Por Christian Cirilli
El 1 de noviembre, en el artículo «Si se apaga Ucrania, se enciende Georgia», describí someramente una mecánica repetitiva utilizada por el poder occidental para el binomio Ucrania–Georgia —consistente en provocar revoluciones de color e implantar burguesías compradoras rusófobas, todo bajo una farsa democrática—, para luego hacer que dichas élites exijan la incorporación en la UE y la OTAN, y así subvertir el vientre blando de la Federación Rusa (la brecha de Volgogrado que une el Mar Negro con el Mar Báltico).
Por supuesto, esta metodología se camufla bajo el manto de una lucha nacionalista, que brega por la soberanía y se ufana por la libertad de la población, todos términos que no pueden ser interpretados linealmente, sino a través del tamiz orwelliano.
Caprichosamente, el reconocimiento occidental viene dado en virtud de los intereses geopolíticos que manejan: esos nacionalismos son aptos mientras combatan al antagonista anglosajón de turno y son inválidos si realmente se imbuyen de libertad de elección.
Por ejemplo, mientras en Georgia gana abrumadoramente las elecciones parlamentarias el Partido Sueño Georgiano —que fomentó el instrumento realmente soberano de la Ley de Agentes Extranjeros o aboga por una relación equilibrada con Rusia—, siendo automáticamente cuestionadas por Occidente Colectivo y sus agentes internos; en Moldavia, la pequeña nación al oeste del Mar Negro, inmediatamente es reconocido el triunfo de la ex asesora del Banco Mundial, Maia Sandu, en segunda vuelta y bajo circunstancias extremadamente polémicas.
La ecuación es más que evidente: mientras Rusia progresa en intangible influencia —pero también territorialmente, sobre las cadenas de sus tanques—, en el este [ex] ucraniano, consolidando su sombra sobre el Mar Negro, Occidente se desespera para colocar fichas (como en el TEG 1) en Georgia y Moldavia, para abrir otro frente. La excusa democrática es apenas un trámite.
Lo patético es que en Georgia ni siquiera ha triunfado un partido anti-europeísta o anti-atlantista. Más bien todo lo contrario. Lo que ocurre es que no pretenden inmolarse contra la buena vecindad rusa, ser utilizados como un ariete. Y Occidente, según observa la situación, no permite rodeos ni medias tintas. Por eso el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep «El Jardinero» Borrell, mostró su preocupación por el “alejamiento de los valores y principios de la UE” por parte de los georgianos.
Por supuesto, el mandadero del Consejo del Atlántico Norte —ese sitio donde los anglosajones imponen sus decisiones en la OTAN—, se refiere a los Criterios de Copenhague, una serie de valores propios de los miembros de la UE, como tener instituciones democráticas estables, una economía de mercado en funcionamiento (amalgamando, ser democracias liberales), respeto por los derechos humanos y por las minorías.
Insólitamente, los Criterios de Copenhague no respetan a las mayorías cuando éstas pretenden una relación armoniosa con Rusia. Y que yo sepa las democracias se rigen por el voto mayoritario.
En honor a esos “particulares criterios democráticos”, las manifestaciones minoritarias prosiguen en Tiflis, con carteles con la consigna «Despierta Georgia», entre banderas de la UE y Estados Unidos… más la agradable sorpresa de la ex activista climática —ahora sin caretas, mostrando su verdadera faz de activista política—, Greta Thunberg.
Los líderes de los partidos de la oposición, eternos acusadores de fraude, intentan de esta manera ruidosa y palmaria obligar a una nueva vuelta electoral, en donde puedan desacreditar a los recientes triunfadores —que si aceptan una nueva ronda evidenciarán que “algo escondían” según el raciocinio opositor—, y armar el caldo de cultivo de una revolución de color.
Thunberg quizás está allí para contagiar a los jóvenes y adolescentes de su rareza: la “rebeldía pro-establishment”.
Lo calamitoso es la posición de la presidente georgiana Salomé Zurabishvili, que acusa al resultado electoral de ser manipulado por Rusia, ¡sin necesidad de aportar pruebas a la Fiscalía! (como sostuvo orgullosamente desvergonzada) 2.
