Por Bruno Sommer
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien trabajó para la banca de la familia del multimillonario banquero Rothschild y sus diversificaciones, generó tensión al afirmar «que no hay que excluir» la posibilidad de que países miembros de la fuerza militar bajo el nombre de OTAN en español o NATO en inglés envíen soldados a unirse a las fuerzas ucranianas para combatir contra los rusos. No se refería solo a Francia, y hoy busca irse de rositas.
La guerra, desencadenada «tras» la pandemia, enfrenta a muerte a pueblos vecinos que fueron uno y formaron parte de la Unión Soviética en una Rusia multicultural, donde Kiev es el corazón y la cuna de una historia distinta a la de Occidente, al menos al relato hegemónico anglo-capitalista internacional. Este relato, que para la apropiación de recursos naturales estratégicos llevó sacos de dólares y guerra por el mundo, dejó sangre y daño a la sociedad.
Existe un problema que no ha sido abordado con la sinceridad que merece y tiene que ver con el bloqueo de la venta de gas ruso a Europa, algo que el agente bancario de los Rothschild debería conocer pero del cual no se pronuncia mucho.
Hasta hace pocos años, el gas transitaba hacia Europa por una Ucrania en paz, que obtenía dividendos de este tránsito. Sin embargo, la política ucraniana fue penetrada por agentes norteamericanos, como el hijo del actual presidente Joe Biden, entre otros varios estadounidenses e ingleses, que ocuparon espacios clave en el ámbito privado y público de Ucrania como asesores. Esto provocó una ola privatizadora con altos niveles de corrupción, según han descrito organismos internacionales.
Las declaraciones de Macron sobre el envío de soldados a Ucrania, de las cuales tuvo que retractarse tras un llamado de atención, son intolerables. Su «pérdida de estribos» representa el inicio de una invitación a terminar por la fuerza del Estado contra el libre albedrío y la objeción de conciencia de las personas que no desean formar parte de su guerra ni seguir los mandatos de su patrón.
Durante años, las fuerzas de la CIA y de la OTAN entrenaron a las fuerzas militares ucranianas para esta guerra, sabiendo que les costaría millones, lo que justificaría la velocidad de impresión y la adquisición de armas sin arriesgar vidas humanas ni destruir su territorio e infraestructura.
El Mossad e Israel, al igual que la familia Rothschild, sabían dónde podría terminar este conflicto, así como Macron, quien pronuncia esta provocación irresponsable en medio del dolor ya causado a miles de familias de ambos lados de la frontera, que han perdido a sus seres queridos y sufren las atrocidades de la guerra.
Lo que Macron debería hacer no es solo expresar que no quiso decir exactamente lo que dijo, sino pedir disculpas públicas a toda Europa y a todas las personas que han vivido de cerca lo terrible que es una guerra.
Macron ha dado más de una voltereta, frente a la guerra en la que se ofreció como mediador tras su éxito en acciones diplomáticas anteriores en Georgia. Mientras que en 2019 denunciaba la existencia de un Estado Profundo y una élite del statu quo que le impedía acercarse a Putin, hoy parece responder a esa élite que él mismo denunciaba.
Macron sabe muy bien que para lograr su objetivo necesita seducir a Alemania, y lo ha intentado.
Si ni España ni Francia, en la presidencia del Consejo de la Unión Europea, pudieron contribuir a la solución diplomática y al fin de la guerra, veamos qué pasa ahora con el turno de Bélgica, que ha comenzado su mandato junto al mayor ejercicio militar de la OTAN en Europa de las últimas décadas, denominado Steadfast Defender 2024.
No obstante estas y otras provocaciones, los pueblos europeos -no así algunos de sus gobiernos- saben en el fondo que la OTAN, más temprano que tarde, debería salir del corazón de Europa y, sobre todo, de Alemania, si esa fuerza, que se suponía defensiva, ha servido únicamente a un atlantismo expansionista que trae problemas a Europa, desatando migraciones forzadas y tantas otras miserias.
El Macron de hoy, que ha afirmado el 6 de marzo de 2024 en Praga que «la guerra ha regresado a Europa», difiere mucho del que afirmaba en una entrevista con The Economist: «Lo que estamos experimentando actualmente es la muerte cerebral de la OTAN».
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