Marilyn Monroe, el verdadero Sueño Americano

Mientras Harris se vende como defensora de las minorías y Trump busca fortalecer su imagen de líder fuerte, la verdadera candidata que el mundo necesita podría haber sido una sexualizada actriz, poeta e intelectual que, con una sonrisa desafiante ya habría desmantelado el patriarcado y el circo político, quizás incluso con una simple mirada.

Marilyn Monroe, el verdadero Sueño Americano

Autor: amandaduran

Por Amanda Durán

De mis íconos feministas favoritos, Monroe es la única que canto. Un ícono sublime, una mujer de la que -aunque siempre existe gente extravagante- intuyo nadie pondría en duda que es única e imborrable. Un día me enteré de que además era poeta y, por supuesto, ese día se convirtió en un ciclo maratónico viendo sus videos hasta que empecé a cantar “I wanna be love by you” y otro de esos días me di cuenta de que la repetía todo el tiempo hasta que empecé a aprenderla, y claro, después aprendí a bailarla. Pero el apasionamiento llegó antes: la primera vez que leí el libro de Joyce Carol -y quiero señalar que el libro que yo leí es otra película muy distinta a la película que quizás vieron, y que quizás como muchos odiaron, así que ojalá al enterarse de esto lo busquen y disfruten como yo cuando también lo lean-. Entonces es desde ese Blonde, que no me cabe duda y que estoy convencida de que ella sería la única persona capaz de devolverle algo de vida a la vida en esta -no quiero decir patética- pero sí que es una época muy rara. Y es aquí que me propongo justificar esa aseveración en esta nota, encontrando también en ella los detalles por los que afirmaría que Monroe podría devolver un poco de dignidad a toda la política, teoría con la que me comprometo a pesar de mí, porque todos intuimos que eso puede ser imposible en esta, nuestra incomprensible escena global.

Entonces, esto ya lo hemos hablado, sabemos que hoy la mediocridad mediática asfixia cualquier chispa de inspiración, por eso, y aquí sí que voy con todo: ¿quién mejor que ella para enfrentar el poder de los medios y la representación social? Marilyn contaba con un coeficiente intelectual superior al de Einstein (muy poquito, unos cinco puntos, pero epa, superior a Einstein), actriz, poeta e intelectual que no solo hizo una increíble carrera, o se apropió de habitar y adueñarse de su propio cuerpo, sino que usó su belleza con maestría, desafiando a los hombres más poderosos de Hollywood y posicionándose como una verdadera activista no sólo de izquierda, sino una que antes de que la palabra feminismo siquiera existiera ya comprendía y confrontaba las oscuras dinámicas del poder patriarcal. La mujer más atractiva de la historia del cine se rehusó a ser valorada exclusivamente por su físico o por sus matrimonios. Luchó, cuando más riesgoso era hacerlo, contra el acoso sexual, y lo hizo público. Exigió, aun siendo mujer, salarios equitativos, y lo logró con su tesón igual que logró la hasta ese momento inexistente autonomía artística de Hollywood; incluso fue tajante en que existiera un ambiente laboral respetable, marcando un punto de inflexión para las mujeres de la industria y de la historia.

Y es que Monroe, que en este papel podría para muchos parecer una caricatura, sería hoy la demostración, lamentablemente no viva, de que ser una figura femenina pública no es suficiente para enfrentar la coherencia política que tanto se glorifica. La candidata a la presidencia de EE.UU., Kamala Harris, es la responsable de que en su periodo como fiscal se dispararan históricamente en el país los encarcelamientos raciales, algo de lo que no solo no se arrepiente, sino que utiliza para reforzar su perfil de «mano dura», apodándose gracias a esas cifras -que garantizan siempre injusticia- como “la policía” que dará seguridad al país. Mientras promete defender los derechos de las minorías, su historial no sólo parece contradecir las bases del feminismo sino las de la racialidad que dice representar. Sabemos que su elección de Tim Walz como compañero de fórmula es una estrategia para equilibrar su morenidad, buscando atraer a los votantes blancos, moderados y por cierto a los masculinos, una estrategia de marketing racista y machista que Monroe, con toda su desenvoltura, valores, e inteligencia política, probablemente no habría empleado.

Tanto Kamala Harris como Donald Trump destacan por su habilidad para maniobrar entre el espectáculo chabacano y la ambigüedad moral. Ambos comparten un historial de apoyo incondicional a Israel, consolidando sus posiciones de poder mientras evitan abordar de lleno el genocidio en Medio Oriente. Harris, impulsada por la maquinaria demócrata, eligió a Tim Walz como compañero de fórmula, un político que ha logrado proyectarse como moderado y busca atraer votantes conservadores. Sin embargo, su trayectoria cuenta las mismas contradicciones: financiado por la industria armamentística y con un historial de apoyo a empresas contaminantes, mientras se presenta ante las masas como progresista y defensor de la justicia.

Por su parte, Donald Trump ha logrado convertir la política en un circo mediático donde todo gira en torno a su figura. Qué hermoso sería contemplar a una majestuosa Marilyn enfrentando a Trump en un debate, derribando elegantemente su arrogancia con la misma seguridad con la que fue la primera mujer que derrotó a la industria del cine. Su refinado temperamento y esa capacidad de convertir el poder de su belleza en una herramienta política la instalarían como una rival inquietante para el expresidente.

Marilyn Monroe no solo ya había destacado en Hollywood, cuando lo hizo también en la arena política, donde su activismo hablaba por sí solo. Mientras Kamala Harris ajusta su retórica para equilibrar feminismo y justicia racial con estrategias de poder, Monroe, en su época, fue una defensora activa de la lucha contra el racismo. Su apoyo público a Ella Fitzgerald, forzando a los clubes de Hollywood a aceptar a una mujer negra como protagonista, es un ejemplo contundente de su compromiso con la justicia social. Además, su amistad con figuras políticas influyentes, como el activista Frederick Vanderbilt Field, la posicionó mucho más allá de la pantalla, involucrándose directamente en los movimientos sociales y políticos de su tiempo.

El contraste entre Monroe y los líderes actuales se vuelve más nítido si consideramos cómo enfrentó las dinámicas de poder con integridad, algo que hoy parece ausente en la política estadounidense. Harris y Trump, con sus posturas tibias y su manipulación mediática, no serían rivales para una Marilyn que, sin calculadoras estrategias ni marketing, habría sabido cómo exponer las contradicciones de ambos.

Marilyn Monroe no solo proclamó en su diálogo los ideales, ella los vivió. Si el presente político sigue apoyándose en personajes que juegan con la ambigüedad y el espectáculo, uno solo puede imaginar lo que hubiera sido contar con una Marilyn que, con su inteligencia, carisma y audacia, habría puesto en jaque a los actuales «gigantes» políticos.

Mientras Harris se vende como defensora de las minorías y Trump busca fortalecer su imagen de líder fuerte, la verdadera candidata que el mundo necesita podría haber sido una sexualizada actriz, poeta e intelectual que, con una sonrisa desafiante ya habría desmantelado el patriarcado y el circo político, quizás incluso con una simple mirada.

Marilyn Monroe, la hermosa candidata que nunca fue, nos recuerda que la política no es solo cuestión de poder, sino de carácter, y que el verdadero liderazgo no necesita marketing, aunque lo obtengas, sino una simple y elegante coherencia, con un toque de fina inteligencia y legitimidad.

Por Amanda Durán


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

Sigue leyendo:


Reels

Ver Más »
Busca en El Ciudadano