Recientemente la oposición paraguaya se quejó de que el presidente colorado Mario Abdo (Marito) sucumbió al poder del expresidente Cartes [1], quien sigue manejando los hilos de lo legislativo y judicial, aparte de los poderes policiales y empresariales en todo Paraguay.
Hubo dos acciones comunicacionales y simbólicas que dibujaron la disputa por el ejecutivo en la interna colorada: la visita de Macri y el “abrazo republicano” entre Cartes y Marito [2]. La visita del expresidente argentino Macri en avión privado, “acomodando” los protocolos sanitarios, en medio de una pandemia con cierre de fronteras, sin cuarentena al viajero, tenía por objeto simbólico/político dejar patente quién manda en el país. Consecuentemente, el encuentro festivo entre Cartes y Marito como iguales ante los 13 gobernadores [3] departamentales fue la segunda parte del acto simbólico iniciado con la visita de Macri: la domesticación de Marito. Porque no hay igualdad posible entre un presidente en ejercicio y un caudillo político por más que este sea un expresidente. Por ello, que Marito se haya presentado como un igual ante Cartes solo demostraba su derrota y sometimiento a la presión cartista, con lo que el cartismo tiene hoy todas las ventajas de ser gobierno sin ninguna de sus desventajas.
Aunque parecía que la pandemia había dado nuevos bríos a un gobierno que estuvo a punto de caer a mitad del año pasado [4] cuando los problemas de colocar a jugadores no colorados (Llano, liberal) en el ejecutivo así como la posibilidad de electoralizar la solución del reemplazo presidencial, detuvieron la ofensiva cartista, en realidad solo sirvió para demostrar que las diferencias entre Marito y Cartes son solo de nombres y que el coloradismo es realmente lo que les une tanto en las prácticas políticas como culturales.
La construcción de la dupla Mazzoleni/Sequera es una muestra de la unidad colorada en las prácticas políticas y culturales. A esta dupla (llamada Mazzoquera también) la impulsó una buena campaña comunicacional [5] tal cual como una campaña comunicacional de la empresa Pulp impulsó la candidatura de Cartes en su momento [6]. Esas campañas comunicacionales tienen por objeto hacernos olvidar el coloradismo de quienes son impulsados en ellas y hacernos creer en su profesionalidad casi aséptica, para instalar una memoria comunicacional que contradiga la práctica depredadora, corrupta y saqueadora del coloradismo, que al poco tiempo de ejercer el cargo va asomando en forma de noticia, rumor o comentario. El coloradismo crea una realidad comunicacional pulcra para contrabalancear la suciedad de su desempeño político habitual.
Mazzoleni, el ministro de Salud de Marito terminó salpicado por las habituales tramas corruptas de los gobiernos colorados, que se pueden resumir en proyectos de precios inflados que no llegan a destino y los fondos se pierden en el tiempo y el espacio. La particularidad de la mano derecha del ministro de Salud, el director Sequera, es que en el algún momento logró emocionar a cierta izquierda y hacerle creer simbólicamente (y actuar políticamente en consecuencia) que era parte del gobierno, de la parte que activamente trataba de limitar los daños de la pandemia porque se asumía que Sequera (funcionario de confianza del ministro de Salud) formaba parte de la cultura de izquierda [7]. El problema de ese pensamiento (y de sus consecuencias políticas) es que Sequera en lo práctico es colorado porque es hombre de confianza de un ministro y un viceministro colorado en un gobierno colorado, ejecutando políticas públicas coloradas para bien de esa administración, colorada. Lo que piense, lo que sienta políticamente, no es incompatible con el que sea un muy funcional funcionario colorado. La consecuencia política de ese pensamiento de adhesión por simpatía al gobierno colorado es que logró que una parte importante de la izquierda en un momento estuviera defendiendo al gobierno colorado por defender a Sequera. En un gobierno colorado, todos los directores, personal de confianza, son colorados, aunque no estén inscritos en la ANR.
La situación de Mazzoleni y Sequera en la mentalidad de izquierda [8] muestra algunas de las prácticas del coloradismo para sostenerse como el hilo conductor de las prácticas políticas paraguayas. De hecho, la mantención del coloradismo en el poder pasa por convencer a la oposición de dos grandes mitos: que hay bipartidismo y que el coloradismo es un partido democrático con el cual se puede negociar en algunos o muchos temas. Ni existe tal bipartidismo [9] y toda negociación con el Partido Colorado (cualquiera de sus facciones) solo sirve a la ANR (como lo supo Llano cuando quedó con la ilusión en la mano de ser vicepresidente en ejercicio).