Pero el colmo de los colmos es que lo hace desde un púlpito particular: ella misma ha nacido en 1952 en París (Francia), descendiente de una familia de aristócratas georgianos que tras la Revolución Bolchevique debieron emigrar 3. Desde 1974 trabajó como diplomática para el gobierno francés en diferentes destinos —desde Italia hasta Naciones Unidas, pasando por Chad, donde apoyó al procolonialista Idriss Déby— hasta recabar en 1984 en Washington y luego… en Bruselas, en la misión permanente de Francia en la OTAN. Asimismo, fue coordinadora del «Grupo de Expertos» que asisten al Consejo de Seguridad de la ONU en el «Comité de Sanciones contra Irán».
Más allá de esta impecable curriculum, Salomé Zurabishvili finalmente llegó en 2003 a la patria de sus ancestros, Georgia, pero lo hizo como… ¡embajadora de la República Francesa!
Amante de las relaciones carnales y el cipayismo desmedido, el presidente “nacionalista” Mijaíl Saakashvili inmediatamente se fijó en ella y la designó ministra de Relaciones Exteriores el 18 de marzo de 2004. Posteriormente recibió la nacionalidad georgiana gracias a un arreglo parlamentario sin renunciar a su nacionalidad francesa.
Esa señora, que fuera esposa de un economista del Banco Mundial (Nicolas Gorjestani) y hoy está casada con un escritor proscripto en la era soviética (Janri Kashia) habla ahora de “injerencia extranjera”…
Mientras tanto, en Moldavia, la pinza occidental de la tenaza euroatlántica se cierra.
La presidente y candidata a la reelección, Maia Sandu, del Partido de Acción y Solidaridad (PAS), ganó las elecciones del 3 de noviembre, en una segunda vuelta, con el 55,33% sobre el 44,67% de su rival, el candidato socialista Alexandr Stoianoglo. Obviamente, no faltaron las denuncias de injerencia rusa, “compra de votos”, fraude electoral e intimidación a unirse a la Unión Europea.
Como la moneda cayó del lado de la apuesta occidental, inmediatamente la UE y sus países miembros felicitaron a la ganadora y ratificaron la concreción de “elecciones limpias y libres”. El presidente estadounidense Joe Biden, asimismo, felicitó a Sandu afirmando que Rusia no había conseguido “socavar las instituciones democráticas y los procesos electorales de Moldavia”.
La particularidad de la elección es que los moldavos que viven en el país votaron mayoritariamente por Stoianoglo, mientras que Sandu obtuvo su diferencia a favor por aquellos que residen en el extranjero.
Esto abre una verdadera incógnita sobre la gobernabilidad de Moldavia (y el sistema electoral en sí): Sandu tomará el rumbo que cree viable la diáspora moldava, no la que pretenden los residentes del país, aun cuando los efectos de sus medidas europeístas caerán inevitablemente sobre estos últimos.
Es importante señalar que la elección presidencial (lo que a la postre se convirtió en primera vuelta, celebrada el 20 de octubre) fue concomitante con el referéndum para decidir la adhesión en la Unión Europea: ganó el “sí” con un 50,46% de los votos, por tan solo una diferencia de unas ¡10.500 papeletas!
Respecto de la adhesión a la UE, aquí también surgió la dicotomía: el 54% de los moldavos que viven en Moldavia votó en contra de enmendar la Constitución para encaminarse por la senda europeísta. Otra vez, fueron los votos del exterior los que fueron decisivos.
Para poner sal a la herida, el PAS se jacta de que “11.000 votos provenientes de Estados Unidos y Canadá” le hicieron ganar el referéndum por un margen ¡menor al 1%!
¿Se imaginan el escándalo mediático que significaría una situación opuesta? Por ejemplo, que gane el “no a Europa” por los votos provenientes de la Federación Rusa por un margen menor al 1%… ¿Qué tipo de dislates estaría diciendo Sandu y sus adláteres financiados por Occidente? ¿Cuántos destrozos estaría ocasionando la turba encolerizada por las calles de Chisináu?
A propósitos de votos desde el exterior y del «secuestro» que hizo la diáspora de la democracia moldava, ha de señalarse que no se trató de toda la diáspora; pues se privó del derecho constitucional a la más numerosa: la que reside en Rusia. ¡Vaya casualidad! ¡Y qué manera extraña de enriquecer la “democracia” moldava! ¡Resulta que ahora hay ciudadanos con derechos y otros sin derechos por meramente vivir en determinados países! 4
El líder del bloque opositor Pobeda-Victorie, Ilan Sor, declaró en el canal Rossiya 24 que como dentro del país no pueden amañarse los resultados, Sandu obtuvo votos fraudulentos desde el exterior. Dijo: “En los colegios electorales en el extranjero, Maia Sandu no ganó, lo sabemos. Tenemos pruebas de falsificaciones masivas que Sandu organizó en colegios electorales del extranjero. Sabemos cómo autobuses llevaban a la gente, cómo autobuses llevaban urnas con papeletas depositadas allí. Europa hizo la vista gorda”.
