Este comentario es realmente una apología de las drogas, de acuerdo a cómo se define el concepto de las drogas: sustancias elaboradas, capaces de producir un cambio en el funcionamiento del organismo, del cuerpo o la psiquis. Esta es la definición, para mí, auténtica y original de las drogas, o fármacos, contenida en los textos y documentos de la medicina. Antes de que se vulgarizara el término y se usara para las drogas ilícitas capaces de producir un consumo perjudicial o un consumo adictivo. Vulgarización que ingresa en el vocabulario médico al parecer por presiones moralistas, judiciales y policiales que luego se van instalando en el discurso político de la salud.
En este texto se repite como en tantos otros de todos los tiempos y culturas probablemente, el sentimiento de admiración por el misterio fascinante que envuelve a las drogas que ocultan, y develan, las claves de la vida, la sanidad y la trascendencia; una clara apología a las drogas que han acompañado la historia de la humanidad en su desarrollo.
Todos los fármacos usados como remedios son drogas. Sin el uso de drogas como remedios no habríamos conseguido luchar contra la enfermedad y la muerte como lo hemos hecho. Drogas como los opiáceos, antibióticos, anestésicas, analgésicas, antituberculosas, anticancerosas, para el SIDA, nos dan una imagen de la maravillosa significación de las drogas en la mejoría de la vida humana. A lo que debemos agregar el efecto del uso de las drogas en los animales por la veterinaria, y sus usos en la botánica.
El descubrimiento e invento de drogas terapéuticas es el camino más esperanzador que las personas hemos recorrido por iniciativa propia. Con algo de instinto filogenético, que abarca muchos otros seres vivos, como es evidente, al observar el comportamiento de otros animales que también buscan curarse con principios químicos que se encuentran en la naturaleza que los rodea, y que en una mirada más profunda, esa naturaleza son ellos mismos, y somos nosotros mismos. Cualquiera que haya compartido su vida con las especies animales consideradas amigas de los humanos, que habitan nuestras casas como otro miembro de la familia, puede observar sus estados de ánimo y sus enfermedades y cómo tienen sus recetas.
Al usar remedios de la naturaleza las especies vivas realizan un comportamiento lleno de simbolismo y significado. Se rehacen, se reparan, se reviven, consagran de una forma ancestral y elocuente su motivación a seguir en la existencia biológica que tienen, siendo el animal que son, siendo la especie que son, el tipo de individuo que les tocó ser, cuando han sido alterados por alguna enfermedad física o anímica (del alma).
Los seres vivos en sus distintas especies son una manifestación de ese mundo inabarcable que denominamos naturaleza, su reconstitución, o sanación, por la automedicación, es una innata intuición a volver a tomar de ese mismo entorno, de donde salieron, aquellas sustancias que vienen al caso usar cuando algo ha empezado a funcionar mal. En el caso del homo sapiens, como dice su nombre algo ostentoso, capaz de producir sabiduría o saber, este viejo resabio de automantenerse y automedicarse, ha sufrido la evolución propia del saber. Así el uso directo de las sustancias tomadas al desnudo del mundo natural que hace la mayoría de las especies, se ha trasformado por la elaboración, como se ha dicho, en el caso de los humanos, en las llamadas drogas.
Ese tomar de afuera por si mismo, es el gesto creador del ser vivo que pretende repetir por alguna necesidad –enfermedad, religiosidad, existencialismo- lo que ya hizo la naturaleza al producir ese animal o ser vivo especialmente en el humano; no es un acto que pudiera ser al azar. No se trata de ir a cualquier sustancia natural presente en el entorno, a cualquier planta medicinal. Los animales que buscan sanación seleccionan.
No conozco estudios sobre la automedicación animal. Excepto el caso de los seres humanos, que han avanzado en lo que llaman “evidencia”, y que no es más que basarse en la objetividad de los sentidos. El uso de la objetividad ha aportado a la ciencia, a la técnica, sin embargo los conocimientos de la física han avanzado en otra dirección después de la teoría de la relatividad y cuántica.
Los estudios actuales de física ya no consideran que lo “real” de la objetividad sea lo “real” de importancia. Lo que ocurre en la naturaleza y que no podemos observar por nuestros sentidos es la verdadera “realidad” sobre la que vamos montados. Lo objetivo, que en un momento del saber humano tomamos por lo verdadero, representa una punta de iceberg en comparación a lo que determina el mundo que habitamos.
