«Y quien se adueñe de una ciudad acostumbrada a ser libre y no la destruya, que se espere ser destruido por ella, porque el nombre de la libertad y de las antiguas instituciones siempre encuentra refugio en la rebelión, y ni el tiempo transcurrido ni los beneficios obtenidos pueden hacer que sean olvidadas».
Nicolás Maquiavelo.
Aunque comprendo la necesidad que tienen much@s de intentar buscar una salida política a la situación actual, no me parece que la mejor opción sea el plebiscito.
Comparto el principio plebiscitario como fundamento de una democracia de verdad, pero, hay suficientes razones para desconfiar profundamente de una salida de este tipo en las circunstancias actuales.
1°) Pues, en el contexto actual, con un padrón electoral envejecido y derrotado, sería una mala salida política.
2°) Pues, no creo que deba ser una salida pedida por quienes estamos en las calles, sino que debe ser una propuesta que venga de quienes han usufructado del establishment, como alternativa a nuestra movilización, que está muy lejos de estar desgastada. Más bien, creo que es la estrategia de un decadente sistema político, que incapaz de dirigir el movimiento social, se abandona a los mismos cantos de sirena que una y otra vez han convertido las luchas de la mayoría en moneda de cambio para ganar un par de silloncitos en el Congreso.
3°) Porque cuando se está construyendo una estrategia de mayorías, la estrategia cortoplacista y facilística es sólo la derrota que llevamos dentro, como parte de un sistema económico en crisis a nivel mundial.
4°) Porque lo que el movimiento social por la educación se propone lograr no lo va a otorgar las engañifas de los Tironi, los Brunner o los Arrate, todos ellos responsables directos de las crisis actual de la educación.
5°) Porque los últimos plebiscitos han sido verdaderos fraudes y quienes los han promovido han sido los mismos que se han beneficiado con ellos: la casta política actual.
Respeto las posturas de quienes creen que esta es la solución. Pero, sigo firme en la creencia de que la verdadera estrategia que necesitamos para construir la victoria en el escenario actual, es confiar en los compañer@s que cuando l@s mism@s de siempre se encontraban durante los Gobiernos traidores de la Concertación, estaban levantando casas okupa, centros barriales, canales comunitarios, espacios para la cultura o simplemente resistiendo desde una cotidianidad ingrata sin perder las esperanzas en que lo que hoy sucede, iba a pasar.
¿ENTONCES QUÉ?
En primer lugar, quiero insistir en que el plebiscito me parece un elemento central de un sistema democrático verdadero. Mi problema no es con él en cuanto mecanismo, sino con lo inoportuno que resulta en el contexto actual. Ello, pues, si a las razones que esgrimía antes le sumamos la pregunta acerca de quién sería el que definiría lo que se va a plebiscitar, parece bastante obvio que él (el plebiscito) sólo puede terminar en letra chica, igual que el referéndum del año 78, el plebiscito del año 80, el plebiscito del año 88 y el plebiscito del año 89, este último en el cual la oposición y el gobierno de Pinochet llamaron a votar sí, superando esta opción el 90 por ciento de apoyo .
Pero, voy a intentar argumentar desde aquellos que defienden la salida plebiscitaria, para, con sus mismos presupuestos, intentar explicar acerca de lo inoportuno que resulta el mecanismo ahora.
Aquellos que defienden el plebiscito lo hacen porque señalan que sería el mejor modo de entregarle una salida política a la crisis actual. Asumiendo este principio como válido, creo que la estrategia más adecuada no es intentar acelerar un proceso que indefectiblemente va a llegar el año 2012 en las elecciones edilicias, y el 2014 en las presidenciales.
Esto, pues es necesario recordar que el único nivel de la estructura política en que gana la mayoría simple es (justamente) en las elecciones de alcalde. De este modo, un candidato logra ganar una elección con un mínimo de 36% de apoyo. Esto es así, debido a la existencia de dos bloques hegemónicos en el campo político, que no son aliados electorales (aún). Obviamente la concertación (¿PC?) y la derecha. De este modo, si se conjugan tres elementos es posible obtener una gran cantidad de alcaldías a nivel nacional:
1°) Fuerzas políticas que tengan construcción territorial, capacidad de coordinación con otras y no estén contaminadas por el aparato político del establishment.
2°) La existencia de un programa mínimo a nivel nacional en campos que dependen directamente de los municipios, fundamentalmente, educación, salud, vivienda, trabajos temporales, etc.
3°) La combinación de lo que yo llamo los efectos MEO y carambola. El primero se refiere a candidatos fuertemente carismáticos que irrumpen y transforman el orden político binominal. El segundo, tomado del billar, lo describí al señalar por qué no iba a votar por Frei en la segunda vuelta de la última elección, a pesar de los llamados casi histéricos que veían con terror la victoria de Piñera. En ese momento señalé que la derrota de la Concertación, afectaba indirectamente a la derecha. Hoy vemos que ha sido cierto.
En este contexto, es posible que durante un año, distintas fuerzas políticas territoriales pudieran consensuar un plan de acción nacional con coordinaciones técnicas para apoyar transformaciones en el área de la educación, la salud, la vivienda, la seguridad, etc., que no serían muy distintos de los que hoy los estudiantes proponen (en educación) y la mayoría apoya. Pero, hay múltiples áreas en que existen acuerdos básicos entre los distintos movimientos sociales territoriales. Mantener este nivel de trabajo político es una excelente forma de construir fuerza político-social pensando en las elecciones del 2012. Mejor aún si la casta política se deja de hacer la tonta y aprueba con la mano lo que prometió con la boca: inscripción automática. De este modo no sería necesario emocionarse porque aumentó un 60% la inscripción electoral juvenil: es decir, que en vez de 10 por mes se inscribieron 16 jóvenes en La Pintana.
Con una red de alcaldías trabajando coordinadas por fuerzas sociales territoriales, se podría definir, en primer lugar, un programa político transformable en Constitución y en segundo, aprovechando el efecto MEO (OJO: NO digo MEO), levantar un candidato que lo represente y que esté en condiciones de llamar a una asamblea constituyente inmediatamente después de electo. Como se recordara, la única razón permitida para llamar a un plebiscito en la Constitución de Pinochet-Lagos, es cuando existe una discrepancia entre el ejecutivo y el legislativo . En tres años el movimiento estaría en condiciones de consensuar un programa de transformaciones estructurales que garanticen los derechos sociales y una verdadera democracia, mucho mejor de lo que lo está hoy día.
Obviamente esto es política ficción, sólo que no creo que lo sea más que la confianza en un plebiscito definido por los mismos que lo han hecho en los cuatro anteriores.
A pesar de todo lo señalado, sigo sosteniendo que no es el momento de debatir sobre él, sino seguir construyendo fuerza social de base, con confianza en la autonomía del movimiento social, con autogestión para el logro de sus objetivos y con articulación y coordinación a partir de objetivos comunes . El cambio constitucional vendrá cuando tengamos el poder para constituirnos como soberan@s de nosotr@s mism@s. Eso sucederá más temprano que tarde, si seguimos por la vía que el movimiento social por la educación ha ido abriendo hace ya varios años: proponer, construir, generar sentido común, levantar poderes territoriales, coordinarse y movilizarse para lograr lo que propone. Esa es la estrategia en que creo y milito.
Mario Sobarzo
Investigador Obserrvatorio de Políticas Educativas