Por Florencia Lagos Neumann, Master en Relaciones Internacionales Universidad de La Habana.
Vivimos una de las etapas más convulsas de nuestro planeta producto de las consecuencias de un Imperio en decadencia: EE.UU. y sus aliados de la OTAN. Ante este escenario surgen nuevos actores que trabajan por la construcción de un nuevo orden internacional, una arquitectura financiera distinta que no dependa del dólar y fortalezca el intercambio comercial a través de las monedas locales, una oportunidad real para los países en desarrollo. Considerando lo anterior hoy es indispensable replantearse la política exterior de Chile.
Producto de la crisis multidimensional mundial que ha denunciado la ONU, actualmente nuestra región sufre diversos flagelos que solo se pueden enfrentar a través del trabajo coordinado de todos los países en su conjunto, cooperando para controlar las fronteras, el narcotráfico y el crimen organizado, superar el hambre, la pobreza y proteger nuestros recursos naturales.
Flagelos generados por décadas de políticas neoliberales que hoy someten a la población a precariedades y condiciones de vida inhumanas. En el caso chileno durante la dictadura cívico militar todos los derechos básicos fueron privatizados y entregados para ser administrados como servicios por grandes transnacionales que, como anunció el presidente Salvador Allende en su discurso en la ONU, no responden a ninguna ley a ningún Estado y por lo tanto violan y transgreden los derechos humanos de millones en el mundo.
Un ejemplo concreto de lo anterior es la actual emergencia generada por la transnacional eléctrica ENEL que hoy tiene a 18 mil habitantes de la Región Metropolitana sin suministro eléctrico y la imposibilidad del Estado chileno de hacer algo al respecto.
En otro ámbito, es recurrente que en América Latina y el Caribe quiénes han tomado el liderazgo de sus Estados y logrado implementar políticas públicas en beneficio de la población rápidamente son castigados, estigmatizados y perseguidos.
Se trata de realmente ejercer la soberanía como países emancipados. América Latina y el Caribe como una sola voz que dialogue en una condición distinta con las grandes potencias hoy integrantes del nuevo mundo en construcción: Los BRICS. En este sentido, en su reciente vivista a Chile el presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula Da Silva, expresó:
“Cuando regresé a la presidencia. Retorné con mucha voluntad para intentar recrear una consciencia política entre nuestros pueblos sobre la necesidad de conformar una estructura más organizada de integración en América del Sur. No podemos seguir de espaldas unos con los otros. Tenemos que investigar, estudiar cada cosa que podamos hacer juntos. Tenemos que estudiar nuestras similitudes, tenemos que hacer que las cosas sucedan en beneficio de un sueño que tenemos de una América Latina unida, de una América del Sur unida, de un bloque económico que también es científico y tecnológico”.
Sabias palabras del presidente brasileño que insisten en la necesidad de estrechar los lazos y no abandonar los principios básicos de no intervención en asuntos internos de otros países y el respeto a la soberanía.
“… No es posible que para Brasil América del Sur sea tan insignificante, creo que hubo un error histórico y nosotros estamos tratando de corregir esta equivocación histórica”, destacó Lula Da Silva.
Con el liderazgo del presidente Lula Da Silva, Brasil ha jugado un rol estratégico y fundamental en liderar la unidad en América Latina y el Caribe. Con el objetivo de crear espacios de concertación trascendental para nuestros pueblos, protagonizó junto al líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, la creación del Foro de Sao Paulo y posteriormente la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños CELAC, entre otros organismos multilaterales.
Lo anterior es producto de una decisión política enfocada en la integración y unidad de acción, una política exterior que no debería depender del gobierno de turno. Al contrario, debería ser una política de Estado.
América Latina y el Caribe tienen todos los recursos naturales necesarios para abastecerse y compartir con el mundo, pero está subordinada a los intereses sobre todo de EE.UU. y Europa. Sería importante que los pueblos comprendamos que o nos salvamos todos juntos o no se salva nadie en la actual crisis multidimensional.
En este ámbito, el presidente Lula Da Silva, en la conferencia de prensa que realizó junto al presidente de Chile Gabriel Boric recalcó:
“En 2003 hicimos campaña contra el ALCA, no queríamos implementar el ALCA en América del Sur porque el ALCA no significaría sustituir el MERCOSUR, empobrecería nuestra relación comercial. Logramos ganar las elecciones y acabamos con el ALCA, fortalecimos el MERCOSUR, y quien tenga dudas solo analice los datos económicos de lo que sucedió con la integración de América del Sur, o ¿Qué pasó con el comercio con UNASUR?, fue un crecimiento extraordinario, pasamos de los 15 a casi los 89 mil millones en comercio exterior con América Latina. De 15 a 59 mil millones en América del Sur”.
Sin duda cifras que dan cuenta de los resultados positivos que generan la integración regional y la tan anhelada unidad en la diversidad, sin desconocer nuestras diferencias, culturas, identidades y sueños.
El presidente Lula Da Silva invitó al presidente Gabriel Boric a la reunión de líderes democráticos contra el extremismo que organiza junto al presidente de España, Pedro Sánchez, y que se celebrará en Nueva York en el contexto de la Asamblea General de la ONU. También se refirió a las iniciativas sobre el proceso político en Venezuela que ha emprendido con el presidente de Colombia, Gustavo Petro y el ex presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
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