Necesidad de revertir el histórico centralismo nacional

“El centralismo está en el ADN de los chilenos”


Autor: Director

“El centralismo está en el ADN de los chilenos”. Chile es la creación histórica de unas elites santiaguinas que por la razón o la fuerza expandieron determinadamente el territorio nacional”. Es más, “el centralismo aunque no lo admitan las elites de izquierdas a derechas, es considerado en Chile algo natural, inevitable e inmutable. En lo más hondo, existe tanto la creencia en la “bondad” de Santiago y de los poderes centrales para socorrer al país, como un persistente menosprecio de lo provinciano”. Sobre la base de estas citas de Joan Prats (2009) y Esteban Valenzuela (1999), respectivamente, es posible contextualizar y encontrar una explicación razonable del estado de las cosas de esta “enfermedad” del Chile de ayer y hoy, el centralismo.

En este país tan diverso, desigual y complejo, es normal encontrarse a menudo con voces que reclaman por el centralismo concentrado en Santiago de Chile, y el consiguiente lugar secundario en todo ámbito de las restantes regiones; estas últimas pidiendo casi con desesperación un proceso descentralizador más eficiente. Dichos reclamos, lejos de ser voces sin fundamento, son una realidad comprobable. La Región Metropolitana, capital Santiago, concentra como primer indicador un significativo 42% de la población total del país. Ahora bien, si la variable a considerar es el Producto Interno Bruto (PIB), la situación es similar, pues la Región Metropolitana da cuenta del 45% de este indicador, mientras tanto las restantes catorce regiones en su conjunto alcanzan un 55%. Ambas variables favorecen a la capital, a pesar de que su región representa tan solo el 3% del territorio nacional.

Lo anterior no lo es todo. Los aspectos demográficos y económicos son únicamente una parte de esta dramática situación. Las principales dimensiones del centralismo se complementan con antecedentes ligados a la centralización del capital humano avanzado, la centralización de la competitividad y el centralismo político. En el primero de los casos, siempre prevalece la Región Metropolitana por sobre las demás regiones, en aspectos tales como: la distribución por región del capital humano (50,5%), el número de matrículas de educación superior (cercana al 50%) y el total de becas de postgrado asignadas por Conicyt (74%) y becas Chile (63,9%). Por su lado, la centralización de la competitividad da muestra de notorias y extremas disparidades entre la Región Metropolitana, con niveles en promedio cuatro veces mayor que las tres regiones menos competitivas (de La Araucanía, del Maule y del Libertador Bernardo O’Higgins). A su vez, quizás la mayor expresión del centralismo chileno es la dimensión política. En este particular, por ejemplo, la mayoría de los parlamentarios electos en regiones tienen sus domicilios reales en la capital (70% de los senadores), los candidatos a alcalde y concejales son designados por las cúpulas nacionales, los intendentes regionales son designados y removidos de sus funciones con excesiva frecuencia, entre otros aspectos. Y podríamos continuar con otros indicadores. Santiago, concentra el 60% de la actividad industrial chilena y el 58% del empleo del sector, el 75% de las captaciones y más del 80% de las colocaciones bancarias, el 75% de los recursos otorgados a través de concesiones en Chile se focalizan en la R.M., y el 55% de los metros cuadrados construidos en el territorio nacional.

Todos los datos anteriormente expuestos, los que en su mayoría han sido recopilados del texto “Pensando Chile desde sus regiones” (Von Baer, 2009), ponen de manifiesto la real trascendencia del tema. Siendo Chile centralizado, difícilmente se alcance el desarrollo integral del país. Por lo tanto, la mirada debe volcarse hacia las regiones, pues simplemente si no es así, el destino para el país es el estancamiento y agudizamiento de las disparidades socio – territoriales.


Por Cristian Cárdenas Aguilar


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