Han intentado arrebatarnos la historia, nos han hecho creer que la historia de Chile es sólo para algunos, como si los comunes no hubiésemos sido el motor de la historia. ¿Cuánto más nos arrebatarán? Este 11 de septiembre nos llevó a reflexionar cuanto se hace palpable el que nos hayan arrebatado hasta la historia. Nos constituimos para disputar el poder a los ricos, a los poderosos, a los que nos han marginado generaciones por generaciones y nos han hecho vivir al margen de nuestro propio devenir.
Disputaremos todos los espacios políticos, además comenzaremos a recuperar nuestra historia, porque es la que nos sitúa e identifica para construir un proyecto político de mayoría ciudadana, por lo tanto, iremos reconstruyendo la identidad de los comunes, porque la identidad que se va forjando no se refiere únicamente a posiciones dogmaticas sobre alguna ideología, partimos situándonos en un espacio, ese espacio es la historia de Chile y su gente.
El golpe de estado de 1973 es parte de la historia nacional, no le ocurrió únicamente a la izquierda a la derecha y a los militares, pasó en Chile, en esta larga franja de tierra. Los 17 años de dictadura la vivieron los chilenos y chilenas y desde ahí en adelante la hemos vivido todos y todas a lo largo de estos 42 años. Nos proponemos superar la dicotomía tradicional (izquierda y derecha) lo que no significa que neguemos la historia de Chile, todo lo contrario, la memoria es lo que fortalece este proyecto político.
Cuando hablamos de memoria, hablamos de memoria histórica, de lo que el pueblo de Chile a vivido, su gente común, no sólo los que alguna vez fueron o aún son militantes de un partido tradicional y es este el ejercicio inicial para recuperar la democracia, recuperar nuestras instituciones, la moneda, la democracia que ha sido violentamente arrebatada y secuestrada de la gente común hasta el día de hoy. Ni el 11 de septiembre (golpe militar), tampoco el 18 de septiembre (día de la independencia en nuestro país), ni tampoco el 5 de octubre, ni ninguna fecha que marca la historia del país es de la izquierda, tampoco de la derecha, es de los chilenos y chilenas.
Nos situamos definida y claramente; para nosotros hay una forma ineludible de entender este momento histórico, las disputas políticas tradicionales han sido disputas de distintas posturas de la élite y se enfrentan entre ellas. El siglo XX estuvo marcado fuertemente por la dicotomía izquierda vs derecha, mercado vs estado, sin embargo, la gente común no era parte de este debate, más bien se entendieron como categorías de análisis.
Por lo tanto, nos situamos en un espacio político determinado y no en lo que algunos llaman espacio “transversal”. La transversalidad no existe, es un invento de los políticos y partidos nefastos de esta transición.
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¿Entonces donde nos situamos nosotros?
Nosotros pertenecemos al 99% de los que se han visto abusados por el 1% de los súper ricos de este país. Nos situamos entonces del lado de los que día a día sufren los abusos de los que lucran con la salud, la vivienda, las pensiones y la educación, los que se robaron la banca y los recursos naturales.
Nos situamos claramente en el espacio de los comunes y tenemos muy claro quiénes son nuestros enemigos, nuestro enemigo no es quien voto por la derecha o la izquierda, por quien levanto banderas blancas, azules o rojas, al contrario, con ellos somos parte del mismo espacio y posición, tenemos el mismo enemigo. Nuestros enemigos son las Isapres, la Banca, El Mercurio y Copesa, nuestros enemigos son las AFP, los que lucran con la educación y la vivienda. Nuestros enemigos son los lobistas y la casta política servil a los súper ricos.
El Poder Ciudadano, el poder de los comunes consiste en eso. Avanzar y reconquistar nuestros espacios, nuestra historia, no ignorarla, no significa dar un paso al costado sobre los hitos que han marcado la vida de millones de chilenos y chilenas o decir “eso es de la izquierda o de la derecha”. El que nos miremos más allá de la dicotomía del duopolio no es renunciar a nuestra propia historia, significa reconquistar y disputar el poder a los poderosos y a la elite. Por lo tanto, reconquistar nuestra propia historia para construir democracia implica reconocernos como los comunes.