Me gusta el profe (y yo también le gusto.)

Percibo en que momento te comienzas a mojar y entonces no puedo parar hasta sentir que te hago mía en el papel de ingenua tu te luces de verdad y yo comienzo a sospechar que eres mi alumna preferida y que caíste en mi trampa “El Profe” Miranda Para los que no lo saben y […]

Me gusta el profe (y yo también le gusto.)

Autor: Ángela Barraza

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Percibo en que momento

te comienzas a mojar

y entonces no puedo parar

hasta sentir que te hago mía

en el papel de ingenua

tu te luces de verdad

y yo comienzo a sospechar

que eres mi alumna preferida

y que caíste en mi trampa

“El Profe”

Miranda

Para los que no lo saben y ni se lo imagina, estudié la media en un cole de niñas. En uno bien prestigioso y de renombre. De excelencia académica y en donde nos enseñaban muchas cosas lindas, como que las lesbianas son una aberración, que si tienes sexo en la adolescencia eres una maraca y que quedar embarazada es la perdición de tu vida (es una ironía. Se entiende.) Pues bien. En ese templo del saber llegó, cuando yo estaba en tercero medio, un profe que era reemplazante. Un profe joven (tenía 31 en ese momento) de ojos verdes, que usaba lentes -lo que le daba un aspecto intelectual exquisito- alto, guapísimo. Era del ramo de historia y a penas lo vi, me encantó. Yo tenía 16 en ese momento y andaba full hormonas, al igual que todas mis compañeras. Creo que nunca estudié tanta historia como en esa etapa de la vida y es que el tipo este no era profe de mi curso, pero buscaba la forma de topármelo en los pasillos para hacerle preguntas difíciles (pensando de que así me encontraría inteligente y no una pendeja más del montón) y en mis mejores pintas -Debo confesar de que eran meses de calor, entonces me quitaba todo el uniforma, quedaba sólo en ropa interior y delantal y que antes de ir a hacerle preguntas, me mojaba el pelo y la ropa, entonces se me veía todo y no era la única que tenía estas prácticas de acoso a los pobres profes-. El pobre quedaba mal y siempre sus respuestas eran del corte “Señorita Oviedo, en este momento no puedo responder a su pregunta, porque me pilla de sorpresa, pero mañana le traeré la respuesta”. Yo me iba sonriente y cuando le daba la espalda, por lo general, me metía la mano bajo el delantal para acomodarme el calzón o para rascarme la pierna, insinuando todo lo que se llama cachete. (Ahora que lo pienso, me cago de la risa, pero también me da un poco de pena pensar en él a la distancia). Pasaron sus meses de reemplazo (que fueron 3 en total) y muy a pesar mío, él se fue del cole sin que llegáramos a nada (Este es el momento en el que debo destacar su profesionalismo). Pasados, más o menos un mes, de suerte, me lo encontré en el metro. Él iba de camino a sus clases de ciencias políticas en la U de Chile y yo iba, adelantada en la hora, a juntarme con mi santa madre, en un lugar X. El encuentro fue muy gracioso porque yo pensé que no se acordaría de mí sin uniforme, pero en verdad si se acordó y se acercó a saludarme. Casi me morí. Lo acompañé hasta la puerta de la U e intercambiamos teléfonos. Para hacerla corta, nos trenzamos en una relación bien rara ya que yo iba a su casa por las tardes, después del colegio, y él me pedía ayuda para transcribirle algunas guías y pruebas. Luego de eso, conversábamos de historia mientras él, lentamente se aproximaba hasta que llegaba a mí, que por lo general me sentaba sobre su escritorio, y ahí comenzaba a manosearme. Tenía un fetichismo con mis piernas y mi culo, nos tocábamos mutuamente, nos besuqueábamos como locos y cuando yo estaba toda mojada y estábamos a punto de incursionar full, él reculaba y me pedía que me fuera. Esta relación duró aproximadamente unos 5 o 6 meses hasta que yo corté las huinchas y le dije que si me volvía a dejar mirando pal techo, pues que no me volvería a ver en su vida.

Ese día lo hicimos en su pieza y fue todo lo que no me imaginé. Se fue de una, fue culposo y al final colapsó. Se enojó y yo me fui para cumpllir con mi palabra. Luego de ese día lo tuve llamándome por teléfono durante semanas. Me pidió que volviera, que estuviéramos juntos de nuevo, que le diera otra oportunidad, pero la verdad es que me sentí pésimo y estaba tan dolida que no quise volver a verlo nunca más. ¿Por qué les cuento esto? Pues porque infinitas veces he escuchado del abuso de profesores y en verdad he pensado harto en este caso en particular porque ahí, la que acosó y buscó e insistió fui yo. Y si se hubiese sabido del caso en su momento, lo más probable es que al Pelao (el profe) se lo hubiesen llevado en cana y hubiese existido un revuelo heavy. Me pregunto qué pasa en realidad en estos casos en los que los profes no tienen culpa. Porque supongo que si nos hubiesen pillado y si esto hubiese pasado mientras él estaba en el cole, yo, de pendeja quizás hubiese dicho que no era mi culpa, sólo pa evitar un castigo ejemplar de mis padres y también del colegio. Además, pienso en mis compañeras pues eramos varias las que tentábamos a los profes más guapos y cada una tenía sus artimañas. Pienso también en las pendejas de ahora y si harán lo mismo.

Dejo la interrogante y me gustaría saber si existen otras historias similares a la mía.

Ya lo saben. Si quieren escribirme, les dejo mi correo: [email protected]


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