Por cierto, el coloradismo ha aprendido de sus derrotas y de sus problemas para seguir manejando el espectáculo político paraguayo. Ha aprendido, de las elecciones de 2008, a no ir dividido, y a dividir a la oposición. Así lo hizo –cartismo mediante- dividiendo al Frente Guasu, FG, (cuando aparece Avanza País, AP) para las presidencias del retorno a la normalidad de 2013 –tras el golpe parlamentario de 2012 que derrocó al presidente Lugo [10]-, y el año pasado, para quitarse a Mario Ferreiro de la intendencia asuncena dividió a su vez a AP. La historia de la división del liberalismo es larga y aunque no se puede cargar al coloradismo su origen, sí que se ha esforzado en sostener esa división, tanto que el coloradismo tiene ahora tres corrientes: Añeteté, HC y Llanismo.
La capacidad del coloradismo para controlar, mediante mitos, construcciones de memorias comunicacionales y divisiones a la oposición para que no eclosione como una resistencia anticolorada se ve contradicha por su incapacidad constitutiva de ser el partido que saquea el país para seguir en el poder. Porque así, mediante ese saqueo, es que mantiene su situación. Ahora, por ejemplo, con la unidad colorada asegurada, la tarea de dividir a la oposición es central, porque disminuye el riesgo estratégico y renueva una de las señas de identidad del coloradismo, el antiliberalismo, y por ello es que sus principales acciones en el último tiempo han sido las de tratar de teñir la imagen de Efraín Alegre de corrupto y de justificar el asesinato de Rodrigo Quintana dejando mediáticamente sombras sobre las juventudes liberales [11] como medio de rescatar la política represiva de Cartes como expresión de ese antiliberalismo histórico. Deshacerse del candidato liberal permanente complementaría la anulación de la figura de Payo Cubas, lograda con el apoyo de esa parte de la oposición que cree que negociando con el liberalismo algún beneficio estratégico logrará… y no.
Lo de la administración de la pandemia por el ministerio de Salud colorado de 2020, muestra cómo el coloradismo no puede hacer las cosas de otro modo que no sea el saqueo y el abuso [12], porque sus prácticas políticas tratan de mantener, entre muchos otros mercados, un mercado de votos mediante la pobreza generalizada; un mercado de control de votos, mediante la corrupción de todo el sistema electoral, y en general todo el ecosistema estatal y burocrático como un mercado de corruptelas a las que acceder mediante dinero para controlarlas. Ese dinero se saquea de todas las administraciones, todo el tiempo, y consecuentemente a las comunidades. La práctica colorada incluye un esfuerzo para que la oposición copie esas prácticas para que no haya crítica posible al quedar igualados en la práctica política de la corrupción. Dado que la corrupción es una práctica política, no un defecto de la política, la corrupción es una opción, no una inevitabilidad, y el coloradismo se esfuerza en hacernos creer que es inevitable.
La construcción de un sólido anticoloradismo lo hacemos cuando rompemos con el coloradismo y no negociamos con él, en ningún sentido, tal como hacen las ollas populares, sociales, comunitarias [13] que no piden nada al Estado colorado en el cual vivimos. El Estado paraguayo es un Estado monopartidista colorado desde hace 73 años [14] y la mayor parte de esos años, además de colorado, estronista. De ese Estado colorado nos liberamos y liberaremos al no negociar, no pedir, no hacer alianzas y forzar su aislamiento y al adscribir, construir un anticoloradismo de prácticas políticas unitarias con una ética y acción no negociadora, no corrupta, no vendible, no delegacionistas, que vayan haciendo una práctica de largo plazo porque para deshacerse de 73 años de coloradismo no bastarán cinco años.
Por Pelao Carvallo
Asunción, 24 de julio de 2020, homenajeando a Lucio Urtubia
[1] https://www.abc.com.py/nacionales/2020/07/24/cartes-es-el-poder-real-dicen/
[8] https://tererecomplice.com/2020/04/21/covid-19-una-coyuntura-critica-en-paraguay/ véase especialmente la foto que ilustra el texto
[9] http://ea.com.py/blogs/el-monopartidismo-perfecto/
[10] https://www.elciudadano.com/columnas/golpe-de-estado-parlamentario-en-paraguay/06/29/
[14] Véase como en 2010 el MEC seguía definiendo la guerra civil de 1947, que se debió al golpe de estado colorado, como “revolución de los pynandí”: https://www.mec.gov.py/cms_v2/recursos/6947-la-guerra-civil-paraguaya-o-revolucion-de-los-pynandi—1947?fbclid=IwAR1YZsr6o-FMXbY4hpb3FnPdpKlO8GwxQnEhkYc3Z3JQ7kD1qX_18QipbVU