Max Berrú, cantante comprometido con América Latina

Max fue un amigo cercano desde mis primeros días en Santiago en junio de 2011

Max Berrú, cantante comprometido con América Latina

Autor: Matías Rojas

Max fue un amigo cercano desde mis primeros días en Santiago en junio de 2011. Cuando llegué a Chile para empezar mis investigaciones sobre la Nueva Canción chilena, conocí a Max después de un par de días. Fue en un pub/centro cultural, en la calle Cumming, en el barrio Brasil, un lugar con sabor de peña de los años 60. El ámbito y la música de Max y su grupo (que incluía a sus dos hijos) me llenaron de alegría y ánimo. Después de haber estudiado intensamente la Nueva Canción chilena por un año en preparación para mi trabajo de campo (y haber sido fascinada con esa música desde hace décadas), era muy especial estar finalmente en Chile y conocer a uno de los músicos legendarios del movimiento. Max fue amistoso y abierto desde el primer momento y expresó mucho interés en mi proyecto. De hecho, anunció desde el escenario que había una autora en el público que quería escribir un libro sobre la Nueva Canción. Acordamos una cita inmediatamente.

Como muchos saben, Max era ecuatoriano de nacimiento y fue miembro fundador de Inti-Illimani—grupo emblemático de la Nueva Canción chilena– desde sus inicios en 1967, cuando era estudiante en la Universidad Técnica del Estado. Con Inti-Illimani grabó 25 discos y participó en unos 3000 conciertos en todo el mundo a lo largo de los años. Se involucró activamente en la política y la música desde los 60s en Chile, cuando surgió el movimiento de la Nueva Canción en todo su esplendor cultural-político, como parte integral de los poderosos movimientos populares de la época. Max también vivió el gobierno de la Unidad Popular y Salvador Allende; el golpe sangriento de los militares (desde afuera, debido a que Inti-Illimani estaba el 11 de septiembre en una gira internacional); los largos años del exilio y la resistencia desde el exterior; el período del desexilio después del retorno en 1988; y finalmente la época post-Inti (salió del conjunto en 1997).

En 2017 Max pensó que un autor de Ecuador iba a hacer una biografía sobre su vida, y me pidió en noviembre de ese año un Prólogo para el libro. Estábamos sentados Max, mi esposo Raúl y yo en el patio de su casa, disfrutando el sol y hablando sobre muchos temas políticos y personales. El año había sido difícil para Max y sus seres queridos y de mucha preocupación para sus amigos íntimos, como nosotros; había estado él en lucha contra el cáncer. Pero Max nunca paró ni su música ni sus actividades políticas, y nunca perdió su indomable espíritu. Siempre fue una persona comprometida, con un gran amor por Chile y su gente, y con una profunda convicción sobre la posibilidad de construir una sociedad distinta: incluyente, democrática, y con justicia social e igualdad. Y siempre fue, igualmente, un músico comprometido con la riqueza cultural de América Latina y exponente de la misma.

Me dijo Max que me pedía el Prólogo porque me consideraba una analista buena con las investigaciones y la escritura y porque yo le conocía bien. Dije que sí, que con todo gusto iba a escribirlo. Él había escrito un Prólogo para la versión en español de mi libro sobre la Nueva Canción. Habíamos hablado innumerables veces sobre este movimiento cultural. Max fue una fuente sumamente importante para mi libro, una enciclopedia de información y recuerdos. Él y otros músicos y protagonistas de la época a lo largo de varios años dedicaron muchas horas a conversar conmigo, recordando, analizando y explicando el período antes del golpe, lleno de sueños, de participación popular, de creación y de esperanza. Quería yo entender y analizar cómo el poder de la música se conectó con la política y con los cambios sociales. La Nueva Canción tenía poder político inherente (no era algo planificado o deliberado de los artistas): tenía una capacidad comunicativa extraordinaria que forjó interconexiones humanas, vínculos sociales y causas comunes. La música contaba emotivamente de las vidas, las penas y la nobleza de los campesinos y obreros y las injusticias cometidas en su contra. Y las canciones no sólo denunciaron las injusticias del país y del mundo sino que también articularon una visión de un mundo más justo. La música y los músicos fueron parte clave de un movimiento democratizador de trabajadores, estudiantes, pobladores, campesinos, artistas e intelectuales, exigiendo sus derechos y luchando por un gobierno popular. Los artistas tenían un rol social como parte de este movimiento de cambio social y político en Chile.

