En un artículo anterior revisaba la historia pública de las negociaciones entre ME-O y la Concertación 2.0 que buscaba arribar a un acuerdo para enfrentar de modo unitario la presidencial de noviembre. En esos cinco meses de intentos frustrados el resultado no ha sido positivo. Es más, parece alejarse la posibilidad.
En general se distinguen dos etapas. La primera comienza a principios de noviembre y tiene como punto de partida establecer las bases de la negociación: Mientras la Concertación 2.0 exige a ME-O que participe en las primaras presidenciales, éste, a su vez, pide programa y primarias parlamentarias. Entre esa fecha y la primera semana de febrero no hubo ningún tipo de acuerdo ni tampoco acercamiento de posiciones. No obstante, luego de la bilateral socialista-progresista surgía un primer movimiento: ME-O mostraba disposición a participar en la primaria opositora.
Este hecho abre una nueva fase en las negociaciones. Días después, la Concertación acuerda que todo candidato al parlamento que vaya en la lista unitaria de la oposición debe apoyar al candidato presidencial del sector. Vemos, por tanto, que el conglomerado movía su línea de negociación inicial. La fase –que podemos llamar de apertura- termina de modo brusco cuando antes de terminar la segunda semana de marzo, ME-O da por muerto el diálogo; no obstante, afirma que sólo la intervención de Bachelet podría abrir de nuevo la puerta. Desde ese momento, surge una nueva etapa en este largo des-encuentro.
¿Por qué las negociaciones no han avanzado? La respuesta se encuentra en que se han desarrollado sobre dos variables complejas de resolver. La primera, se funda en el historial de descalificaciones entre ambos conglomerados, es decir, en el contexto de la desconfianza; y la segunda, en el cálculo político que hace cada conglomerado.
La desconfianza encuentra raíces desde el primer momento en que ME-O se va de la Concertación y del PS. El inventario de declaraciones que descalifica al adversario político es abundante y sabroso: de ambos lados.
Lo complejo del asunto es que esta desconfianza se ve reforzada cuando hay que resolver los tres temas de la agenda: primaria presidencial, primaria parlamentaria y programa. Si de por sí, el acuerdo es complejo, lo es más, cuando se desarrolla en un escenario de alta desconfianza y descalificación. Cuando los interlocutores de una diálogo no se creen y tienen visiones distintas de la política y el desarrollo, ¿qué posibilidades existen hay de avanzar?
Luego de cinco meses las negociaciones han llegado a punto muerto. No obstante, cada bloque político tiene la necesidad estratégica de lograr algún tipo de acuerdo. Lo problemático es que la triada de la negociación está fuertemente imbricada. De hecho, ceder en un aspecto, implica fortalecer otro y así sucesivamente. La clave está, en ¿qué pierdo y qué gano en cada una de las tres dimensiones de la negociación?
Veamos lo que sucede en torno a la primaria opositora. La primaria presidencial emerge como lo más complejo de resolver. Sin embargo, es sólo una dificultad aparente. No obstante, es el eje de las negociaciones.
¿Por qué la Concertación 2.0 quiere que ME-O compita en la primaria? La respuesta se encuentra en que a) el bacheletismo quiere una campaña tranquila sin mayores tensiones ni conflictos, b) quieren ganar en primera vuelta, c) quieren evitar la tensión que implica endosar votos para la segunda vuelta –y no repetir el tibio apoyo de ME-O a Frei-, d) buscan reducir la incertidumbre del voto voluntario, e) pretenden potenciar la coalición, blindar la segunda administración Bachelet y la candidatura unitaria y f) generar condiciones de mayoría social y política para impulsar la agenda de la igualdad.
¿Por qué ME-O quiere convertir la primera vuelta presidencial en la gran primaria? Durante todos estos años ha mencionado que va a competir en la primera vuelta y que dicha instancia es la gran primaria. Las razones se encuentran en que a) el proyecto político de ME-O está marcado por el “camino propio” y la “alternativa” al duopolio, b) en que en ME-O hay vocación, deseo y voluntad de poder para transformar el Chile conservador y “clasista”, c) en la necesidad política de posicionar su relato y su partido a lo largo de Chile y d) en las tiene dudas que genera el tipo de primaria que se pondrá en marcha –es “trucha y de cartón” han dicho los progresistas-.
