¿Qué tienen en común los patriotas cuyos apelativos hacen el título de esta parida?
La libertad que se tomaron, que se toman y que en algún caso se seguirán tomando con la ley, con la justicia, con la integridad, con la probidad. Y la fascinación que provocaron en su día entre sus pares, los mangantes de la cosa financiera, del tráfico de todo, valores bursátiles, información privilegiada, diamantes, droga, putas, “commodities”, pagarés de CORFO…
Como decía Don Corleone: “cada familia en su negocio y haya paz para todos”.
Bernard Madoff es un numerito. Un “paradigma” del capitalismo digno de Chicago, -el de los “boys” y de Al Capone-, un émulo de Milton Friedman, un imitador de los genios que inventaron LTCM (los premios nobel de economía 1997 Myron Scholes y Robert C. Merton) junto a John Meriwether (ex vicepresidente de Salomon Brothers), y se fundieron 8 mil millones de dólares en el tiempo que tardo en decirlo.
Madoff es primus inter pares de la “beautiful people”, de los ladrones de alto vuelo que viven dentro de los condominios, nunca afuera, la calle es peligrosa y por eso inventamos el Plan Cuadrante.
Madoff, célebre administrador de fondos de Wall Street, fue presidente del Consejo de administración del NASDAQ, una de las dos grandes Bolsas de valores de New York. Sus talentos le permitieron montar una estafa digna de las AFPs, pero sin AFPs.
Un esquema piramidal, “dame tu dinero y te pagaré una tasa de interés fenomenal”, que al principio pagaba con las platas que seguían llegando… hasta que la pirámide se vino al suelo. Clásico entre los clásicos, la pirámide financiera es la versión high class del cuento del tío.
El daño suma algo así como 50 mil millones de dólares. Entre quienes pisaron el palito están los raros bancos que habían escapado al escándalo de los “subprimes”: el español Santander, el francés BNP Paribas, el japonés Nomura y el suizo UBP. Y unos cuantos multimillonarios que se cuentan entre “los más ricos y poderosos del planeta”, guiados por la insaciable avidez del lucro fácil.
En este año 2008 el capitalismo no nos ahorrará nada.
Ni la estrepitosa derrota de sus pijoteras teorías librecambistas, desreguladoras y monetaristas, ni la evidente corruptela de quienes lo administran, ni la impúdica desvergüenza de sus beneficiarios, ni la pétrea caradura de los políticos affairistes -un rato ministros, un rato empresarios-, ni la triste banalidad de sus estafas (subprimes, pirámides financieras, LBOs, fondos de pensiones, concesiones leoninas, golden parachutes, stock-options, privatizaciones, despojo de los pueblos originarios, educación averiada, salud aun más averiada…), ni los millones de familias expulsadas de su hogares, ni los créditos usureros, ni el desempleo de millones de trabajadores, ni la recesión económica, ni la degradación de la vida democrática, ni siquiera el patético espectáculo de quienes buscan conservar las presidencias de sus banana-republics y el control del chollo.
Mario Silva Leiva, alias el “Cabro Carrera”, se crió en el Barrio Franklin donde robaba carteras y billeteras. En la década de los 60 la «Hermandad de Santiago» le dio la oportunidad de entrar en las grandes ligas del narcotráfico. Posteriormente, en Europa, se dedicó al robo de joyas. Más tarde, en Brasil, el contrabando de diamantes le permitió amasar gran parte de su fortuna.
El «Cabro Carrera» regresó a Chile en 1988 siendo recibido como una leyenda viviente por el hampa criolla. Incluso llegó a fotografiarse, con el entonces director de Investigaciones, Nelson Mery, cuando uno de sus caballos ganó el clásico de la policía civil.
El “Cabro Carrera” falleció en 1999 por complicaciones cardíacas cuando esperaba enfrentar a la justicia. Nunca pagó sus impuestos, cifra estimada en doce mil millones de pesos.
Que quieres que te diga. Kenneth Lay, -patrón de ENRON y amigo de la familia Bush-, murió antes del juicio que debía llevarle a la cárcel. Otros, como Piñera, KPMG, Merrill Lynch o Ernst & Young pagan una multita de nada y prosiguen con las cuáticas.
Yo apuesto lo que quieras a que Bernard Madoff pasa piola. Y si viene a Chile, le organizan una comida de desagravio. Cuando Bernard muera de su bella muerte en una clínica privada, le rendirán homenaje, presencia del ministro de hacienda incluida. Te apuesto lo que quieras.
Por Luis Casado