ideológica y social del Partido el hecho de que sus principales y experimentados dirigentes del Comité Central, y de la Juventud Socialista, fueron asesinados o hechos desaparecer por la dictadura, así como también el fusilamiento de la casi totalidad de sus dirigentes regionales y de base desde Arica a Punta Arenas.
Una gran parte de ellos murieron combatiendo durante el golpe y después de él, logrando salvarse un pequeño número de los históricos militantes. Como resultado de toda esta situación, que los nuevos dirigentes asumieran un discurso ajeno a los postulados históricos del Partido, abandonaran la lucha por la defensa de los intereses del pueblo, unieran sus discursos y su acción a los sectores del gran capital defendiendo incluso sus intereses, significó que una gran parte de los militantes históricos del Partido lo abandonaran, y otros, sencillamente, fueran alejados mediante oscuros métodos.
En síntesis, estos hechos rompieron con la continuidad histórica del Partido Socialista. Se trató de crear, modelar un Partido distinto al original y a la trayectoria histórica del Partido Socialista de Chile.
Ese “nuevo” Partido es el que representa Camilo Escalona, del cual, junto a otros conspicuos “teóricos” de la nueva línea, como Ricardo Núñez, José Antonio Viera-Gallo, José Miguel Insulza, Enrique Correa, etc., emana su discurso, su actuar, su conducta y comportamiento en la lucha de clases.
Se debe dejar claramente señalado que el Partido no necesita apellidos de ninguna especie. Nuestros fundadores dejaron explícita e implícitamente establecido, definido y avalado por su práctica en la lucha social que somos revolucionarios. Por lo tanto, cuando hablamos del partido Socialista, nos referimos al Partido que lucha por la revolución democrática, Nacional, Antiimperialista y Popular.
Por ello, los denominados “socialistas democráticos” son una cosa distinta, diferente al Socialismo.
Se debe señalar como antecedente histórico fundamental que un factor importantísimo en la tarea de “crear” un “nuevo” Partido Socialista, -habida cuenta de su significado histórico, su trayectoria, su función aglutinadora, su prestigio, su cualidad de conductor y orientador político en amplios sectores sociales de trabajadores en general–, fueron los enormes recursos de todo tipo con que contaron los estrategas políticos del nuevo y deformado “engendro”.
Fueron destinados enormes recursos económicos para “cambiar” al Partido Socialista: operaciones manipuladoras, montajes de todo tipo, complicidades extrañas, apoyos condicionados, encuentros y foros “científicos” sobre los “cambios de paradigmas”, miles y miles de páginas materializadas en entrevistas en la prensa duopólica y en centenares de libros, incontables artículos, folletos, viajes, cursos, visitas, etc.
Un papel de primer orden jugaron los medios de comunicación, radio y televisión, con el rol fundamental de los medios de comunicación escrita a cuya cabeza se encontraba “El Mercurio”.
Es en ese marco donde resulta extraño el hecho, como antecedente histórico, que durante los años 1980 Escalona, al igual que Enrique Correa y otros “dirigentes”, entraban y salían del país sin ser detectados por los servicios de inteligencia.
No es raro, como señalamos, que “El Mercurio” le dedique páginas enteras a Escalona para ensalzar su figura llegando a caracterizarlo como “el mejor político que tiene hoy la izquierda chilena” (!): lo afirma “El Mercurio” en entrevista del día 14 de diciembre del año 2014, en el marco de las elecciones internas para elegir los miembros del Comité Central que designa las autoridades máximas del PS.
Camilo Escalona, ¡SI, EL MISMO! que el sábado 1º de Diciembre del año 2012, en una extensa entrevista aparecida en el pasquín pinochetista “La Tercera”, acusó a los socialistas y a todo el pueblo movilizado en lucha contra el modelo, “de estar fumando opio” por plantear el cambio de la constitución de Pinochet y de Jaime Guzmán.
Esta gente, el movimiento social no entiende “el fenómeno positivo que ha vivido el país, que ha sido capaz de ir avanzando e ir resolviendo sus problemas en un elevado grado de estabilidad que le permitió además progresar. Y efectivamente, creo que debemos seguir en ese camino, progresar, pero asegurando la estabilidad del país”, aseguró, sin vergüenza en aquella entrevista, el “historiador”.
Con el mismo objetivo, y apuntada a dividir al histórico movimiento popular chileno, se inscribe la entrevista hecha por “El Mercurio” a José Miguel Insulza el día domingo 30 de mayo, ¡casualmente un día después de la entrevista realizada a Escalona! A toda página nuevamente, y con retocada foto a todo color.
A decir verdad, el “daño” que puede hacer este controvertido personaje, Senador de la República, para impedir que la militancia socialista restablezca los contactos entre los partidos que expresan el sentir del pueblo, es nulo.
Por el contrario, la memoria socialista recuerda a Insulza como uno de los que salvaron a Pinochet de su presidio en Londres. En la entrevista, repite el mismo discurso anticomunista de Escalona, pauteado desde fuera. Reitera sus profundas críticas al Partido Comunista, y que el Partido Socialista, debe cuidar con dientes y muelas la unidad con el Partido Demócrata Cristiano que le da garantía “a la estabilidad” democrática del país”.