El acuerdo en materia presidencial entre ambos conglomerados se configura desde una negociación triple. Lo que se defina, por tanto, en relación a la participación o no de ME-O en la primaria presidencial de la oposición depende de un hecho y de dos aspiraciones. El hecho, es que si compite como alternativa al duopolio va a salir tercero y va a sacar menos votos que en el 2009. Y las aspiraciones son la institucionalización del partido por medio de obtener representación parlamentaria y poder influir sobre la “agenda de la igualdad”.
Es posible ¿competir como alternativa en primera vuelta y llegar a un acuerdo en materia parlamentaria y/o de programa con la oposición?; o ¿si no compite ME-O en la primaria presidencial, no hay acuerdo en otra materia? Hay tres escenarios posibles:
1) la participación de MEO en la primaria opositora implica no sólo acuerdo parlamentario y programático, sino también asegurar asientos en el parlamento y tener influencia sobre la agenda;
2) la participación de MEO en la primera vuelta presidencial compitiendo como alternativa implica que no habrá ningún tipo de acuerdo –parlamentario ni programático- en la Concertación 2.0 y los progresistas. En términos políticos este es el peor escenario para ambos conglomerados.
3) la participación de MEO en la primera vuelta presidencial compitiendo como alternativa es independiente de algún tipo de acuerdo parlamentario y programático.
Cada escenario genera efectos distintos sobre el rendimiento electoral y político de la oposición. Sin duda, que para el objetivo de impulsar un programa de “transformaciones inclusivas”, de generar la mayor cantidad de doblajes y de ganar la presidencial, el primer escenario es el más apropiado. Sin embargo, me parece muy viable el escenario número tres en el contexto del estado actual de las negociaciones.
Este último escenario se ve fortalecido por tres hechos: que ME-O ya dijo que no va pelear con Bachelet y que su “adversario es la derecha”, que el apoyo para la segunda vuelta será explícito, fuerte y rotundo –lo que debe ser parte del acuerdo- y que hay voluntad de competir como alternativa por parte de ME-O. A su vez, en este escenario la Concertación 2.0 no sólo verá alejarse la posibilidad de ganar en primera vuelta, sino también tendrá que hacer menos concesiones a los progresistas a nivel parlamentario y programático. Sin embargo, lo más relevante es que en este escenario se podrá configurar una lista parlamentaria unitaria que aumente las posibilidades de lograr la mayor cantidad de doblajes. Y a su vez, fortalecer el programa de la inclusión.
Y, ¿no será mejor políticamente a corto, mediano y largo plazo para ME-O participar de la primaria opositora? Este hecho, sin duda le reporta mayores beneficios a mediano y largo plazo.
Surgen algunas preguntas: ¿a quién le quita votos ME-O en una primaria opositora?; ¿cómo se va expresar en esa primaria el mejor posicionamiento presidencial que tiene ME-O al ser la segunda mejor opción opositora?; ¿qué es mejor para ME-O: salir tercero en la primera vuelta o salir segundo en la primaria opositora?; ¿cómo se posiciona para el futuro político si sale segundo en la primaria?
Si los progresistas se definen como de “centro-izquierda” deben participar al interior de ese pacto y desde ahí competir por el electorado y el posicionamiento político y presidencial. ME-O debe pensar en el 2018: después de Bachelet, ¿quién asume el liderazgo presidencial de la izquierda progresista, de la oposición actual y/o de la Concertación 2.0: Lagos Weber, Girardi, Gómez, Tohá, Navarro, Velasco, otros?
El posicionamiento político, presidencial y electoral de ME-O depende de modo significativo de que su liderazgo avance hacia la “centro-izquierda” tradicional y salga de esta postura alternativa, minoritaria y de fuertes rasgos personalistas. Debe, sin duda, generar puentes y lazos de confianza y afecto con los sectores y partidos que en algún momento pueden apoyar y sustentar sus acciones políticas. Y para ello, es esencial logar algún tipo de acuerdo con la oposición. El problema político es que se necesitan; pero, la desconfianza entre ambos conglomerados se ha instalado con mucha fuerza.
Por González Llaguno