Los psicólogos son todos locos y la terapia no sirve para nada

Los colegas deben tener los oídos saturados de este tipo de expresiones

Los psicólogos son todos locos y la terapia no sirve para nada

Autor: Director

emilianapolitano

Los colegas deben tener los oídos saturados de este tipo de expresiones. Las experiencias comienzan en la época de estudiantes; en cada fiesta aparece algún trasnochado perseguido con que lo estás analizando, o ansioso de recibir orientación respecto de algún problema sentimental. En los encuentros con estudiantes de otras áreas nuestra reputación oscila entre la de aburridos que se apasionan debatiendo lo que a nadie le importa, atormentados buscando en la teoría un poco de paz, salvadores que fantasean con sanar a la humanidad entera o, como leí por ahí, “gente que dice lo que todos saben con palabras que nadie entiende”.

¿Cómo sostenerse en nuestra tarea con un nivel aceptable de autoestima? Ni hablar de encontrarle sentido a los precarios trabajos que encontramos después de semanas de noches en vela frente a la pantalla del computador. Bueno, esto debe pasarle a muchos otros; y con este comentario pensarán que los psicólogos como yo son masoquistas que gozan cuando se quejan o cuando intentan defender desesperadamente su profesión…

Está bien, acordemos que muchos de nosotros desde niños veníamos medio locos, o que lo devenimos en el camino; nunca la elección de la profesión es una mera casualidad, está determinada por la historia de cada quien y sobretodo por aquello que no logramos comprender o frente a lo cual no logramos resignarnos. Habría que sondear cuántos trabajadores de la salud cargan con enfermos y muertos en su linaje familiar.

Ahora, más importante resulta la siguiente pregunta: ¿lo que hacemos, sirve realmente para algo? Acá nos centraremos en el tema de la psicoterapia, como nos la presentan en las películas o como nos la imaginamos cuando nos la sugieren desde una escuela que no sabe qué hacer con nosotros. En contraste con el ámbito clínico, en el mundo empresarial, los psicólogos ya tienen un lugar legitimado porque, supuestamente lejos de la locura, son llamados a seleccionar o desvincular, mientras la máquina suma y gana. Por supuesto que muchos colegas constituyen excepciones, reman a contramano, y apuestan a la salud mental de los trabajadores.

Lo que podría interesarle a las personas que leen este texto, son las condiciones en las cuales se considera recomendable una terapia psicológica. Porque lo primero que se necesita aclarar, casualmente, es que la psicoterapia en sí no “sirve”. Sus efectos no tienen nada que ver con la “utilidad” que pueda tener, ni tampoco dependen en demasía del psicólogo que aparentemente está a cargo.

Entonces, puntualicemos lo más relevante: para emprender un proceso terapéutico, es imprescindible sentir que uno se encuentra en una situación problemática y que quisiera resolverla de alguna manera. El problema puede ser en relación a otras personas, pero en algún momento habrá que preguntarse por lo que uno mismo aporta a las situaciones que se padecen. No necesariamente uno entiende lo que le pasa, lo más común es que haya justamente que comenzar por esclarecer lo que nos lleva a consultar. Por ejemplo, una persona puede acudir a un psicólogo en medio de una crisis de pareja, con la intención de reparar una relación deteriorada, pero luego ir dándose cuenta de que necesita encontrar la forma de separarse con el menor sufrimiento posible. El malestar es la medida que se tiene para evaluar la necesidad de consultar con un psicoterapeuta. No obstante, es evidente que está lejos de ser el único camino que se puede tomar, muchas personas encuentran en otro tipo de espacios la posibilidad de sentirse mejor, con o sin consciencia de los factores que las pusieron en jaque. Las alternativas pueden plantearse como infinitas: la medicina, el arte, la política, el deporte, la religión… y todo lo que la creatividad permite hacer e inventar.

Pero lo que realmente debe primar, es la libertad de las personas para tomar decisiones respecto del recorrido que harán para ir abordando sus dificultades, así como de los medios que elegirán, e incluso del modo en que se desenvolverán en ellos. En mi opinión, la psicoterapia es un espacio para preguntarse por uno mismo, para pensarse, para decidir la forma en que se desea vivir. El psicólogo es allí un artefacto, un espejo, una laguna quieta en medio de la oscuridad. Y el que está al frente, o recostado a su lado, es el que lanza las piedras en el agua y observa las ondas de luz en la superficie.

 


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