El miedo y la incertidumbre se han transformado en la cualidad central del sistema en que vivimos. Sin miedo y sin incertidumbre sería difícil convencer a nadie que trabaje por salarios miserables, en la precariedad, el peligro y la indefensión. O bien que acepte una central nuclear a dos pasos de su casa. El día de la apertura de la Cumbre de Davos 2000, Craig Barrett, presidente de Intel, declaró que “El miedo y la paranoia” son las características “interiorizadas” del asalariado yanqui.
El fenómeno es planetario y en Chile alcanza proporciones inimaginables. Digan lo que digan, aquí reina el miedo. El miedo a perder tu laburo, el miedo a no poder financiar la educación de tus hijos, el miedo de enfermarte, el miedo al Dicom, el miedo a la peligrosidad de tu trabajo, el miedo a embarazarte, el miedo a ir a orinar, el miedo a no saber qué hacer con el diploma pagado a precio de oro, el miedo a opinar.
Vivimos en el miedo, el lugar geométrico en el que comienza la pasividad popular. Nos duele el miedo, ese calmante de los ardores sindicales. O que los calmaba en tiempos pretéritos, visto que no hay sindicatos porque nos tercerizaron, nos transformaron en “subcontratistas”, en trabajadores por cuenta propia, en boleteros. La precariedad del asalariado, la del profesional sin contrato, la del pequeño empresario que paga créditos usureros, todo concurre a generar el miedo.
Incluso entre los trabajadores del sector público: Alquilados a contrata por los gobiernos de la Concertación, les está prohibido criticar y tienen que apoyar de modo “incondicional e irrestricto” -los adjetivos son de Camilo Escalona– al príncipe de turno. Desechados como pañuelos llenos de moco apenas llegó Piñera, los que quedan, confrontan el consenso Alianza-Concertación en materia salarial.
Del terror político de la dictadura pasamos al terror modernizante del modelo neoliberal. HidroAysén financia una campaña del terror por cuenta propia: Nos vamos a quedar sin electricidad. Eike Batista -octava fortuna planetaria-, aviva la cueca, porque ahí está su negocio: “Sin energía Chile no puede seguir construyendo proyectos de minería importantísimos”. Y amenaza: “Si las autoridades deciden que no desarrollemos el proyecto (Castilla), yo recomendaría que todas las mujeres del mundo dejen de secarse el pelo, que no usen más celulares y que no anden en auto (sic). Curiosa conclusión. Si esto no es una campaña del terror…
De paso, Eike Batista nos recuerda nuestra triste realidad: “Existe un monopolio de generación eléctrica dañino. (…) existe este problema: (Chile) es un país que está bloqueado por una oligarquía -cuatro o cinco grupos económicos que controlan todo-, lo que no ayuda al desarrollo”. Prevenidos quedamos. Súmale la sequía y ya tienes justificados los aumentos de las tarifas eléctricas y las del agua potable.
Como el barril de petróleo está superando los U$100, hay que hacerse a la idea del alza de los combustibles. Todo esto lleva a la incertidumbre, a la vida cotidiana percibida como un enigma y el mañana como un peligro potencial. ¿Cómo proyectarse hacia el futuro, amar, tener hijos, hacer proyectos, imaginar momentos de ternura? Cada minuto de tu vida te imponen la condición de tu miserable existencia: “Liderazgo y competitividad”. Allí solo caben el temor y la inseguridad. No duermas, o duerme solo con un ojo: La competencia acecha.
Miedo e incertidumbre: Las dos tetas de las que mama este sistema. Hasta que se nos quite el miedo.
Por Luis Casado
Polítika, primera quincena marzo 2011
El Ciudadano Nº97