Las elecciones municipales chilenas han constituido un remezón, por la elevada abstención y por el avance de la oposición y la izquierda. Una de las electas, allí donde las encuestas vaticinaban lo contrario, fue Maya Fernández Allende, nieta del presidente Salvador; tenía apenas dos años cuando su abuelo fue derrocado por el general Pinochet. Ella y su madre Beatriz se exilaron en Cuba, donde Maya vivió hasta cumplir 21 años.
Maya, bióloga y médica veterinaria, triunfó en Ñuñoa, la comuna del barrio alto con mejor Índice de Desarrollo Humano en Santiago y sin duda de Chile, venció al candidato de derecha que buscaba la reelección y será la primera alcaldesa socialista del municipio, del cual fue concejal desde 2008.
La conocí hace más de un año. Buscaba entonces las huellas de su madre Beatriz, más conocida como Tati, integrante del Partido Socialista, pero que entre 1968 y 1970 militó en el ELN (Ejército de Liberación Nacional), justo en la época del “foco” de Teoponte. Tati fue la encargada de la comunicación por radio con La Habana y de la logística que desde Chile facilitó el ingreso de vituallas, armamento y combatientes hacia Bolivia en cruces clandestinos por la frontera. Usaban el Hito 100 u otros pasos clandestinos para desplazarse sigilosos en sus todoterrenos. Durante las operaciones guerrilleras participaron siete chilenos; cuatro de los cuales murieron.
Pregunté a Maya si sabía el origen de su nombre; me dijo que no. Le expliqué que en aimara, maya significa primero, pero que con seguridad su madre tomó el nombre en homenaje a Rita Valdivia, conocida como Maya dentro del ELN. Es probable, añadí, que Tati y Rita compartieran entrenamiento militar en Punto Cero en Cuba y también algunas acciones operativas en Chile.
Rita, por su parte, había nacido en 1946, en un pueblo del Valle Alto. De muy joven se trasladó a Venezuela y luego a Alemania Democrática, para estudiar en la universidad Karl Marx de Leipzig. Militaba en el Partido Comunista de Venezuela, hasta que se contactó con un grupo de jóvenes estudiantes bolivianos de izquierda que decidieron seguir las huellas del Che en Bolivia. Se fue para Cuba, y en octubre de 1968, estaba en Cochabamba como responsable del ELN, encubierta bajo la fachada de una inquieta joven folklorista. Murió en Cochabamba la noche del 14 de julio de 1969. Cuando la policía rodeaba su casa, herida pidió a un compañero que la ultimara para no caer prisionera viva. Por su parte Beatriz, que pasó por la experiencia traumática del golpe militar fascista del 11 de septiembre de 1973 en La Moneda, se suicidó en La Habana en 1977.
A generaciones como la de Maya Fernández, por su tradición e historia familiar, les corresponde desde el poder local reencauzar la política chilena dotándola de justicia, participación y trasparencia. Pero también, por esas mismas circunstancias, tienen la tarea y el reto de contribuir a que la sociedad chilena construya una nueva y equitativa relación con Bolivia, la tierra por la que su madre luchó para plantar una semilla de renovación y solidaridad.
Por Gustavo Rodríguez
Historiador boliviano, autor de «Teoponte, la otra guerrilla guevarista en Bolivia».