La ciencia ha descubierto que las drogas seleccionadas para la automedicación están compuestas por principios activos que son constitutivos del cerebro humano, y participan en funciones importantes en la satisfacción de necesidades básicas. Cuando la neuroquímica descubre que el cerebro tiene receptores opioides, que el organismo produce endorfinas, encefalinas y dinorfinas, opioides propios, que forman parte del circuito de la felicidad y la ausencia del dolor, y que porque el cerebro ya tenía opioides propios puede responder a los de afuera, sistema cannabinoide etc., avanza con el aporte de un dato más sobre un conocimiento antiguo. Las culturas milenarias usaban el jugo de la Adormidera Blanca, la Amapola, para conseguir los mismos efectos que el opio ha producido en nuestro organismo.
Lo mismo sucede con la Marihuana, la Erithroxilom Coca, planta de donde después se descubre la Cocaína, los hongos y los cactus alucinógenos. Y con muchas otras plantas elasivas que en abundante cantidad se distribuyen a través del mundo. Incluyendo el Alcohol, tan simplemente producido por la fermentación de azúcares. Todas ellas son componentes del funcionamiento cerebral, o corporal y como tales se han usado para la cura, el éxtasis, la religión, la exploración psíquica y espiritual, el acercamiento social.
La asociación con curación de las enfermedades, euforia, embriaguez, estados elasivos, misticismo y espiritualidad le da a las drogas la categoría de emisarios, o regalos divinos. La ciencia hoy día confirma la alta investidura de las drogas como emisarios divinos. Empieza a explicarse cómo actúan, o más bien cómo podrían actuar, ya que solo son modelos explicativos en muchos casos, especialmente cuando se refieren a efectos sobre la psiquis, en la normalidad y en la enfermedad. Son muchas las disciplinas involucradas en estudiar el efecto de las drogas en el funcionamiento psíquico: neuroquímica, neurofisiología, imageneología cerebral, neuroanatomía, farmacología, psiquiatría, psicología.
Los ejemplos citados ilustran cómo reaccionan los seres vivos ante las drogas, el humano en particular asocia el bienestar con poderes superiores creadores del mundo, y así las drogas que producen placer, ánimo, quitan manifestaciones de enfermedades y sufrimientos, producen sentimientos de agrado, forman parte de ideogramas místicos. Las drogas pasan a ser asociadas con las divinidades y con ello queda explicado de manera coherente el lugar que ocupan en el mundo. Los personajes de las mitologías en que las drogas quedan incluidas en cada oportunidad, dependen de la religión y de la cultura en que esa interpretación ocurre.
La farmacología de nuestra cultura científico-natural occidental, incluye las drogas en una “mitología científica” cuyos conceptos e interpretaciones son coherentes con sus principios. Sin embargo, sus explicaciones se sustentan por el mismo afán de entender, de comprender lo que ocurre, y así conseguir controlar la realidad, que inspiraron las explicaciones y el empirismo de culturas diferentes y antiguas. La neurofarmacología, la neurofisiología, la neuroquímica no saben tampoco que es el cerebro y la psiquis, pero sí tienen ideas sobre ellos: conocen su anatomía, han estudiado sus tejidos ampliándolos con medios de observación técnicos. Los conocimientos del pasado, creencias de culturas diferentes, que hoy se consideran expresiones de primitivismo e ignorancia, probablemente atribuyeron a sus afirmaciones la misma certidumbre, y con la misma confianza en la verdad, con que la ciencia actual hace las suyas. Por muy pueriles e ingenuas que las afirmaciones científicas sobre la psiquis puedan llegar a ser cuando ambicionan demasiado, en su compleja ignorancia, son la muestra concreta de la grandiosa y efectiva búsqueda humana de conocimiento. Por lo tanto las mitologías científicas deben respetar y ser respetadas.
Hoy día la política dominante de las drogas pretende, y ha ido logrando, satanizar a las drogas. Los regalos divinos que tanto han alabado las comunidades de todas las épocas y lugares del mundo son “plagas”, “flagelos” y “azotes” de la humanidad. Pero la gente las sigue consumiendo como siempre, y con el mismo entusiasmo y masividad que lo ha hecho desde el comienzo de las sociedades humanas. Es obvio que algo anda muy mal en ese discurso, por muy lógico que sea maquillado con una presentación que lo muestra como un cuidado de la salud de las personas, la seguridad y el orden público. Una disociación entre la comunidad y sus políticas, una escisión así, que niega al ser humano y a la naturaleza, no parece ser una forma adecuada de enfrentar las complicaciones del tradicional y ancestral consumo de drogas de los animales humanos.
