Se escribió mucho sobre ISIS, o también denominado Estado Islámico. Se hicieron principalmente análisis desde la geopolítica y la geo-economía, y otros análisis también que tratan de dilucidar histórica y socio-culturalmente el nacimiento de este grupo insurgente que realiza operaciones de adoctrinamiento, ideologización y control político, además de terrorismo y apología a la violencia religiosa y fundamentalista en el noroeste de Irak y al este de Siria. Aunque los análisis oscilan entre el fanatismo religioso dogmático, y la expansión de un Estado Islámico Sunita radical con intensión de eliminar al Estado de Israel y a todos los musulmanes “mesurados” o heterodoxos, la verdad parece ladear hacia otro lado, es decir, que parece que este grupo extremista y terrorista tiene por intención debilitar al gobierno de Siria o en su defecto eliminarlo, para que la OTAN y los Estados Unidos logren un control total sobre la zona. El financiamiento de este grupo apunta a los Estados Unidos, empero, también es posible creer que ISIS cobró cierta autonomía después del conflicto de los rebeldes en Siria y ahora occidente ve con ojos dubitativos el papel del Estado Islámico para sus intereses, esas son tan sólo un puñado de visiones acerca de ISIS, aunque, vale recalcar que otros tipos de análisis manejan la misma órbita temática y política.
{destacado-1} En fin, ese no es el propósito de este artículo. Un aspecto que llama la atención de este conflicto político/militar es la excesiva producción mediática y televisiva que se le da, casi como la filmación de una película de Hollywood, donde importa más lo forma de destrucción que impele este grupo terrorista, como también la forma de eliminación –mientras más grotesca y dolorosa mejor- de vidas humanas, sin importar su nacionalidad, es decir, una suplantación de la forma de dar el mensaje en desmedro del contenido del mismo. Al final los televidentes y los consumidores mediáticos (porque esos somos), nos preocupamos más por el quehacer trivial y superfluo de este grupo, como también de su pletórico manejo de las técnicas audiovisuales, y no así, del verdadero significado de su ideología política y religiosa como de sus intereses geopolíticos.
Esto nos lleva a una disyuntiva política y teórica. Primero que la ideología y la política han dado un paso atrás para ser subordinadas por la espectacularidad de los mensajes y de los “ritmos” mediáticos, exactamente como una película, o como una serie de televisión. ISIS se ha convertido en una serie de televisión, donde las personas no están interesadas en saber sus siguientes movimientos ni su ideología, ni tampoco saber qué son los sunitas o cuál es el papel del Islam en este conflicto político/militar, sino en ver el siguiente episodio, en ver el siguiente mensaje, la siguiente muerte, es decir, en ver a los protagonistas en una nueva “aventura”. Esta subordinación de la política y de las ideología a simplemente la producción de mensajes propagandísticos, responden a una lógica mercantil de intercambio, tan sencillo como decir que nos quieren vender un producto; esto expresa la fetichización de la mercancía en términos mediáticos y respalda una vez más la tesis de una industria cultural como también la tesis de la existencia de una sociedad del espectáculo, donde no importa lo que hagas, sino el cómo lo hagas.
Lo segundo- lo primero fue la subordinación de la ideología y de la política por la espectacularidad de los mensajes- es la eliminación o mejor dicho la extinción paulatina de la política, pero no hablo solamente de las relaciones de poder, ni tampoco de la posibilidad de construir históricamente un proyecto político de masas o un proyecto normativo para la estructuración de sociedades ideales, o de la plasmación de presupuestos filosófico-político que propongan la decisión y la crítica en las personas, sino de la suplantación de una “vida real” por una ficción o de una posibilidad histórica de participación social por una pugna mercantil entre la venta de dos productos.
{destacado-2} Es aquí donde me parece didascálico e instructivo el sentido y el contenido de la película «Los Juegos del Hambre». Esta trilogía es una película postapocalíptica que tiene un argumento en base a la construcción de un gobierno totalitario (de un panóptico) donde el uso de la violencia está naturalizada de tal manera que el entretenimiento, el juego y la diversión, están mezcladas con el asesinato, el terror y la disciplina social, y para mantener un Status Quo, que en forma da bienestar a todos/as, emiten mensajes edulcorados y firmemente ornamentados para mantener a los ciudadanos/as en un estado de somnolencia política y de devoción hacia el orden establecido. En la película un grupo de rebeldes deciden levantarse contra el Big Brother y contra ese Estado policial y totalitario, empero, a diferencia de lo que puede caracterizar una revolución y un cambio social que pregona una disputa por el sentido de la política y del quehacer cotidiano, o un cambio estructural en la base material de una sociedad, ese levantamiento no disputa realmente ninguna esfera trascendental sino sólo se convierte en una lucha mediática y televisiva entre ambos bandos, donde lo que importa no es la ideología ni el sentido de la libertad o de los valores universales más básicos de la humanidad, sino sólo tomar adeptos para su fin, que no importa cuál es. En pocas palabras replica en la lucha política y social, una disputa mercantil entre dos empresas, donde lo importante es vender un producto, es decir, que ambos bandos enfrentados buscan consumidores, no militantes, ni comprometidos con su causa.
Aquí surge la pregunta: ¿Qué relación existe entre este film cinematográfico y el Estado Islámico? Se podría decir a grandes rasgos una despolitización de la política, una subsunción de la vida política e histórica, y de las ideologías políticas de diversa índole a simplemente una estrategia de marketing político, o de venta de mercancías. Así como los «Juegos del Hambre» reducen cualquier evento político, sea levantamiento armado, guerra civil o revolución social, a una construcción mediática y mercantil, la construcción del discurso del miedo en ISIS y el manejo de las artes audiovisuales por parte de este grupo terrorista permiten: cambiar la defensa de los derechos humanos, por un ranking mediático y las ideologías políticas por la única y transversal concepción mundial de la vida social: el fetiche mercantil y la creación de espectáculos televisivos.
La guerra, el asesinato y la violación de los derechos humanos no son tales sino son intercambiables por algún otro servicio o producto, en pocas palabras el valor de cambio por encima del valor de uso. ISIS es el perfeccionamiento de la disolución de la política en el mercado y de la guerra como simplemente una extensión de la mercantilización de la vida humana, fenómeno que nació con la Guerra del Golfo, continuó con la balcanización de Yugoslavia, con las Revoluciones de colores en Europa del Este y tuvo su mayor exponente en la invasión de Agfanistán e Irak por parte de los Estados Unidos.
En fin, es una pena que sea el ranking el que defina que es importante y que no. La televisión es la representación máxima de la subsunción real de la producción y del consumo mediático de la vida por el capital, y las nuevas guerras o movimientos sociales y políticos así lo saben con el internet y las redes sociales, no nos sorprenda que el Hashtag, las tendencias en la internet y las artes audiovisuales suplanten a la ideología, la ciencia social, el compromiso político y los valores humanos en los siguientes años.