“Este país tiene corazón de centro, un poquito más a la izquierda, y eso no está representado ni en el PC ni en el FA”, sostiene sin tapujos Insulza, en medio de la rabia y protesta generalizada en las calles del pueblo chileno en lucha contra el modelo.
Este individuo no tiene idea de lo que pasa en el país, y de la misma manera no tiene idea sobre la historia y la fisonomía ideológica política del socialismo chileno. Por ello evita tocar el tema de su historia. Claro, al igual que Viera Gallo, Enrique Correa, el Senador Carlos Montes, Jaime Estévez y otros, sus raíces políticas se encuentran en la DC.
El Partido Socialista de Chile se encuentra enfrentado a uno de los momentos más decisivos de su historia. En la hora presente, de lo que se trata urgentemente para “los Escalonas y compañía”, “Los Coroneles”, frente a la derrota propinada por el pueblo a la alianza del Partido Socialista con la Democracia Cristiana, es defender a como sea lugar los postulados estratégicos del “socialismo democrático” que, en definitiva, lo conducen a aislarse del pueblo, de un movimiento social que se encuentra en lucha decidida en contra del Modelo.
Sin embargo, desde el punto de vista del tiempo histórico presente y futuro, de lo que se trata, la gran tarea inmediata, es retomar la estrategia histórica del Partido Socialista, principalmente su política de alianzas.
Esto significa, restablecer la unidad del pueblo, marchar junto al movimiento social, defenderlo, y nutrirse de sus enseñanzas. Hoy es urgente que los socialistas se unan al conjunto de los Constituyentes que están por terminar con el “Estado Subsidiario”, que están por nacionalizar y rescatar para nuestro pueblo los recursos naturales, el agua, el Litio, ampliar la presencia del Estado en la minería del cobre, lograr que se asegure que los medios de comunicación sean realmente independientes y terminar con el monopolio de los grandes empresarios como dueños absolutos de ellos, y acabar así, con la manipulación de la mente del pueblo y la mentira.
Se debe buscar la unidad con todos los constitucionalistas para terminar con el humillante negocio de la salud, y que el Estado asegure salud para todos, terminando con la ISAPRES. Unidad con todos los auténticos demócratas significa terminar con el negociado del capital financiero en las AFP: ¡No más AFP!, es el grito que recorre todos los rincones del país.
Todos los constituyentes democráticos, defensores de la soberanía nacional, deben dejar plasmados en la Nueva Constitución los fundamentos para asegurar una educación de calidad y sin lucro en todo el sistema educacional chileno.
Se deben unir todos los Constituyentes que representan al movimiento social en lucha por las demandas de la mayoría social.
Volver a sus raíces significa en lo inmediato luchar y bregar por el cumplimiento de un Programa Mínimo Inmediato. Volver a la identidad histórica del Socialismo chileno significa desde ya tender puentes para la unidad Socialista-Comunista, el Frente Amplio, la Lista del Pueblo, los Independientes demócratas, anti-modelo.
Unidad para terminar con la corrupción en las FFAA y carabineros, abriendo espacios para que la Nueva Constitución establezca artículos especiales para que el pueblo pueda cautelar su democrático funcionamiento, al servicio de la patria y los intereses del pueblo.
Deben ser FFAA y Carabineros al servicio del país y la defensa de la soberanía nacional, y no de los intereses de una minoría plutocrática.
Buscar la unidad con los que componen la bancada de Pueblos Originarios para defender, respetar y cautelar sus derechos ancestrales.
Se debe buscar la unidad para levantar un candidato común de todos los que se comprometen por terminar con el modelo, y las bases económicas, sociales y políticas que lo sustentan, teniendo como marco un auténtico Programa Democrático, Nacional, Popular, Anti-neoliberal, que emerja en estrecha comunicación y consulta con el pueblo y el movimiento social.
Significa, tender puentes para lograr listas comunes en la lucha por las elecciones parlamentarias de todas las fuerzas democráticas, sobre la base del eje Socialista-Comunista, del Frente Amplio y de los miembros de las Lista del Pueblo, de los Pueblos Originarios. Etc.
El Partido Socialista, debe volver a la calle porque en definitiva no puede haber partido sin movimiento social. Hasta ahora, sí existe, aunque sea por periodos, movimiento social sin partido. El PS se está jugando su existencia, su futuro.
La gran enseñanza que ha dejado el triunfo del pueblo en los resultados electorales del día 16 de mayo, es que el Partido Socialista de Chile debe retomar su continuidad histórica. Sólo así los Socialistas volverán con pasión y optimismo histórico a cantar con más fuerza que nunca la Marsellesa, y corear con sus hermanos y con orgullo…
¡“SOCIALISTAS A LUCHAR, RESUELTOS A VENCER”!
Por César Cerda Albarracín
In Memoriam de Jorge Aravena Mardones, Mario Zamorano Cortéz y Jorge Cerda Albarracín
Publicado el 02/06/2021 en Politika.