Los cambios de interpretación que acompañan al desarrollo de la psicofarmacología siguen conservando esencias compartidas con la actitud devota y mística habitual que siempre han tenido las comunidades humanas por las plantas sagradas. Por ejemplo, se ha aislado un receptor interno, un receptor que existe en el cuerpo humano, para los cannabinoides, principios activos de la Marihuana.
En la Universidad Hebrea de Jerusalén, Devane y Meschoulam, han mostrado la existencia de una sustancia que se encuentra normalmente en el cerebro y que se combina en forma específica con el receptor de Tetrahidrocanabinol, el principio activo principal de la Marihuana, a este “ligando endógeno” como se denomina técnicamente, que permite a la Marihuana actuar en el cerebro y otros órganos; se le llamó Anandamida, palabra que viene del sánscrito y que significa “bendición interior“.
El acto de curar sigue teniendo en la prescripción de las drogas, un momento culminante. Para el paciente: de respeto, fascinación, esperanza, temor y confianza. Para el médico, representante moderno de distintas formas de curar que existieron en tantas culturas y épocas: chamanes, meicas, brujos, sacerdotes, las drogas son el sello de su poder, y la traducción concreta de su cercanía con la divinidad, en la medida que pueden dar vida y salud o producir daño o muerte. Los médicos menos que nadie podemos estar en contra de las drogas, que son el fundamento de nuestra identidad social. El que las drogas puedan ser remedio, tóxico o veneno es de la esencia no solo de las drogas sino que de toda la existencia. Casi todo, personas, cosas o circunstancias pueden ser remedios, tóxicos o venenos según como nos relacionemos con cada una de ellas.
En lo que respecta a una política sobre las drogas potencialmente adictivas, legales o ilegales, los pueblos del mundo no estamos en condiciones de saber cuál es la estrategia infalible. La crítica a lo que se ha realizado hasta hoy no es tan radical para desconocer que algún provecho se ha conseguido con la inmensa dedicación en trabajo y dinero. Ha tenido un progreso en su línea.
Una nueva actitud sobre el manejo de las drogas potencialmente adictivas debe devolverle a las personas el derecho al uso legítimo de las drogas, porque nadie puede arrogarse más autoridad sobre sí mismo, su cuerpo y su mente que cada cual. Sin respeto de la integridad individual por la sociedad no hay desarrollo profundo sino adiestramiento más o menos sofisticado. Una estrategia sobre el consumo de sustancias potencialmente adictivas debe evitar caer en el falso, fácil y demagógico pantano de las frases del tipo: quiero mi vida sin drogas. Es coherente el esfuerzo de aprender a consumir drogas sin ser adicto, que han realizado los sistemas de salud y la gente, de distintas épocas y culturas; eso es lo que estamos haciendo conocido, desempolvando para el discurso oficial.
Un cambio en la política de control de las drogas potencialmente adictivas, le debe devolver y facilitar al acto curativo ejercido por la persona o la sociedad, el acceso a todas las drogas que considere útiles para ejercer su rol. Especialmente, si con el derecho de la persona sobre su cuerpo, cada uno puede aceptar o rechazar lo que se le propone en la importantísima misión de curar.
No olvidemos que la función del médico, o quienes realicen su rol en una comunidad, se agiganta en los momentos críticos de la existencia, y es la persona que realiza esta actividad, no las instituciones de salud, o los protocolos de intervención que son solo instrumentos, la que puede reaccionar con vocación, inspiración y creatividad ante la necesidad de otro sufriente.
Otro que en algún momento nos toca ser a cada uno. Lamentablemente la experiencia nos demuestra, que llega con mucha frecuencia y facilidad el momento en que los hospitales nos cierran las puertas y nos dan por perdidos, los laboratorios dueños de las patentes de demasiadas drogas necesarias para enfermedades letales, no quieren saber nada si no les podemos pagar las enormes sumas de dinero que cuestan, que la gran mayoría de las personas no tiene. Esto es así porque las políticas sobre drogas lo quieren de esa manera. Pero las personas seguimos siendo dueños inalienables del derecho a dar nuestra lucha por el bienestar y la vida, y nadie puede poner límites a nuestras aspiraciones sobre nuestro cuerpo y nuestra mente.
Avelino Jiménez
Psiquiatra
* Material preparado para la Jornada Apología de las drogas, seminario cannabis como herramienta evolutiva, realizado por Triagrama en 2012.