Las memorias y el análisis de Max fueron importantes para mi investigación, porque él había sido testigo y actor de tantos momentos históricos en Chile y en el exilio. Me dijo en 2011, por ejemplo, que cuando ganó Salvador Allende en las elecciones en 1970: “Era místico…Fui con mi esposa a escuchar el discurso que dio en la Alameda desde el balcón de la Federación de Estudiantes de Chile, y era tan fuerte el sentimiento de alegría. Era como si pudiera tocar las estrellas con las manos. Esa noche, yo, un extranjero, me sentí profundamente chileno. Y luego me convertí en ciudadano, y Carlos Prats firmó mis documentos”.

Además, Max tenía estrechas amistades con muchas figuras centrales de la cultura y la política, algunas vivas y otras ya perdidas. Uno era Víctor Jara, torturado y asesinado por los militares en el Estadio Chile después del golpe en 1973. Víctor Jara, con su consciencia social, su presencia formidable como protagonista cultural y político, y su capacidad de tocar y movilizar a muchas personas a través de su música, fue considerado un “enemigo interno” por los militares. Su asesinato nos recuerda la calculada represión y las crueldades cometidas por la dictadura civil-militar en Chile y por los otros Estados de seguridad nacional en América Latina (respaldados por EEUU en la época) y sus profundos costos humanos. Sobre Víctor, Max me contó en 2011: “Para mí, uno de los golpes más duros fue su muerte (…) Cuando lo supe, nos encontrábamos en Italia en una gira con el Inti– supimos del hecho y fue la muerte más dolorosa para mí. Y empecé a tener un sueño recurrente acerca de él. Llegaba en una especie de nube, como en un torbellino. Estaba en el centro de la nube y venía a un ensayo con nosotros en Santiago. Estaba ahí, hablándonos, pero repentinamente este ciclón venía y se lo llevaba. Tuve ese sueño cientos de veces. Seguí teniendo ese sueño durante 16 años. Al final, me preocupé y vi a una psicóloga y ella me dijo que no me preocupara, que habíamos tenido una buena amistad, que se entendía porque yo le quería y que se pasaría cuando yo regresara a Chile. Y fue verdad; después de regresar a Chile nunca más tuve ese sueño.” Las memorias de Max enriquecieron mi libro y nuestra amistad se profundizó rápidamente, con múltiples reuniones, visitas y encuentros entre las dos familias y mucha música en tantas fiestas y guitarreos.

Finalmente el proyecto de una biografía no prosperó. Max empezó a considerar la idea de escribir por sí mismo un libro de sus recuerdos. El proceso no era fácil para Max. Escribió bastantes páginas pero no estaba convencido del valor del trabajo, aunque traté de alentarlo a seguir escribiendo. Hace un par de meses ofrecí ayudarlo con la revisión y la organización del libro y lo aceptó. Me envió varios archivos. Pero no logramos trabajar juntos en este proyecto, ni estoy segura si me envió todas las páginas que tenía. Él estaba muy ocupado con sus tratamientos, sus conciertos y sus nietos; yo con otros compromisos profesionales.

El Prólogo que escribí es, esencialmente, este artículo. A Max le gustó mucho. Tal vez en el
futuro cercano, si la familia está de acuerdo, trabajaré en los papeles de Max con el fin de publicar su libro de memorias. Es importante para las generaciones futuras recordar y apreciar a este ser humano tan generoso, talentoso y consecuente, como muchos otros hombres y mujeres extraordinarios dentro del contexto de la historia de Chile, especialmente durante un período tan excepcional, cuando el pueblo logró muchos cambios sociales importantes y cuando luchadores y músicos como Max Berrú animaron a la gente y contribuyeron a un impresionante movimiento popular y transformador.

*J. Patrice McSherry es profesora universitaria de ciencias políticas e investigadora que colabora con IDEA. Ha escrito varios artículos en inglés sobre el caso de Víctor Jara. Es autora de un libro sobre la Nueva Canción chilena (Editorial Lom).

Fotografía: Patrice McSherry.


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