Por Valentina Carfulen, trabajadora sexual y escritora
Para iniciar y poder entregar mi opinión debo declararme un ser de la noche, debo declararme trabajadora sexual, un hermoso murciélago en medio de la cultura neoliberal y el mercado del vacío legal sin reconocimiento alguno. Y es que nosotras las travestis y transexuales no hemos recuperado aún nada de lo que nos deben, ya que la sociedad no solo nos debe reconocimiento, también nos debe la reparación que se remonta incluso ancestralmente a nuestra cultura mapuche, en la cual nos nombran como seres que poseemos el don de tener dos espíritus.
Pero para ahondar en la información, les debo detallar cómo es el trabajo sexual antes de la pandemia en el marco del vacío legal. Somos perseguidas y echadas de los lugares que habitamos y que además suelen ser nuestros lugares de trabajo, sin mayor preocupación respecto a la persona, en este caso transexual/travesti, ni de dónde esta va a parar.
La calle hace tiempo es un lugar de sobrevivencia para muchas y somos expuestas constantemente a la muerte, en ocasiones en manos de clientes y otras debido a la violencia entre nosotras mismas, generada por la competencia impuesta por el mercado. Otras abandonan sus hogares donde nunca fueron aceptadas por sus familias, viéndose obligadas a alquilar departamentos a un precio mucho mayor, ya que se trata de una trabajadora sexual.
Por ejemplo: Un departamento estudio se arrienda normalmente entre $250.000 a $350.000 mensuales, y a una trabajadora sexual a $25.000 o $30.000 diarios o $120.000 semanal, lo cual eleva los costos de vida y nos condena a una explotación continua para poder sobrevivir, porque de qué otra manera una travesti/trans puede sobrevivir sin inclusión…
No creo en la explotación como respuesta para generar dinero, creo en la creatividad de las personas para hacerlo. El sexo es parte de nuestro territorio. Desde gerentes de bancos hasta el obrero y matrimonios de familias aparentemente bien constituidas utilizan nuestro servicio, pero nosotras seguimos sin ser reconocidas ante el Estado y sin poder gozar de esas garantías.
El día de hoy, me parece urgente ante esta película de ciencia ficción, que se ha vuelto una realidad para la sociedad, no solo un reconocimiento, sino una reparación. Que se nos reconozca como personas y como trabajadoras sexuales, sin la moral de por medio. En la actualidad, en especial travestis/trans, tienen este trabajo como único medio para poder generar ingresos. Quizás ese sea el problema: que es el único trabajo al que podemos optar. Ahora, entre la pandemia, la cuarentena y el toque de queda, sin refugio ni familia, se ha hecho imposible generar ingresos y poder encontrar un lugar donde resistir y poder vivir.
Las organizaciones de trabajadoras sexuales saben bien cuál es el problema y han tomado medidas para juntar alimentos. Es que las abuelas trabajadoras sexuales, las travestis/trans, estamos viviendo una película de terror, donde el comer y el dormir en un lugar son una necesidad. Sin poder pagar arriendo, a nosotras nos espera la muerte o irnos al lugar donde nunca nos aceptaron.
Con esto todas estamos mal, unas más que otras, pero me parece necesario legitimar nuestras demandas. Me preocupa mi situación, pero también la situación de las abuelas sobrevivientes travesti/trans, de la y las adolescentes de la disidencia que no tienen las herramientas, aquellas que echaron de todos los lugares, de las escuelas y la familia, y que no saben leer ni escribir.
Meganoticias realizó un reportaje el 28 de abril del presente año sobre comercio sexual en pandemia, con un virólogo catalogando el oficio -a mi juicio, irresponsablemente- como un foco de infección . Digo irresponsable, pues aquel reportaje tiene una carencia de información real. Son muy pocas las prostitutas que están recibiendo clientes en sus departamentos o las que salen a la calle. Las cifras han bajado drásticamente, tanto así que muchas han tenido que vivir hacinadas por no tener dinero.
A mi juicio, aparte de irresponsable, me parece una falta de humanidad el ser perseguidas, cuando la gente está obligada a ir a trabajar y eso no nos excluye a nosotras. Y es justamente esa «nueva normalidad» sin querer abrir los ojos y sin querer brindar real ayuda, el principal foco de infección. Recordarle a quienes hicieron el reportaje, y en especial al virólogo, que hemos sido perseguidas y asesinadas, y no es posible nuevamente una persecución o no ser responsables con nuestras necesidades y demandas legítimas como ciudadanas.
En estos nuevos tiempos, la mayoría ha dejado de utilizar el contacto físico, pasando ahora al sexo virtual como herramienta de sobrevivencia. En mi caso Twitter, vendiendo packs de videos y otras páginas de avisos, incluyendo otra red social como Instagram. Pero las que aún no se han adaptado, ya no pueden salir a la calle a trabajar.
Parece obvio decirlo, pero no tanto cuando el sistema obliga al resto de la gente a hacerlo, cuando contemplan ayudas sociales enfocadas a pymes y trabajadores informales, y nuevamente las trabajadoras sexuales quedamos en el limbo, en el olvido. Es urgente, porque quizás no vamos a morir a causa del Covid-19, sino que de pena, de hambre y de soledad. Lo que quiero gritar es que abran los ojos, que las trabajadoras sexuales, y en especial travestis y transexuales, seguimos siendo una sopa de Wuhan para Chile.