Considérese especialmente el valor intrínseco que tiene Moldavia para el tándem UE-OTAN (ala civil y ala militar de Bretton Woods en Europa) como trampolín para ahogar y eliminar Transnistria, el país rebelde no reconocido por la Comunidad Internacional pero donde Rusia aún tiene un contingente «de paz».
Téngase en cuenta, además, que en la declaración de la Cumbre de la OTAN en Washington (11 de julio de 2024) se exigió que Rusia «debe evacuar» Transnistria, Crimea, Abjasia y Osetia del Sur, muy a pesar de que esos cuatro territorios evidencian que sus poblaciones no son ni moldavas, ni ucranianas ni georgianas.
Transnistria tiene una historia particular. En 1992, mientras Moldavia se echaba encantada a los brazos de Washington, los transnistrios se decantaban por el proyecto inconcluso de Gorbachov: adoptar la libertad de empresa y la democracia (Perestroika) así como la transparencia en los medios de difusión (Glasnost) pero conservando al mismo tiempo las conquistas del socialismo. Es por ello que nunca renunció a la simbología comunista.
Washington y Bucarest organizaron un “ejército moldavo” y lo lanzaron contra “los separatistas” de Transnistria, que resistió estoicamente gracias a los civiles en armas y los 8.000 efectivos del “viejo” 14º Ejército Soviético afincado allí y al cual Boris Yeltsin le había ordenado una retirada total.
Quedan algunos puntos a considerar respecto de esta extraña democracia moldava festejada ad-nauseam por Occidente:
Primero, que Stoianoglo obtuvo el 97,04% (Sandu solo el 2,96%) en Gagaúzia, una región autónoma de Moldavia, que además rechazó la adhesión a la UE. Los gagaúzos son descendientes de los turcos selyúcidas que renunciaron al islam y se convirtieron al cristianismo ortodoxo ruso. Al haber sido gobernados por el Imperio Ruso (1812-1917) y la Unión Soviética (1940-1941 y 1944-1991) tienen fuertes lazos con Moscú.
Considérese que Gagaúzia se declaró independiente el 19 de agosto de 1991, seguida en septiembre por Transnistria, aunque luego se pactó una autonomía. Pero los excelentes lazos con el Kremlin podrían activar nuevamente esas ansias.
Por otro lado, hay que analizar que para el verano de 2025 (la fecha aún no está definida) se celebrarán las elecciones parlamentarias en Moldavia. Es importante saber que el país está organizado como una República Parlamentaria, donde el primer ministro, elegido por el Parlamento, es el jefe de gobierno. Es similar al sistema georgiano. Por consiguiente, la configuración del gobierno podría cambiar en 2025 (salvo otra ingeniosa «Diáspora salvadora») atento a que una derrota del partido presidencial es probable (dado este insensato antecedente que ha alterado los ánimos).
De esa manera, Maia Sandu podría convertirse en otra Salomé Zurabishvili y las mieles de la victoria prontamente tendrían sabor amargo.
Por Christian Cirilli
NOTAS
- El TEG (Táctica y Estrategia de Guerra) es un juego de mesa muy común en Argentina donde hay que cumplir determinados objetivos de conquista o eliminación del enemigo a través de la guerra y/o la diplomacia. ↩︎
- El primer ministro georgiano, Irakli Kobajidze, haciendo uso de la lógica más elemental sostuvo respecto de las acusaciones de la presidente Zurabishvili y su decisión de no testificar ante la Fiscalía por presuntas violaciones electorales: “Si alguien tiene alguna evidencia, es necesario presentarla ante las agencias gubernamentales. Si no se presentan ante la Fiscalía, esto significará una prueba de que hicieron declaraciones falsas sobre las elecciones”. ↩︎
- Salomé es prima hermana de quien fue secretaria general de la Academia francesa, Hélène Carrère d´Encausse ↩︎
- En las elecciones presidenciales y el referéndum sobre la integración europea en Moldavia en 2024, se restringió el voto para los moldavos residentes en Rusia. Ya de por sí, eso es un atentado a la democracia. ↩︎
Columna publicada originalmente el 5 de noviembre de 2024 en La Visión.
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