Hacía mucho tiempo que un debate presidencial no me ayudaba tanto a tomar una decisión, como sí lo hizo el de anoche. Está claro que a estas alturas de mi vida no espero demasiado de los debates como tampoco espero mucho de los candidatos porque, a medida que va pasando el tiempo, la calidad de las propuestas, el espacio en el que se instalan los ejes que podrían permitir discernir entre lo correcto y lo incorrecto, están más que diluidos en una performance televisiva.
En el debate de ayer… “el último debate”, uno podría haber esperado alguna defensa acalorada, una discusión profunda, al menos, para divertirse un poco, una disputa interrumpiéndose a gritos. Pero no. Lo único que vimos, que seguimos viendo, fue el intento de un grupo de personas por conseguir un puñado de votos más en una elección que parece decidida desde antes. El intento de un grupo de políticos tradicionales por parecer “estadistas”, ese extraño concepto que subyuga los proyectos y las ideas al Estado, porque es más importante darle continuidad a la República que el bien de sus ciudadanos.
Hace algunos años atrás descubrí un disco de Inti Illimani con un nombre bastante raro: “Canto al Programa”. Tenía varias canciones pegajosas que conocía desde antes, y, al investigar un poco (eran tiempos pre-google, había que buscar en los libros y preguntarle a quienes sabían) supe que el disco lo habían hecho como un homenaje al triunfo de Salvador Allende en la elección presidencial. Aún así, el nombre del disco era una rareza porque no se estaba enalteciendo a la figura, ya épica en esos años, de Salvador Allende, sino al programa de la Unidad Popular.
En toda mi historia política he visto candidaturas de todo tipo, pero nunca he visto una que fuera secundaria al programa. En el discurso que hace Neruda al bajar su candidatura en favor de Allende dice que éste es el más indicado para llevar adelante el programa de transformaciones de la Unidad Popular. ¿Es que los programas de gobierno eran antes más importantes que los candidatos? ¡Qué rareza! Si ahora nadie los lee. Recuerden a los DC declarando, el último año del gobierno de Bachelet, que no habían leído el programa, o mucho más cerca, el festín que se dio anoche Boric citándole a Kast fragmentos de su programa que, obviamente, no había leído. Quizás la excepción sería MEO, quien sí se leyó el programa que los humanistas le hicimos el año 2009, porque se apropió de varias de nuestras propuestas, de la misma forma que se apropió de la autoría del proyecto de despenalización del aborto, ingresado al parlamento por nuestra diputada Laura Rodríguez casi 20 años antes que él.
Pero esos eran tiempos raros, cuando las ideas eran más importantes que las encuestas, cuando los principios eran más importantes que la ambición de gobernar y, sobre todo, cuando la construcción colectiva de un programa estaba por encima del botín multi millonario que significa administrar el Estado.
Por eso no tengo candidato en esta elección presidencial y con cada día que pasa aumenta mi convicción de llegar a la urna para anular la papeleta presidencial y elegir a los candidatos de Dignidad Ahora en las parlamentarias y de Core, porque sea cual sea el resultado del domingo, vamos a ser oposición, una oposición fuerte que pretende obligar al presidente electo a que cumpla con su propio programa… uno que, probablemente, él y sus aliados todavía no terminan de leer.